Rafael Salomón
Comunicador católico

Amor, luz y esperanza


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Reflexiono en silencio, ya pronto será Navidad, veo un enorme despliegue comercial, ofertas por todos lados y un exceso de mercantilismo en cada esquina, las luces por todos lados me hacen ver ilusiones ópticas, se siente la euforia por comprar, tener y adquirir. Compras de pánico marcan esta temporada, todos corremos para no llegar tarde, es la prisa colectiva, aceleramos para no llegar tarde.



Todo es apariencia en los grandes establecimientos; la euforia colectiva por conseguir a mejor precio, es triste ver que la Navidad para muchas personas significa tiempo para adquirir objetos, comida y para celebrar que vienen las vacaciones y por unos días olvidarse de la rutina, esa que ahoga y asfixia y que al cabo de unos días volverá a ser la misma.

La gran mayoría de las personas ni siquiera se dan tiempo para cuestionar la esencia de la intimidad de este tiempo, resulta peculiar que en muchos hogares no se celebra el nacimiento de Jesús; más bien, se espera con ansia la llegada de Santa Claus, en especial por los regalos. El misterio de la encarnación es tan hermoso que deberíamos profundizar en este aspecto y tratar de comprender el gran amor de este acto único.

Dios hecho hombre, el Salvador volviéndose uno más con nosotros, estando entre nosotros, amor al extremo, sin límites y no solo eso; sin buscar los títulos y privilegios de los poderosos, viene en la forma más básica y humilde, quien es grande se vuelve el más sencillo.

nacimiento o belén

“El YO SOY en nuestra vida diaria”

“Dios, para manifestarse a los hombres en la forma nueva y completa que abre la era de la Redención, no eligió como trono suyo un astro del cielo, ni el palacio de un grande. No quiso tampoco las alas de los ángeles como base para su pie. Quiso un seno sin mancha“. (‘El Hombre-Dios’. María Valtorta)

Cuántos seres humanos que tienen el privilegio y poder económico podrán comprender que hay acciones en este mundo que son más valiosas que las riquezas, la avaricia despoja y crea desigualdad en la humanidad. Hace unos días el papa Francisco lloró, porque el corazón de las personas no cambió después de esta pandemia, las acciones volvieron a ser las mismas, sin comprender que tuvimos una oportunidad para cambiar nuestra vida; siguen las guerras, el odio y el hambre, parece que nos empeñamos en ser egoístas.

Sus lágrimas fueron de tristeza y de impotencia. ¿Viviremos una Navidad más sin cambiar nuestros corazones, viviéndola de manera superficial? En silencio y soledad percibo la respuesta, muchas cosas seguirán igual, será un tiempo sin ningún significado espiritual para una gran parte de la humanidad, apariencia de felicidad, donde el bombardeo publicitario y el consumo seguirán siendo la base de la celebración.

Mi oración en este momento es como una voz en el desierto, como gritar al vacío, palabras que sonarán estériles en una humanidad deseosa de tener y alejada del ser. Continúo en silencio, sigo reflexionando acerca de este tiempo que se avecina, siempre me ha gustado la Navidad por la llegada de Jesús, un pequeño que nace en condiciones difíciles para traernos amor, luz y esperanza. Es tiempo de recordar su sencillo nacimiento, quien cambiará el rumbo de la humanidad, la palabra se hace carne, es Dios-Hombre, Dios entre nosotros, es el YO SOY en nuestra vida diaria.