En 1625, san Vicente de Paúl fundaba la Congregación de la Misión para evangelizar a los pobres y formar sacerdotes comprometidos con la caridad y la justicia. Hoy, 400 años después, su superior general, Tomaz Mavric, conversa con ‘Vida Nueva’ sobre el futuro de la misión tras asistir al cierre de este jubileo en un congreso celebrado en Madrid.
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PREGUNTA.- ¿Cómo se mantiene la fidelidad a un carisma a lo largo de 400 años?
RESPUESTA- Para nosotros, la estabilidad es algo que sigue siendo un desafío. Tenemos que mejorar, sentir con el corazón qué significa este voto. No es solo una promesa así, de hoy para mañana, y que el pasado ya no cuenta. Tenemos que ponerlo en valor, y ahí yo me pongo en primer lugar.
Es el enamoramiento total de Jesucristo, el carisma, la espiritualidad, que es cristocéntrica: Jesús está en el centro, tenemos que estar enamorados de él, y él tiene que figurar en primer lugar. No puede haber nada más grande o más importante que él. En momentos de crisis, de dudas profundas, o cuando uno se siente totalmente destrozado, ahí hay que admirar a Jesús, acercarnos al tabernáculo, adorarlo en el Santísimo Sacramento.
Ahí tenemos que buscar la respuesta. Pongo un ejemplo: hay un paúl francés del que se está preparando la fase diocesana para abrir su causa de beatificación, el padre Vincent Carme. Vivió muchos años en Madagascar y fundó una hermosa obra, que continúa hoy: acogió a pueblos y tribus, especialmente, a una que las demás trataban –y todavía tratan– como animales. Literalmente, no los aceptan como seres humanos; les faltaba de todo.
Él los integró, los puso junto a los demás. Así fue creciendo en su santidad. Ya de regreso a Francia, en un centro de reposo para ancianos, tenía momentos muy difíciles, se perdía… ¿Y dónde lo encontraban? En la capilla. Abría el tabernáculo y ponía la cabeza dentro, y ahí hablaba con Jesús. Eso para mí es un ejemplo de cómo él se enamoró y permaneció enamorado de Jesús durante toda su vida.
Impulso juvenil
P.- En el mensaje del papa Francisco por su aniversario, les instaba a acercarse a los jóvenes. ¿Cómo lo están haciendo? ¿Necesitan ese ‘impulso juvenil’ para seguir con su misión?
R.- Sí, necesitamos el impulso juvenil. Es importante que nos demos cuenta de que no hemos sido enviados solo para impartir los sacramentos, para la propagación de la fe por medio de la palabra y la evangelización por medio de la enseñanza. También estamos llamados al contacto directo con los pobres. Entiendo que los jóvenes son personas que sueñan, que aman la aventura. Cuanto más difícil, más atractiva, más quieren ir, ponerse en camino, ensuciarse las manos. Entonces, en la misión, es eso que tantas veces encontramos. Y pienso que aquí hay un punto que podemos –más aún, que debemos– aprovechar.
P.- Es usted superior general desde julio de 2016. ¿Cómo ha vivido estos años? ¿Ha habido cambios significativos en el mundo que se hayan reflejado en la congregación?
R.- Fue un momento en el que me podría haber entrado miedo o, al revés, sacar pecho. No sentí ninguna de esas dos sensaciones, solo mucha tranquilidad, y di gracias a Jesús por ello, porque es misericordioso conmigo, y más en estos años. Cada vez más y más, me doy cuenta, en momentos muy concretos, de la misericordia de Jesús, que me sigue aguantando tal como soy.
Y en términos de cambios, por ejemplo, puedo decir que estamos queriendo desarrollar cada vez más el área de comunicación dentro de toda la congregación. Queremos que la comunicación no sea solo una herramienta funcional, sino una verdadera expresión del carisma vicenciano, que conecte comunidades, visibilice nuestra misión y fortalezca el sentido de pertenencia.