‘Habemus papam’ Y es León XIV. Robert Prevost es el nuevo papa de la Iglesia católica. A las 19:15 horas ha anunciado el nombre del nuevo pontífice al mundo
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“¡La paz sea con todos vosotros! Queridos hermanos y hermanas, con este primer saludo de Cristo resucitado, yo también quiero que este saludo de paz entre en vuestros corazones, en vuestras familias, ¡a todos vosotros! ¡Que la paz sea con vosotros!”. Estas han sido sus primeras palabras como papa de León XIV, quien ha explicado que “esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, que ama a todos incondicionalmente”.
Las palabras de Prevost como Papa han sido toda una declaración de intenciones. La paz, la justicia con los que sufren y, sobre todo, ha subrayado algo que era una de las principales preguntas en estas semanas: bajo su pontificado, la sinodalidad sigue adelante.
Asimismo, el nuevo papa ha tenido unas palabras de recuerdo al papa Francisco: “El papa que bendecía a Roma, dio su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana de Pascua. Quiero continuar con su bendición. Dios os quiere a todos, Dios os ama a todos. El mal no prevalecerá, estamos todos en manos de Dios. De la mano de Dios, vamos hacia delante”. “Ayudanos a construir puentes para ser un único pueblo siempre en paz. Gracias, papa Francisco”, ha continuado, subrayando su sueño para la Iglesia: “Una Iglesia misionera, siempre abierta a todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia”.
Y es que el nuevo papa quiere “una Iglesia sinodal, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca estar junto a aquellos que sufren”. “Permitidme rezar siempre junto a vosotros. Pidamos por esta nueva misión y por la paz en el mundo”, ha añadido. Finalmente, ha dedicado unas palabras, “un saludo, a todos aquellos, en particular, a mi querida diócesis de Chiclayo en el Perú. Una diócesis “de un pueblo fiel que ha acompañado a su obispo”.
Robert Prevost, un papa agustino
No estaba en las quinielas de Trump, que se quería a él mismo o a Timothy Dolan como futuro papa. Pero hay figuras que llegan a Roma en silencio y, casi sin hacer ruido, se convierten en imprescindibles. Robert Francis Prevost es una de ellas, y, ahora, es el nuevo papa. Prevost era, hasta este momento, el prefecto del Dicasterio para los Obispos, y es el primer papa norteamericano.
Nacido en Chicago, pero con alma profundamente latinoamericana, este agustino de 69 años ha emergido como uno de los nombres clave en el tablero sucesorio del Vaticano. De hablar pausado, mirada afable y convicciones firmes, es de esos líderes que prefieren construir desde dentro antes que buscar los focos. Unos focos que, sin embargo, ya le han encontrado.
Prevost es un hombre muy discreto. Rara vez concede entrevistas y evita a toda costa el protagonismo mediático. Sus hermanos agustinos lo definen como sereno, templado. Sin embargo, desde que el papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos en 2023 —el organismo que elige y nombra a los nuevos obispos de todo el mundo—, Prevost se ha convertido en una figura de peso dentro del núcleo de decisiones más delicadas del Vaticano. Y no es casualidad. Francisco no solo le puso al frente de uno de los departamentos más estratégicos de la Curia; también le hizo cardenal en tiempo récord y se aseguró de integrarle como miembro de Doctrina de la Fe.
Misión en Perú
Pero su historia no comienza en Roma. En la década de los 80, Prevost fue enviado como misionero agustino al norte de Perú, a la diócesis de Chulucanas. Allí vivió más de una década, entre pobreza y fe viva. Es en ese contexto de misión donde forjó su visión de Iglesia. Después, fue superior general de los agustinos durante dos mandatos (2001–2013), y luego volvió a Perú como obispo de Chiclayo. Allí mantuvo ese mismo estilo: pastor sencillo, cercano, con oído fino para detectar líderes locales y formar nuevas vocaciones. Cuando Francisco lo llamó a Roma, ya tenía claro que no quería simplemente un gestor. Quería estar más allá de los despachos.
Su designación como prefecto de Obispos fue interpretada por muchos como una clara señal del Papa: la reforma no solo debía continuar, sino enraizarse en los nuevos liderazgos. Por ello, no han sido pocas las críticas que han surgido contra su figura de cara al cónclave que se avecina. Los reproches: cierta tibieza doctrinal, especialmente por su apertura a procesos de escucha en torno a temas delicados como el rol de la mujer o el acompañamiento a personas LGTBI. Aunque la realidad es que él rara vez entra en debates públicos.