Desde que el 13 de junio Israel atacara a Irán, en los días siguientes ambos países no dejaron de bombardearse. Una escalada a la que, el sábado 21, se sumó Estados Unidos, decretando el presidente republicano, Donald Trump, una operación que arrasó varios puntos claves del programa nuclear del régimen de los ayatolás. Una aceleración de los acontecimientos que ayer, lunes 23, se concretó en una operación militar iraní contra la base militar estadounidense en Qatar.
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Con todo, al menos por ahora, ese parece ser el último episodio de esta crisis, pues desde Teherán se avisó de su acción y apenas se registraron daños materiales y tampoco hubo que lamentar víctimas. Un gesto valorado desde Washington y Tel Aviv y que ha llevado a Trump, a las pocas horas, a anunciar “un alto el fuego de 12 horas entre Israel e Irán”.
Dormir entre bombas
Mientras el mundo contiene la respiración ante la inestabilidad en Oriente Medio, la Iglesia continúa con sus llamamientos constantes al diálogo y a la paz. En ese sentido, está siendo muy visible el posicionamiento del cardenal Dominique Joseph Mathieu, arzobispo de Teherán-Isfahán. En un mensaje enviado a ‘Asia News’, este ilustra la situación cotidiana que se vive en un país, Irán, que de pronto está en guerra contra Israel y Estados Unidos: “Antes del amanecer, nos despertamos con el ruido ensordecedor de los aviones de combate y los drones que lanzan sus bombas, y con las impresionantes ráfagas de la defensa aérea que se encarga de la interceptación. Uno se acostumbra a volver a dormirse, sin poder descansar realmente”.
Así, “lo primero que se hace al levantarse es subir a la terraza de la azotea para observar las columnas de humo, que indican los lugares bombardeados. El otro ritual es abrir la puerta de entrada y echar un vistazo a la calle, vacía de coches y personas de un extremo a otro, salvo por un gato demacrado en busca de cariño y algo de comer”.
Además, “la mayoría de las tiendas están cerradas”, con la excepción de “algunas tiendas de alimentación y panaderías donde abastecerse a precios que aumentan día a día”. Pero lo peor es constatar que “los días ya no transcurren como antes. Largos silencios, en los que el más mínimo ruido suscita el temor de un nuevo ataque, interrogan a las mentes sobre si es el momento de emprender algo o no”.
Jesús parece ausente
En pleno reino de la “preocupación”, todos los ciudadanos de Irán “nos preguntamos por qué Jesús parece ausente, sobre todo ahora que los elementos se desatan. Y al final acabamos sacudiéndolo para despertarlo, para que haga algo. En la barca, que es la Iglesia, nos recuerda que está presente. Exponer su cuerpo eucarístico bajo el estruendo de los disparos restablece el silencio en la mente y manifiesta que, aunque el mar esté agitado, él está a bordo y calma la tormenta”. Y es que, para Mathieu, “el Señor es la única conexión estable, que hay que alimentar con la oración para no sucumbir a las seducciones del mal”, que al final es el que provoca “que nos hundamos”.
En un plano más político, el cardenal concluye que “la escalada surrealista de ataques y contraataques, asistida por aliados para unos y cómplices para otros, en lugares extremadamente sensibles, hace temer lo peor, llevando a creer que ya no hay límites, que todo es posible y justificable, como ‘lograr la paz con la guerra’”.
Una andanada que repite estos días constantemente Trump y que, pese a la débil tregua alcanzada, no parece reflejar un cambio profundo de mentalidad, pues “la paz no significa silenciar por miedo. La paz se consigue mediante la resolución pacífica de los conflictos, trabajando por la justicia, la reconciliación y la dignidad humana”. Algo que, en cambio, en estas horas difíciles, sí encarna “el papa León XIV, que invoca la paz, la calma y el orden, y pide ‘¡que la diplomacia haga callar las armas!’”.