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Mariann Budde, la obispa que indignó a Trump, denuncia que “la polarización amenaza con destruirnos”

| 17/07/2025 - 12:25

  • La religiosa rechaza la “cultura del desprecio” que “ha normalizado el discurso del odio y fomenta la violencia”
  • Ya tras la toma de posesión del republicano, la líder de la Iglesia episcopaliana de Washington le afeó su desprecio de los más vulnerables
  • El mandatario le exigió una “disculpa” y la tachó de “pseudo-obispa” y “radical de izquierda”





El pasado 20 de enero, Donald Trump tomó posesión de su cargo y regresó a la Casa Blanca como 47º presidente de Estados Unidos (ya fue el 45º, gobernando en un mandato intermedio Joe Biden). Sus primeras horas en el poder fueron frenéticas y ya puso en marcha, vía decreto, medidas como salida de su país de la OMS o del Acuerdo de París, reiterando su negacionismo climático.



Aunque lo que más impactó fue su luz verde a las deportaciones masivas de migrantes, para lo cual desplegó a la Guardia Nacional en la frontera con México y aprobó que se pudieran organizar redadas en busca de personas sin su documentación en regla en colegios, hospitales… o iglesias.

Rechazo eclesial

Desde el principio, numerosas voces se alzaron en contra. En la Iglesia católica, el papa Francisco calificó esta política de “desgracia”. Horas después, el arzobispo Timothy P. Broglio, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, tachó estas medidas de “profundamente preocupantes”, pues “tendrán consecuencias negativas” y “perjudicarán a los más vulnerables entre nosotros”.

Con todo, el gran rapapolvo le llegó a Trump al asistir al final de su primera jornada presidencial a un oficio celebrado por Mariann Budde, obispa de la Iglesia episcopaliana de Washington. Ante el recién investido presidente, la religiosa le pidió tener “piedad de la gente que tiene miedo ahora”. Y, sin dudarlo, enumeró a los colectivos que debía proteger: “Hay niños gais, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes. Algunos temen por sus vidas”.

Budde también clamó por los migrantes, poniendo nombre y rostro a “las personas que recogen nuestras cosechas y limpian nuestros edificios de oficinas, que trabajan en granjas avícolas y plantas de empacado de carne, que lavan los platos después de comer en los restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales”.

“Puede que no sean ciudadanos ni tengan la documentación adecuada, pero la inmensa mayoría de los inmigrantes no son delincuentes. Pagan impuestos y son buenos vecinos”, concluyó ante unos ojipláticos Trump y su vicepresidente, J. D. Vance, católico converso que se bautizó en 2019.

Crítica presidencial

Visiblemente contrariado a la salida de la Catedral Nacional de Washington, donde tuvo lugar el servicio interreligioso, el mandatario dejó claro que “no pienso que haya sido un buen servicio, no. Podrían haberlo hecho mucho mejor”.

Pero, al comprobar el gran eco mediático generado por este sermón de la obispa, Trump fue más allá y, en sus redes sociales, clamó con gran enfado: “Esta pseudo-obispa que habló en el Servicio Nacional de Oración era una radical de izquierda que odia a Trump”. “Fue desagradable en su tono y no fue ni convincente ni inteligente… ¡Ella y su Iglesia le deben al público una disculpa!”, remató

Por su parte, Budde respondió a Trump en una entrevista concedida a la televisión CNN. En ella, la obispa admitió que, mientras hablaba, “miraba al presidente porque le estaba hablando directamente a él. También, como hago en cada sermón, estaba hablando a todos los que estaban escuchando esa conversación personal con el presidente”.

“Hermanos” y “compañeros”

Algo que hizo porque ve clave no perder de vista que “hay personas que tienen miedo en nuestro país”, tratándose todos esos colectivos mencionados de “hermanos” y “compañeros”. Consciente también de que todos ellos han sido zarandeados “en la campaña electoral”, su objetivo era “contrarrestar, lo más suavemente que pudiera, esa visión”, incidiendo en su “humanidad” y en que son parte activa de la “comunidad”.

En definitiva, con sus palabras buscó ante todo generar “un espacio para la misericordia y la compasión”, pues “las personas más vulnerables de nuestra sociedad” no necesitan ser retratadas “con los términos más duros”. Y menos cuando se trata de “nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros hijos”.

