Tribuna

Ella, la Trinidad, nos hace sonreír

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Experiencia vital

Durante mucho tiempo viendo películas, series o miniseries nos encontrábamos con escenas en los que las personas iban por la calle tapando su boca con algún elemento para no contagiarse de algún virus, por la polución ambiental, por alguna lluvia tóxica, etc. También estaban las imágenes televisivas de manifestaciones de gente que hacía algo similar desde el inicio de la protesta o ante la presencia de gases que arrojaba alguna fuerza de seguridad. ¡Imágenes que generaban muchas emociones y sentimientos! Algunos de ellos son encontrados y posiblemente en personas se manifieste con un matiz de pánico ante lo que se veía. Era tal el impacto, que luego de algunos de estos hechos, provocaba que se llevaran insignias o distintivos sobre lo visto o vivido: remeras, gorros, pañuelos, camperas, etc.



Y un día, así como de la nada, esas imágenes que, en el caso cinematográfico, nos parecían lejanas o imposibles nos golpeó en la cara. Y todos los seres humanos desde marzo del 2020 nos obligaron aislamientos, cierres de fronteras, etc., y comenzamos a usar tapabocas o mascarillas para protegernos o cuidar a otros del COVID-19… y así pasamos un bienio (en varios lugares del globo terráqueo) con esos elementos. Discusiones de todo tipo, sobre si es o no útil, si tienen que ser de un tipo determinado, el tiempo de utilización, etc. En algunos países la creatividad llegó también a este objeto y se fabricaron con diseños, colores, tamaños, tipos de enganche o colocación, etc.

Más aire fresco

Durante este tiempo, en la vía pública la gente tapa su boca y nariz. Es difícil captar expresiones profundas y simples, se intuyen porque en el resto de la cara se ve alguna mueca o pliegue en los ojos que revelan que detrás del tapaboca hay una sonrisa o un rostro de preocupación. El objeto que oculta esas expresiones no puede evitar que, por medio de otras expresiones, la interioridad se exprese y manifieste: miradas, emociones, etc. Quizás algunas personas lo intuyen por la postura corporal o porque emiten sonidos jocosos o gritos de algarabía. También pasa lo mismo con las expresiones de preocupación y dolor.

El tapaboca o mascarilla no solo tapa una parte del rosto, sino que nos hace respirar nuestro mismo aire y, por momentos, se hace tedioso e insoportable porque no hay “un poco de aire fresco” que nos permita oxigenarnos.

Otra experiencia que surge de este objeto es el tedio. Hay situaciones, muy cotidianas, en que varias personas se lo sacan diciendo “ya no lo aguanto más”, “es insoportable”, etc. La vida rutinaria provoca tedio y hastío, repetir y hacer siempre lo mismo con algo que molesta, provoca un rechazo y malestar en las personas. Tal es así que cuando se permite no utilizarlo en lugares abiertos, las personas exclamamos “por fin”, “era hora, ya no tiene sentido por todas las restricciones que se levantaron”, etc.

Cuando las condiciones sanitarias lo permiten, ya no se usa la mascarilla en bares, lugares abiertos, etc., favoreciendo que cada rostro pueda manifestar en toda su realidad en las diversas expresiones que él brinda. Es una experiencia que alegra porque, por un lado, podemos expresarnos sin tanta limitación. Y, por otro lado, nos permite volver a ver todo lo que el rostro de la otra persona en su manifestación.

Una Trinidad sin mascarilla

“Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz”. (Núm. 6, 25 – 26)

En el ámbito de la fe, del anuncio y de la reflexión teológica, los cristianos creemos y damos a conocer que ella (La Trinidad) quiso revelarse. Desde el mismo origen la palabra Revelación quiere indicar que algo oculto se hace visible, que aquello que estaba tapado por un velo se hace ver.

Desde una concepción tradicional, la revelación se da cuando, extra – mundo, manifestaba su ser por medio de palabras orales y escritas, de signos visibles y profecías, de experiencias y acontecimientos, se puede encontrar esta tendencia: quien está fuera y oculto se hace palpable a personas y comunidades. Por tal motivo, “lo divino aparece siempre para genuina experiencia religiosa como lo originario y trascendente, como lo que desde sí mismo llego al ser humano y se le abre. Por esto, no se siente nunca como creador de esa experiencia, sino su receptor” (Torres Queiruga, Andrés, 2008, pág. 27)

Desde una experiencia más actual, especialmente con la llamada Escuela de Tubinga y la Nouvelle Theologie, la revelación es, como afirma Andrés Torres Queiruga aquello que acontece entre ella (La Trinidad= toma la iniciativa y siempre presente), los seres humanos (que buscamos o nos percatamos de esa presencia) y la historia en la que se realiza (Torres Queiruga, Andrés, 2008, pág. 101). Porque estas tres dimensiones se entrelazan equilibradamente en la manifestación: lo divino – lo subjetivo – lo histórico. Es decir, este misterio que está y sigue revelándose con las personas en sus realidades, experiencias y momentos históricos, porque “la historia del mundo es la base de la historia de la revelación, y en la historia de la revelación la historia del mundo revela su misterio” (Torres Queiruga, Andrés, pág. 105).

