Pedro Brassesco: “Debemos seguir siendo escuela y testimonio de sinodalidad”

Secretario General Adjunto del CELAM

Pedro Brassesco tiene grabadas a fuego las palabras de Francisco a la presidencia del CELAM en su último encuentro en octubre de 2024, cuando se le planteó qué esperaba de la Iglesia latinoamericana y caribeña para la implementación del Sínodo. Solo pidió una cosa: “Sean audaces, sean audaces”. Con esta valentía, el sacerdote argentino analiza para ‘Vida Nueva’ el futuro de la institución ahora que cierra su etapa como secretario general adjunto.



PREGUNTA.- Setenta años de historia, ¿de mirada al pasado o al futuro?

RESPUESTA.- Celebrar 70 años no es solo un ejercicio de memoria agradecida, sino una oportunidad privilegiada para proyectar la misión en clave de futuro. Hoy el CELAM se ve interpelado por una profunda transformación eclesial y epocal. La fidelidad a su origen, como espacio de colegialidad, comunión y servicio a las Iglesias del continente, exige optar por la continuidad y por la apertura a las novedades que el Espíritu presenta a través de la realidad. Este tiempo es un kairós, no para la mejora en la gestión y administración, sino para el discernimiento valiente y la conversión pastoral.

El proceso de renovación y reestructuración de los últimos años es un signo de esperanza. No fue una mera reingeniería organizativa, sino un proceso eclesial que, inspirado por el Sínodo para la Amazonía y en sintonía con ‘Evangelii gaudium’ y ‘Querida Amazonía’, asumió una conversión estructural, espiritual, cultural y pastoral. En ese espíritu, el CELAM se ha ido configurando como espacio de escucha, diálogo, aprendizaje colectivo, e impulso para una Iglesia en salida, desde las periferias hacia el centro.

La Palabra, en el centro

P.- Durante los últimos cuatro años se ha sumergido de lleno en el día a día del CELAM. ¿Qué retos ve por delante?

R.- Son varios. Veo un CELAM iluminado por la Palabra, que implica no solo ponerla en el centro, como fuente de discernimiento para los procesos que lleva adelante, sino también promover su escucha e interiorización. Es importante retomar su rica tradición como referente de animación, formación y espiritualidad bíblica. Y todo para favorecer el encuentro personal y comunitario con Jesucristo. Se trata de la dimensión misionera y evangelizadora. Si no, quedaría reducido a una estructura burocrática.

Esto requiere estar al servicio del Pueblo de Dios que peregrina en América Latina y el Caribe, pero nos podemos preguntar si es posible que sirva también al que peregrina en otras tierras como consecuencia de los procesos migratorios. Las circunstancias de los migrantes son acompañadas por la Red Clamor, pero hablo de los millones de migrantes latinos que ya viven en otros países, donde muchas veces buscan preservar su identidad y raíces, expresadas en formas y tradiciones religiosas.

Se precisa la vinculación con organismos episcopales de otras regiones para colaborar en procesos que ayuden a quienes han migrado a vivir la fe integrándose en sus nuevas comunidades, pero también haciendo posible que encuentren en sus tradiciones una expresión viva de su espiritualidad que enriquezca otros ambientes.

Secretario General Adjunto del CELAM

P.- En un tiempo de polarización, también eclesial, ¿qué papel juega el CELAM?

R.- Contribuye a la comunión y colegialidad de los obispos. Aparece como un modelo que presenta las relaciones mutuas entre la eclesialidad, la sinodalidad, la ministerialidad y la colegialidad. Consolidemos la identidad sinodal como praxis habitual. La sinodalidad no es solo un método; es la forma de ser Iglesia que el Espíritu nos reclama. El CELAM debe seguir siendo escuela y testimonio de una sinodalidad que integra a todo el Pueblo de Dios.

Su estructura debe estar siempre en vías de renovación, al servicio del camino conjunto y, sobre todo, no volviendo a la lógica de eventos, sino sostenerse en la opción de fomentar y acompañar procesos. Por ello, es importante seguir acentuando de manera creíble la corresponsabilidad del Santo Pueblo de Dios en la gestión eclesial y los procesos de evangelización. Dar pasos significativos mediante gestos concretos, creíbles. Todo esto es posible si existe un profundo espíritu de comunión y colegialidad entre los obispos.

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