Ahora, meses después de la controversia, Budde, que es muy activa en las redes sociales, ha querido compartir el mensaje que ofreció tiempo atrás en el Kirchentag, “un encuentro en Alemania que reúne a más de 100.000 asistentes de más de 80 naciones para debatir sobre fe, cultura y política”.

Unidad, compasión y esperanza

Presente en una de las charlas, ante 4.300 participantes, reitera que “fue profundamente humilde e inspirador ser testigo de ese nivel de unidad, compasión y esperanza que reverberaba entre los asistentes”.

Un espíritu que quiere vivificar, dirigiéndose ahora al pueblo estadounidense, “con la esperanza de que os animen a seguir adelante en medio de todo lo que estamos afrontando ahora. Es útil recordar que no estamos solos y que personas de todo el mundo encuentran su esperanza en nosotros”.

Así, “uno de los mayores retos actuales en Estados Unidos es una cultura del desprecio que ha normalizado el discurso del odio y fomenta la violencia. La cultura del desprecio distorsiona la verdad y obstaculiza nuestra capacidad de mantener conversaciones significativas sobre nuestras diferencias reales”.

Profundamente divididos

En ese sentido, observa con tristeza que “estamos profundamente divididos, y la intensidad de esta polarización y la cultura del desprecio que la sustenta amenazan con destruirnos. La promueven activamente quienes, dentro y fuera de Estados Unidos, se benefician económica y políticamente de nuestras divisiones”.

Mariann Edgar Budde, obispa episcopaliana de Washington

Fruto de ello, en clave espiritual, es que “el testimonio cristiano en Estados Unidos también está dividido, porque somos parte del país en el que vivimos. Estamos bien representados en todo el espectro de lealtades políticas y polaridades sociales. Estamos influidos por las mismas presiones que los demás, y cometemos muchos de los mismos pecados”.

Por eso, “es esencial que los líderes cristianos hablen y actúen con humildad en la sociedad en la que vivimos, porque necesitamos el mismo perdón, misericordia y gracia que Dios nos llama a encarnar para los demás”.

Como agua en el desierto

Como ha comprobado tras el alud de críticas al sermón que predicó ante Trump, esta situación “ha revelado que profesar una fe arraigada en la misericordia, la dignidad, la honestidad y la humildad es como agua en el desierto para las almas resecas”. Aunque, afortunadamente, no son todos, pues también “hay innumerables personas de fe y de buena voluntad que alzan la voz y se manifiestan para cuidar de los más vulnerables y proteger lo mejor de Estados Unidos. No tenemos los micrófonos más ruidosos, pero seguimos aquí y no vamos a ir a ninguna parte”.

Preocupada, Budde señala que “seríamos de piedra si no nos sintiéramos desanimados algunos días y profundamente entristecidos por lo que vemos a nuestro alrededor. Pero recordemos que la esperanza no es algo que tengamos que conjurar por nuestra cuenta. Es una gracia que Dios nos da, que nos permite enfrentarnos al mal y a la muerte, sin dejar de creer que el Espíritu que afirma la vida está siempre actuando dentro de nosotros y a nuestro alrededor, haciendo el bien”.

De ahí que reivindique que “podemos estar a la altura de este momento, hacer lo que nos corresponde para detener a quienes están decididos a desmantelar las instituciones, destruir las barandillas de nuestra democracia y acelerar las mismas tendencias que necesitamos invertir para que sobreviva la especie humana”. Y es que, haciendo lo correcto, “una nueva vida surgirá de las cenizas de lo perdido”.

Porque, “como seguidores de Jesús, debemos defender la amabilidad y la dignidad inherentes a los demás”. Una revolución de la fraternidad que nace de lo pequeño y lo cotidiano: “Tenemos que basarnos cada día en nuestra propia amabilidad, extrayéndola de las fuentes del amor que Dios nos tiene, y rezar cada día pidiendo sabiduría, fuerza y gracia. Hay mucho en juego, y el éxito de nuestros esfuerzos no es seguro. Pero, para los cristianos, la desesperanza no es una opción”.

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