Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Dementores, chocolate y vida


Compartir

No soy fan de Harry Potter. Intuyo que podría llegar a serlo, pero la realidad es que no he visto ninguna de sus películas ni he leído ninguno de sus libros.



Por pura casualidad, he descubierto a los Dementores. Parece ser que son unos bichos terribles, con apariencia humana, de gran estatura y cubiertos siempre por una capa negra con capucha en la que se ocultan. Remus Lupin, uno de los personajes explica con estas palabras qué ocurre si se le acerca un Dementor:

“Los Dementores disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto los rodea… Si alguien se acerca mucho a un Dementor, este le quitará hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el Dementor se alimentará de él hasta convertirlo en su semejante: un ser desalmado y maligno. Lo dejará sin otra cosa que las peores experiencias de su vida”.

Dementores Harry Potter

Por si fuera poco, el golpe de efecto del Dementor es un Beso por el que arrancan el alma de aquel al que besan, dejándole totalmente vacío. Solo en esos momentos se quitan la capucha, quedando al descubierto su cabeza sin rostro, sin nombre, sin alma. Solo un cráneo con orificios. Lo más opuesto a una persona plural, diversa, propia:

“Puedes existir sin tu alma, ya sabes, mientras tu cerebro y tu corazón sigan funcionando. Pero ya no tendrás sentido de ti mismo, ni memoria, ni… nada. No hay ninguna posibilidad de recuperación. Tú sólo…. existirás. Como una cáscara vacía”.

Agujeros negros

Antes de conocer a los Dementores, yo hablaba de “agujeros negros”, esas personas o situaciones que parece que te abducen y se tragan toda tu luz y energía si pasas demasiado cerca de ellas. Seguramente, todos hemos tenido experiencia de estas personas o relaciones tóxicas. No quisiera detenerme en ellas ahora.

Sabemos que un Dementor se acerca porque te rodea un frío brutal, oscuridad y una paralizante tristeza, reviviendo una y otra vez lo más doloroso de tu vida. No deja de ser curioso que estos rasgos se atribuyen al Mal Espíritu a lo largo de la tradición espiritual más clásica. Y es cierto: mira cómo en momentos en que estás especialmente enredado en pensamientos negativos, tristezas o inquietud y hundimiento de ánimo, sentías frío.

Dos detalles más en medio de esta valiosa simbología de J.K. Rowling: solo podemos combatir los Dementores aprendiendo un Conjuro (las cosas del espíritu y la vida también se aprenden) e invocando el Patronus, es decir, trayendo a ti un recuerdo feliz, plenamente feliz. De lo contrario, el Conjuro no tendrá validez alguna. Y para la vida cotidiana, sólo ayuda comer chocolate para que le cuerpo recupere el calor y neutralice los ataques del Dementor. Yo añadiría beber vino con alguien que quieras y te quiere, recibir un buen abrazo, disfrutar una conversación con alguien que está lejos… en fin, todo lo que nos arranque el frío por dentro. ¡Y qué importante detectar cada cual qué recursos “cotidianos” nos mantienen en una temperatura que no nos arrastre a la oscuridad!

Felicidad verdadera

Hoy me quedo aquí. Es muy fácil detectar Dementores a nuestro alrededor, tanto en nuestra vida personal o laboral como socialmente. Y no es poco caer en cuenta de dónde están para que no nos engañen, para “comer chocolate” (o lo que cada uno elija) antes de que el frío haya ido demasiado lejos. Pero lo fundamental será caer en cuenta de nuestro particular caudal Patronus: todo lo bueno, lo bello y lo verdadero que llevamos dentro y que la vida nos ha ido regalando. También para aquellas personas a las que la vida ha maltratado tanto que te dicen con toda transparencia: “nadie me ha querido nunca… no tengo ningún recuerdo de felicidad verdadera”.

No sé si Harry Potter puede hacerlo, creo que sí, pero quienes podemos encontrar un mínimo de luz y alegría dentro, podemos y debemos ponerlo al servicio de cuantos no han tenido o no tienen tanta suerte. Aunque sólo fuera porque también otros lo han hecho con nosotros: su paz, su alegría, su calor, han sido un escudo protector para nosotros. ¡Podemos hacerlo! ¿No será que tenemos pendiente un aprendizaje mucho más centrado en que cada cual descubra su potencialidad, sus capacidades particulares para ponerlas en juego, coincidan o no con lo que en cada momento el sistema o el status quo pide?

Y si no hemos sido capaces de alejar al Dementor a tiempo y nos besa… uff… En la saga parece que ante eso ya no hay remedio alguno. Pero yo me resisto a creerlo. Creo tanto en la capacidad de cada ser humano que propongo el gran Patronus postBeso, es decir: ¡pedir ayuda! ¡Qué gran poder! Pedir ayuda a otro para que comparta contigo parte de su alegría honda remueve la tierra seca y helada de tu interior y.. ¡oh! … y si además esa persona quiere invitarte a chocolate (o a vino) y ser tu memoria y te devuelve la luz y el valor que tú ya no ves en ti mismo…., entonces, ¡se rompió el hechizo! Como un brote verde tu alma empezará a reconstruirse por dentro, porque no había desaparecido (es imposible) simplemente se había agostado. Créeme, se puede. Yo quiero creerlo. Y escucha a Alguien que mientras otros lloran y se lamentan te dice: “No está muerta. Solo está dormida” (Lc 8,52).