Intercomunicación

Por lo tanto, la Revelación es considerada una comunicación, un diálogo, vivo, personal, comunitario entre la iniciativa divina como afirma la Constitución Dogmática Dei Verbum (Concilio Vaticano II – DV, 1965) y las personas que construyen con él ese plan salvífico en la vida concreta. Como afirma el teólogo Edward Schillebeeckx: “la revelación tiene que ver, por su propia naturaleza, con la experiencia humana. La revelación es una experiencia expresada con palabras; es acción salvífica de Dios en cuanto experimentada y expresada por el hombre” (Schillebeeckx, Edward, pág. 38).

Comprendida así, más que algo externo y lejano, es alguien cercano que, por amor, ama y quiere ser amado. Es alguien que busca la felicidad de quien ama, que sea feliz y construya el sentido de la existencia autorrealizándose y si es con él más feliz se pone. ¡Y se le nota, porque Ella (La Trinidad) no tiene barbijo ni mascarilla! La revelación, más que una palabra que cae del cielo es una voz que hace eco en la historia y en la vida de las personas, es la presencia siempre salvífica del Misterio de Dios Uno – Trino que ama hasta la locura, la locura del Misterio Pascual. Junto con nuestro hermano y teólogo español experimentamos a la Revelación, desde Jesús, como una mayéutica, porque “quiere indicar que, en última instancia, también ella es auto afirmativa. Porque la palabra bíblica informa e ilumina, pero no remite a sí misma ni a quien la pronuncia, sino que hace de partera para que el oyente perciba por sí mismo la realidad que ella pone al descubierto” (Torres Queiruga, Andrés, 2008, pág. 117).

“Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn. 4, 42)

La Trinidad que nos hace sonreír, es el que da la cara, se saca el barbijo, nos invita a su vida y propuesta, nos hace parte de su misterio y nos hace danzar de alegría en su presencia.

El/La Abba/Imma de Jesús, es el que nos acompaña en nuestra historia, haciendo de ella una manifestación de Salvación, redimiendo y favoreciendo la vida desde el Misterio Pascual.

La Ruah (Espíritu Santo) que vivimos, profesamos, celebramos y anunciamos es aquella que no tiene nada que ocultar ni nada de que prevenirnos, porque en su amor toda vida encuentra plenitud y sentido.

Es Ella (La Trinidad) la que nos revela su rostro, nos recapitula y desborda el cosmos y la historia de las señales de su presencia, cercanía y acompañamiento salvífico y Redentor.

Iglesia sin tapabocas

Desde Ella (La Trinidad) somos una comunidad de fe que no respira su propio aire, que abre las ventanas para que ingrese un poco de aire fresco (Aguirre, Carlos María, 2002) como dijo el gran Obispo de Roma del siglo XX, Juan XXIII, al convocar al Concilio Vaticano II.

Somos una comunidad de fe que contempla los rostros, caras, gestos, miradas, labios, ojos, de nuestros hermanos los seres humanos.

Somos una asamblea creyente que, al estilo de Jesús, brindamos motivos para seguir esperando, nos hacemos solidarios con la humanidad y estamos en medio como levadura no como masa.

Somos una fraternidad de fe, que se quita el velo y no oculta sus debilidades, miserias y a los delitos los denunciamos ante las justicias civiles para que no queden impunes.

Somos un pueblo de fe que nos dejamos acompañar y ayudar por la sociedad, que aprendemos de ella y nos ponemos a los pies para estar al servicio.

Somos un proyecto desde la fe, que contemplamos la vida y descubrimos en ella la presencia del Dios que se quitó el tapabocas.

Somos una plegaria que se eleva con confianza:

Espíritu, desbordante de alegría,
Es bello y necesario darte gracias,

porque las alegrías terrenales son buenas y nos invitas a celebrar todo lo que vivimos,
porque al disfrutar de la vida certificamos nuestra confianza en vos,
porque siempre estás renovándolo todo y no abandonas la obra de tus manos,
porque Jesús es un motivo de alegría para ustedes y para nosotros,
porque algunas mujeres de la Escritura nos revelan que alegría, libertad y servicio son indicios para la liberación integral de las personas y sociedades.

Espíritu, que nos haces sonreír,
que nuestra alegría sea perfecta,
sirviendo y alabando,
para que manifestemos con nuestras caras de redimidos que Dios es alegre,
que nuestra acción pastoral invite a sonreír,
porque la risa es un don que proviene de la Trinidad.

Espíritu del buen humor,
que nuestra vida en ti,

sea una mirada profunda y contemplativa de los signos de los tiempos,
que la alegría sea un don provocativo para que creyendo esperemos,
esperando amemos y amando sonriamos, porque nos amaste, amas y amarás.

Espíritu de la alegría,
que tus testigos Juan Pablo I, el Papa de la Sonrisa
y … (cada uno mencionar a esos testigos vitales que nos ayudan a sonreír)…
nos guíen a inclinarnos para servir y así podamos cantar:
¡Grandes cosas, hizo la Trinidad por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!
Por eso nuestra boca se llenó de risas.

 

Trabajos citados

Aguirre, Carlos María. (2002). Un poco de aire fresco. Revista Criterio, Nº 2271, mayo, 75.
Concilio Vaticano II – DV. (1965). Dei Verbum. Vaticano: Paulinas.
Schillebeeckx, Edward. (1982). Cristo y los cristianos. Madrid: Cristiandad.
Torres Queiruga, Andrés. (2008). Repensar la revelación. La revelación divina en la realización humana. Madrid: Trotta.