¡Habemus papam! En la cuarta votación ha llegado la ansiada fumata blanca, acompañada del repique de seis campanas en la Basílica de San Pedro. La Iglesia católica tiene nuevo papa, aunque todavía quedarán unos minutos para conocer el nombre del hombre que está llamado a relevar a Francisco.
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A las 18:09 horas ha salido el humo de color blanco por la chimenea provisional instalada en la Capilla Sixtina mientras 50.000 fieles esperaban en la plaza de San Pedro.
El cardenal camarlengo, Kevin J. Farrell, ha sido el encargado de añadir los productos químicos necesarios, junto con las papeletas del escrutinio, para conseguir ese tono y prolongar el efecto.
Este humo blanco llega apenas 24 horas después de que se iniciara este procedimiento que ha traído a Roma a más de 4.000 periodistas de todo el mundo y que, en esta ocasión, se ha mostrado más abierto que nunca debido a la descentralización del Colegio Cardenalicio impulsada por Francisco, que ha nombrado a cardenales de todos los puntos cardinales.
En unos minutos el cardenal protodiácono, el francés Dominique Mamberti, se asomará a la logia central de la Plaza para presentar al mundo al nuevo Pontífice -a menos que este sea él mismo, que entonces le tocará el anuncio al siguiente cardenal de le orden de los diáconos, el nuncio apostólico en Siria, Mario Zenari-.
Aunque probablemente no se conozca nunca el número exacto de votos recibidos -el cónclave es secreto y revelar detalles, a menos que lo dispense el Papa, conlleva la excomunión-, la realidad es que el elegido ha tenido que alcanzar, al menos, los 89 necesarios, es decir, mayoría de dos tercios.
Así serían los primeros minutos del Papa
Tras superar la barrera de los 89 votos, el cardenal indio George Jacob Koovakad, ex prefecto para el Diálogo Interreligioso, previsiblemente ha abierto las puertas de la Capilla Sixtina al tiempo que tocaba unas campanas requiriendo la presencia del secretario del Colegio Cardenalicio, Ilson de Jesús Montanari, el maestro de las celebraciones litúrgicas, Diego Ravelli, y dos ceremonieros.
Este papel de abrir y cerrar las puertas del cónclave le pertenece a Koovakad ya que ha sido el último de los cardenales diáconos creados por el papa Francisco.
Todos ellos habrían entrado al cónclave para levantar acta de cómo, en latín, el cardenal decano del cónclave, Pietro Parolin, le pregunta al elegido si acepta su elección canónica como Sumo Pontífice.
Al aceptar ser papa y cabeza del Colegio Episcopal le ha pedido el nombre con el que quiere ser llamado. Y, este, ha pronunciado la siguiente fórmula: “Me llamaré…”.
En este caso, también hay plan b si el elegido papa es Parolin, pues, entonces, el que pregunta si acepta es el cardenal Fernando Filoni, segundo en la orden de los cardenales obispos.
Tras dar su nombre, se ha anunciado la fumata blanca y el ya nuevo pontífice se ha dirigido a la sacristía -la llamada Sala de las Lágrimas-, donde le espera la vestimenta papal en diferentes tallas. Es su decisión salir solo con la sotana y la esclavina blanca, como Francisco, o, por el contrario, recuperar la muceta roja y el roquete de Benedicto XVI.
Una vez vestido de blanco, el nuevo papa se ha sentado en la sede colocada delante del altar de la Sixtina. Es una costumbre no escrita que el secretario le entregue el solideo blanco al pontífice y este le haga entrega del suyo rojo. Así, Montanari sería creado cardenal en el primer consistorio del nuevo papa, como pasó con el cardenal Lorenzo Baldisseri en el cónclave anterior, aunque esto es decisión papal.
Una vez sentado el papa, Parolin habría invitado a escuchar el Evangelio y el cardenal Mamberti lo habría leído. Tampoco sabremos cuál es, pero hay solo dos opciones posibles: Mateo, 16 o Juan, 21.
Después, el primer cardenal del orden de los presbíteros, el bosnio Puljić Vinko, habría pedido una oración por el papa.
A continuación, es tradición que se produzca el saludo de todos los cardenales por orden de precedencia como un acto de obediencia y reverencia. Al término de los saludos, todos cantan un ‘Te Deum’ antes de que el pontífice ponga rumbo al balcón para presentarse ante el Pueblo de Dios tras el anuncio del ‘habemus papam’ del cardenal protodiácono.

Los cardenales, en la Capilla Sixtina
La realidad es que desde este momento se da por concluido el cónclave, con una jornada que comenzó temprano para los purpurados. A las 07:45 fueron trasladados al Palacio Apostólico para celebrar la misma y rezar laudes en la Capilla Paulina. Luego se dirigieron a la Capilla Sixtina donde rezaron la Hora Media y procedieron a las dos votaciones, que dieron lugar a esa fumata negra a las 11:50 horas.
Al concluir regresaron a la residencia de Santa Marta para almorzar y, de nuevo, poco antes de las cuatro de la tarde, se dirigieron nuevamente a la Sixtina para el siguiente turno de votaciones que ha dado lugar al ‘habemus papam’