Si hay alguien que conoce de primera mano el dolor de tantos cristianos (y judíos y musulmanes) en Tierra Santa en este tiempo de guerra(s), ese es el obispo William Shomali, vicario general del Patriarcado Latino de Jerusalén y mano derecha del cardenal Pierbattista Pizaballa.
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Como explica en una conversación con Vida Nueva, no dejan de llegar noticias sangrientas que suman en la desesperación. Como la que llegó el pasado 22 de junio en Siria, cuando “un atentado en la iglesia ortodoxa de Mar Elias, en Damasco, conmocionó profundamente a los cristianos de Oriente Medio. Un terrorista suicida mató a 23 fieles e hirió a otros 63 durante la misa vespertina… El atentado más mortífero contra cristianos sirios en décadas”.
Frágil sensación de seguridad
Al parecer, “el atacante estaba influido por ideologías extremistas difundidas en algunas mezquitas radicalizadas. El atentado hizo añicos la frágil sensación de seguridad y revivió dolorosos recuerdos de persecuciones pasadas. Muchos cristianos de Siria temen ahora acudir a la iglesia por las continuas amenazas de los fundamentalistas, y algunos están pensando en abandonar el país”.
Y es que “el trauma, especialmente entre los niños, ha dejado a las comunidades afligidas y sacudidas espiritualmente. A pesar de los gestos de apoyo de las naciones árabes, la confianza en la protección se ha debilitado. La masacre se ha convertido en un símbolo de la vulnerabilidad cristiana en la región”.
A Shomali también le remueve las entrañas “la guerra de 12 días entre Israel e Irán”, que comenzó el 13 de junio cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lanzó ataques contra instalaciones nucleares y militares iraníes”. Crisis que condujo a “una fuerte escalada tras años de crecientes tensiones en torno al programa nuclear iraní”.
Destrucción y pánico
El régimen de los ayatolás “respondió con fuertes ataques de misiles y aviones no tripulados, causando destrucción y pánico, especialmente en Tel Aviv y Haifa”. Hasta que se globalizó definitivamente el conflicto y “Estados Unidos respaldó a Israel, convirtiendo el conflicto en una crisis más amplia”.
Tal y como aprecia el prelado, “arraigada en décadas de hostilidad, la guerra se desencadenó por las ambiciones regionales de Irán y el deseo de Israel de eliminar las amenazas de armas nucleares en manos de los iraníes. La guerra terminó bajo una fuerte presión de Estados Unidos: Trump exigió un alto el fuego, que Israel no podía rechazar, e Irán no podía permitirse luchar tanto contra Israel como contra Estados Unidos”.
En definitiva, “la intervención de Trump probablemente evitó una guerra más amplia que podría haber puesto en peligro la paz mundial”. Eso sí, la tensión bélica “llevó a cerrar todos los aeropuertos israelíes, perjudicó tanto a la economía israelí como a la palestina y alejó el sufrimiento de Gaza de los focos”.
Grave desastre humanitario
En cuando a la situación en Gaza, Shomali, nacido en 1950 en la localidad palestina de Beit-Sahour y consagrado obispo auxiliar de Jerusalén en 2010, muestra todo su dolor: “La Franja se enfrenta a un grave desastre humanitario. El hambre es generalizada debido al bloqueo y al conflicto. A mediados de 2025, casi dos millones de personas se enfrentan al hambre extrema, con una ingesta de alimentos por debajo de los niveles de supervivencia”.
Sin olvidar que, “trágicamente, muchos murieron mientras hacían cola para conseguir comida. Los niños, los ancianos y los grupos vulnerables son los más expuestos. La ONU advierte que la hambruna está cerca, a menos que se permita la entrada de más ayuda. Muchos habitantes de Gaza carecen de acceso a alimentos, agua potable y atención médica”.
La situación tampoco es mucho mejor en Cisjordania, donde “Israel aprobó en mayo su mayor expansión de asentamientos en décadas, señalando sus planes de anexionarse los Territorios Palestinos bajo los nombres de Judea y Samaria. Se autorizaron 22 nuevos asentamientos, incluso en zonas previamente evacuadas”.
Bloquear un Estado palestino
Una medida que “pretende consolidar el control israelí y bloquear la creación de un Estado palestino”. Hasta el punto de que “crece el temor de que los palestinos se vean obligados a huir a Jordania, al igual que los gazatíes podrían verse empujados hacia Egipto; ambos países se oponen firmemente a este tipo de desplazamientos. Los críticos internacionales califican la expansión de ilegal y de grave amenaza para la paz”.
En cuanto a la ciudad palestina de Belén, donde nació Jesús y que “antaño era un próspero lugar de peregrinación cristiana”, ahora “ha visto cómo el turismo se desplomaba a causa del conflicto. El número de visitantes ha caído a solo el 1% de años anteriores, devastando la economía local. Para la comunidad cristiana, que ahora solo representa el 1% de la población, es una crisis. Muchos dependen del turismo para obtener ingresos, y las familias tienen dificultades para cubrir sus necesidades básicas. Como consecuencia, cada vez más cristianos se plantean emigrar, lo que dejaría atrás una comunidad frágil y menguante que lucha por preservar su patrimonio”.

BELÉN (CISJORDANIA), 18/12/2023.- Un Niño Jesús que no está en el pesebre sino entre ruinas, como las que sepultan a diario en Gaza a muchos niños, es el nacimiento montado esta Navidad en una iglesia de Belén, en Cisjordania ocupada, en recuerdo de estas víctimas inocentes que mueren cada día en la Franja por la ofensiva militar de Israel. EFE/ Luis Ángel Reglero
En medio de todo esto, “el Patriarcado Latino de Jerusalén prosigue su vital labor humanitaria en Gaza y Cisjordania. A través de sus programas de ayuda, la Iglesia proporciona ayuda económica a las familias pobres, cubre el alquiler de viviendas, los gastos médicos, las tasas escolares y distribuye vales de comida. En Gaza, la comunidad cristiana depende totalmente del apoyo de la Iglesia. La mayoría se refugia en la parroquia de la Sagrada Familia, y su supervivencia hasta ahora se considera poco menos que un milagro”.
Pese a atravesar junto a su pueblo una densa noche oscura, Shomali alza la mirada al cielo, aplaude el apoyo de la cristiandad a nivel mundial y apela a no perder la esperanza: “Damos gracias al Señor por el apoyo que recibimos de diócesis y parroquias y sin el cual no podríamos llevar a cabo nuestros proyectos humanitarios en favor de los más necesitados”.