El cardenal Pedro Barreto Jimeno, presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (Ceama), ha interpelado a los líderes G7, grupo de los siete países con las economías más avanzadas: Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos.
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El purpurado, en el marco del Foro jubilar de los pueblos, celebrado en Canadá y organizado por Cáritas, habló de las secuelas que ha dejado la minería polimetálica en La Oroya (Perú), considerada la quinta ciudad del mundo más contaminada, producto de la minería.
“Yo no podía estar callado”, señaló tras abordar los principios de la doctrina social de la Iglesia, tomando como referencia textos de Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre la minería.
Otro aspecto abordado por el cardenal fue el de la deuda externa, que según datos del Banco Mundial para 2023 esta ascendía a 1.4 billones de dólares con intereses que alcanzaron el nivel más alto en dos décadas.
Por lo que estas cargas impositivas, producto de la deuda, comprometen los presupuestos nacionales, afectando a sectores esenciales como la salud, educación y medioambiente.
Condonar la deuda
Barreto invitó al G7 a frenar el consumo de productos asociados a la deforestación amazónica, a invertir en la recuperación de los ecosistemas degradados y a respetar los derechos de los pueblos indígenas.
“Asuman su responsabilidad frente a la crisis medioambiental”, remarcó al tiempo que ha pedido ver a los pueblos originarios como maestros del cuidado de la casa común, “son portadores de una sabiduría ancestral indispensable”.
Ha retomado el llamado que hiciera el papa Francisco cuando inauguró el Año Santo jubilar, condonar la deuda de los países más pobres.
También pidió reconocer la deuda ecológica que los países industrializados mantienen con el Sur Global, particularmente con los pueblos de la Amazonía, “cuyas tierras, ríos y formas de vida siguen siendo sistemáticamente agredidos por modelos extractivistas insostenibles”.
Testigos de esperanza
En este contexto, el cardenal Barreto insistió que la Iglesia está llamada a ser voz profética en defensa de la vida a la luz de la fe.
“Los que tienen el poder político, económico, pasarán a la historia como quienes no pudieron responder a este clamor de la humanidad que quiere justicia socioambiental”, advirtió.
En este sentido, ha apelado a la espiritualidad del pueblo creyente como vehículo de resistencia y transformación: “Cristo vive y Cristo es nuestra esperanza”.
Por lo que cada uno de los miembros de la Iglesia “tenemos que ser testigos de esperanza, de alegría y sobre todo dar esta buena noticia de que es posible un cambio para poder realmente vivir conforme al deseo de Dios”.