¿Cómo de eficaz es nuestra palabra?


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El lunes pasado saltaba la noticia del auto de procesamiento del fiscal general del Estado. Frente a ello, el triministro Bolaños decía que “Álvaro García Ortiz era un servidor público ejemplar”. Lo decía, además, con una rotundidad –¿sobreactuada?– que dejaba al espectador absolutamente perplejo. Pareciera que su palabra pretendiese crear la realidad. Es lo que en algunos ámbitos se denomina “lenguaje performativo”, es decir, que cumple lo que dice.



Esta pretensión la encontramos también en la Escritura, eso sí, aplicada a Dios (esa es la diferencia). En efecto, en la primera página de la Biblia encontramos el famoso relato de la creación en una semana. En él, Dios crea mediante la palabra, sin que medie ninguna acción: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1,1). Diez veces aparece la expresión “dijo Dios” antes de que las cosas sean: la luz, el firmamento, la reunión de las aguas, el verdor de la tierra, las lumbreras del firmamento, el bullir las aguas de seres vivientes, los seres vivientes en la tierra, el ser humano, su fecundidad y la entrega a él de todo lo vegetal para que le sirva de alimento.

Félix Bolaños, ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes

Eso de que se haga lo que se dice se percibe también en el caso de los profetas. Se considera que los profetas, percibidos como “hombres de Dios”, son poseedores de una palabra eficaz: lo que anuncian se cumple. Eso explicaría el temor que suscitan en ocasiones sus oráculos cuando son negativos. Así, cuando Miqueas ben Yimlá es solicitado por el rey Ajab para que profetice –positivamente– sobre una posible campaña militar contra la ciudad de Ramot de Galaad, el funcionario que se lo anuncia le dice: “Los oráculos de los profetas a una voz son favorables al rey. Que tu oráculo sea como el de cualquiera de ellos, y lo que anuncies, favorable” (1 Re 22,13). Por eso, cuando finalmente Miqueas profetice la derrota de Israel y la muerte del propio rey, Ajab le dirá a su aliado Josafat de Judá: “¿No te dije que no me profetiza el bien, sino el mal?” (v. 18).

Profetizar

Y es que, antes de llamar a Miqueas, los dos reyes habían tenido una conversación a propósito de la consulta al Señor sobre la viabilidad de la campaña militar: “Josafat insistió: ‘¿No hay aquí todavía otro profeta del Señor al que hacer consulta?’ Y contestó el rey de Israel a Josafat: ‘Todavía hay un hombre para consultar al Señor por su medio, pero yo lo odio, pues no me profetiza el bien, sino el mal’” (vv. 7-8).

Que las palabras creen la realidad es una pretensión que tenemos los seres humanos (sobre todo algunos seres humanos ministros). Pero deberíamos saber que eso solo le corresponde a Dios.