Rafael Salomón
Comunicador católico

Dios como certeza y esperanza


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Ya van dos años de pandemia y para muchos de nosotros han sido tiempos de desesperanza, tristeza y dolor. He querido aprovechar este espacio para orar y reflexionar acerca de lo complicado que ha sido como humanidad atravesar por este momento, en el que todo ha cambiado y en que hemos perdido tanto. Te invito a leerlo sin prisas, tal vez sea el mensaje que necesitamos para cruzar este momento.



Confío en Dios que estas líneas nos lleven a ese oasis que a todos nos hace falta encontrar. “Tú que vives al amparo del Altísimo, y habitas a la sombra del Poderoso, di al Señor: Refugio mío y fortaleza mía, Dios mío, en ti confío”. Salmo 91 1, 2. Las fuerzas poco a poco nos van abandonando y todo esto, parece que nunca terminará, cada día que pasa nos hace sentir y experimentar nuestra vulnerabilidad. A veces pareciera como si se tratara de una prueba de resistencia ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Cuánto tiempo más?

La respuesta está en la medida en que confiemos en Dios, sí, así es. “Él te liberará de la red del cazador y de la peste mortal; y hallarás refugio bajo sus alas, su fidelidad será escudo y coraza”. Salmo 91 3, 4. La confianza de que todo pasará, nuestra ancla firme está en quien todo lo puede, nuestra paz, fuerza y bondad están en quien nos puede levantar, aunque haya tiniebla y tristeza.

persona en lo alto de montaña

Recobrar la fortaleza

Es momento de aferrarnos a la verdad que solo encontramos en la palabra y promesas de Dios. No ha sido fácil para nadie, han sido tiempos difíciles, dolorosos y de pérdidas. Para muchos solo nos queda Dios como certeza, como esperanza y como ancla. En el valle de tinieblas, vas frente de mí, en la tormenta me acompañas, en la más grande desolación pronuncio tu bendito nombre: Jesús, regresa a mí el consuelo, el aliento, cuando ya no queda más.

Qué importante y vital es confiar en los momentos de dificultad en quien todo lo puede, porque si de algo deberíamos estar seguros es que también esto pasará. Cuántas personas siguen confiando en sus fuerzas para atravesar esta pandemia, algunos se han cansado, otros más han dejado de luchar. Para quienes seguimos en pie por gracia de Dios, debemos recobrar la fortaleza al aferrarnos a la bondad de Dios, ya que en el dolor nos recuerda que necesitamos tanto de Él.

Nunca imaginamos vivir algo así, es increíble ser testigos de una enfermedad que azota a la humanidad y que depende de los recursos que tiene cada país para enfrentar la emergencia sanitaria, evidenciando así, el éxito en la cantidad de los sobrevivientes.

Las fuerzas flaquean, nuestras esperanzas se quiebran, hoy más que nunca necesitamos de Dios y de su misericordia. Dame Señor por favor, la paz que necesito en estos tiempos, aleja de mí la falsa vanidad con la que a veces me conduzco y en la que pongo mis esperanzas, dame la confianza que necesito para entender que todo pasará. “No temerás los peligros de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que avanza en la oscuridad ni la plaga que arrasa al mediodía”. Salmo 91 5, 6.