Ha comenzado la 118.ª Asamblea Plenaria de los obispos colombianos. Los cuatro sinodales abrieron la sesión con un espacio de diálogo que denominaron “El corazón de la sinodalidad”.
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Así pues, el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá; los arzobispos Ricardo Tobón Restrepo de Medellín y José Miguel Gómez Rodríguez de Manizales, junto con Gloria Liliana Franco, presidenta de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR), disertaron sobre los “posibles caminos” para hacer realidad la sinodalidad.
Franco evocó las mesas redondas del aula Pablo VI, un ejercicio que permitió a todos y todas estar de tú a tú, mientras que el cardenal Rueda recordó el clima de fraternidad, diálogo, construcción que se vivió.
Mientras que Gómez sostuvo que el Sínodo fue una oportunidad para descubrir a tantas personas ir al encuentro con el Papa Francisco, “ver en el ministerio petrino la unidad de la Iglesia”.
Tobón apeló a la sinodalidad con la imagen de la caravana de hijo de Dios como un grupo de personas, “una prolongación de lo iniciado en 2021 cuando todas las iglesias se reunieron a escuchar”, animados por el papa Francisco.
Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de Cartagena y presidente de la Conferencia Episcopal. Durante su alocución, el purpurado reafirmó el compromiso de ser una Iglesia misionera y sinodal, transmisora de esperanza en este país que enfrentan grandes desafíos sociales.
En su discurso, el purpurado resaltó la importancia de avanzar en un camino de comunión, promoviendo la unidad y el acompañamiento a las comunidades más vulnerables, aquellas que sufren el flagelo de la violencia y anhelan con esperanza despertar algún día en un país reconciliado.
Retos después del Sínodo
Francisco Javier Múnera, presidente del Episcopado, durante la apertura señaló que “la sinodalidad no es una moda pasajera sino un estilo de vida que no se agota y que servirá para fortalecer la unidad al interior de la Iglesia”.
Para el prelado el horizonte sinodal de todos los creyentes debe centrarse en“vivir la comunión, realizar la participación y promover la misión”.
El Sínodo 2021-2024 ha dejado “grandes retos” en la Iglesia colombiana – dijo Múnera –por lo que “tendrán que ser implementados ahora en las diferentes instancias eclesiales, promoviendo la participación y la escucha del pueblo de Dios”.
Agradeció a los sinodales de Colombia “su generosidad” tras haber participado en las dos sesiones realizadas en Roma, toda vez que ha pedido a todos traducir en gestos concretos de esperanza este Año Santo.
La reconciliación es una tarea urgente sobre todo “en un país que sigue sufriendo los estragos de la violencia”, por eso, la Iglesia “se compromete a seguir promoviendo la justicia social y el acompañamiento a las comunidades más vulnerables, en especial, a migrantes, jóvenes y personas privadas de libertad”.
Solidaridad latinoamericana
Los obispos de América Latina han expresado su cercanía a los colombianos. “Ustedes son los embajadores de nuestro Señor Jesucristo, testigos y hacedores de misericordia, artesanos de la justicia, la paz y la reconciliación”, dijo Pedro Brassesco, secretario general adjunto del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam).
El sacerdote destacó que en este año jubilar hay “camino para alimentar y robustecer la esperanza”, que es compañera insustituible para alcanzar la meta superior de todo creyente: el encuentro con Jesucristo.
“Ser pobre con los pobres”, es una premisa vigente para responder a las necesidades pastorales de los pueblos del continente desde la fe cristológica propuesta en Aparecida, por lo que resulta clave “escucharlos y considerarlos como sujetos de evangelización, aprendiendo juntos a reconocer los carismas que reciben del Espíritu”.
Foto: CEC