Ibrahim Faltas, vicario de la Custodia de Tierra Santa, clama al mundo con el corazón roto que el lugar en el que nació, murió y resucitó Jesús de Nazaret, “hoy más que nunca, necesita gestos concretos de verdad y palabras que se traduzcan en actos de justicia”. Así lo hace a través de Vatican News, donde este viernes 6 de junio firma una tribuna que busca remover conciencias.
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Con la mirada puesta en quienes sufren las consecuencias del ataque de Israel a la franja palestina de Gaza (ya hay 54.000 muertos y 123.000 heridos, además de que los dos millones de gazatíes padecen una situación de hambruna por el bloqueo que les infringe el Gobierno de Benjamin Netanyahu), el franciscano egipcio advierte que “la palabra ‘guerra’ hace pensar en ejércitos enfrentados, no siempre en igualdad de condiciones”, así como “en vencedores y vencidos”. Sin embargo, “la palabra ‘paz’ hace pensar en derechos y deberes mutuamente reconocidos de los pueblos, no solo en la ausencia de guerra”.
Sin nacionalidad, religión o raza
En este sentido, “Tierra Santa sufre y el dolor no se puede pesar, medir o calcular”. Del mismo modo que “no tiene nacionalidad, religión o color de piel”. Y es que, simple y llanamente, “sufren los que pierden un hijo, a menudo más de uno; sufren los que pasan hambre; sufren los que están enfermos y heridos; sufren los que llevan más de 600 días esperando a sus seres queridos, rehenes cuyas condiciones de vida o muerte se desconocen”.
Un toque de atención, este último, a Hamás (aunque no cita a la milicia terrorista, del mismo modo que no lo hace con Netanyahu), que inició la actual escalada de violencia con su brutal atentado en suelo israelí el 7 de octubre de 2023, en el que murieron unas 1.200 personas y otras 251 fueron secuestradas.
En este punto, Faltas recuerda que, precisamente hoy, “los musulmanes recordarán la Fiesta del Sacrificio, que conmemora el sacrificio de Abraham, a quien Dios pidió que sacrificara a su único hijo. El año pasado, en las mismas fechas, ocho meses después del trágico 7 de octubre de 2023, recordamos la profunda fe de Abraham, que creyó firmemente en Dios y, aun con el corazón desgarrado, confió en Su voluntad”.
Abraham tuvo que elegir
Lo que le lleva a reflexionar: “¡Abraham tuvo que elegir! ¿El amor sin límites por su único y amado hijo o el amor sin límites por Dios, que nunca traicionaría su amor?”. Ahora bien, “en Gaza no se puede elegir. Se sufre el mal sin poder elegir el bien. En Gaza, la muerte viene del cielo y del suelo: no puedes evitar las bombas y no puedes evitar la muerte si te acercas a la comida [esta semana han sido atacados puntos de reparto de alimentos, con varias víctimas], mortificado y humillado por el hambre y sin el derecho humano y reconocido a ser alimentado. Por estas y otras muchas razones, no lo llamemos guerra”.
Con una honda nostalgia, el religioso lamenta que “atrás quedaron los días y los recuerdos de la Fiesta del Sacrificio: días de alegría, de reuniones familiares, de regalos y ropa nueva. La tradición de comer cordero, un animal manso como Abraham, no es solo un signo de compartir en familia, porque la comida también se ofrece a los pobres, a los que no pueden alegrarse. Este año tampoco habrá corderos para comer y ofrecer. En Gaza todo el mundo es pobre y necesita de todo. Hay escasez de alimentos, escasez de agua, escasez de atención sanitaria, escasez incluso de cubrir a los muertos porque faltan sudarios”.
De ahí su dolor ante la constatación de cada día: “Los habitantes de Gaza sufren y mueren”. Además de otra aún más terrible: “No tienen elección”. De hecho, “mientras una mano ofrece supervivencia con alimentos, la otra empuña instrumentos de muerte. Se amplían las fronteras para conquistar tierras y se trazan nuevas carreteras para dividir. Se imponen casas destruidas y refugios improvisados, tratando de arrebatar a un pueblo su ‘hogar’”.
El sonido de la inhumanidad
Una palabra, esta última, que lleva la mente a la lumbre que caldea a una familia apretujada de amor… Pues, como concluye Faltas, “las palabras no son solo sonidos. Las muertes de niños en Gaza y en todo el mundo tienen el sonido lacerante de la inhumanidad. No lo llamen guerra; los niños de Gaza no la querían, no tenían elección”.
Días atrás, ya resonó con mucha fuerza la denuncia del Ibrahim Faltas en otro artículo publicado en Vatican News. Ahí, concretamente, relató el desgarro que, unos días antes, se vivió en el Complejo Médico Nasser. De pronto, Alaa, una de las médicas que “han ayudado y salvado a muchos niños durante estos largos meses de guerra, a pesar de la falta de equipos y medicinas”, se encontró con que su casa había sido atacada con dos misiles mientras sus diez hijos y su marido (también médico en el hospital) estaban dentro.
Como explicó el religioso, “el nombre del único superviviente de los hermanitos que murieron en Gaza es Adam”. Solo llegaron al hospital con vida, aunque “en estado grave”, el niño y su padre, Hamdi. Alaa “estaba de guardia cuando llegaron las ambulancias para trasladar a su familia, destrozada en sus cuerpos y en sus espíritus. Dos padres amorosos de diez hijos, médicos generosos y competentes de niños enfermos y heridos, a quienes la violencia de la guerra ha privado de su bien más preciado”.
No eran enemigos
De ahí su reflexión en voz alta: “La madre de Adam le dio la vida a él y a otras nueve criaturas. ¿Los parió ya como enemigos de alguien o de algo? Esa madre, cuando se pone la bata de laboratorio, ¿salva y cura a otros niños, ayuda a vivir a posibles enemigos de alguien? ¿Por qué? En Gaza, la vida tiene el mismo valor que la vida de todos los seres humanos. La vida de los niños nacidos en Gaza no está contaminada por el odio, como no lo está la vida de cada criatura nacida en el resto del mundo”.
Por ello, “quienes creen que está bien matar a niños y bebés en Gaza porque los consideran enemigos, no conocen el bien. Los niños, todos los niños, cuando se les quiere, cuando se les protege del odio, cuando se defienden sus derechos, se convierten en hombres y mujeres de paz”.
Con un profundo pesar, lamentó cómo esta es una historia de muchas. Como la que acababa de conocer “esta mañana”, cuando “un ataque aéreo ha alcanzado una escuela y un vídeo muestra a una niña intentando escapar entre las llamas que están a punto de envolverla”. “Niños sin culpa” y “a los que alguien considera enemigos a los que hay que eliminar”.
Eso es lo que hoy ocurre en Gaza, donde “la edad más bella y verdadera de la vida está mancillada por la inmoralidad de la violencia y lo absurdo del odio”.