El caso (Angelo) Becciu se ha convertido en la mayor preocupación del centenar largo de cardenales que ya participan en las congregaciones generales que están llamadas a preparar el cónclave que elegirá al próximo papa.
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El purpurado italiano, que llegó a ser el ‘número 3’ del ‘staff’ vaticano y posteriormente despojado por Francisco de todos sus derechos como cardenal, quiere entrar en la Capilla Sixtina para votar y poder ser votado.
Y los purpurados que se reunieron este jueves se sienten atados de pies y manos porque no saben cómo resolver algo más que un mero quebradero de cabeza. “No saben por dónde salir, es un problema serio”, comentan a Vida Nueva fuentes eclesiales conocedoras de la tensión que se está viviendo en el interior de la reunión púrpura a costa de esta polémica.
Mayor caso de corrupción en la Iglesia
El que fuera sustituto de la Secretaría de Estado y prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos fue cesado por el fallecido Jorge Mario Bergoglio al constatar que estaba envuelto en el mayor caso de corrupción en la historia reciente de la Iglesia.
Prueba de ello es que posteriormente fue condenado por los tribunales vaticanos a cinco años y seis meses de prisión, por participar en la malversación de más de 200 millones de euros de la Santa Sede, esto es, un tercio de los fondos de la Secretaría de Estado.
A priori, si Francisco le manifestó personalmente, y después públicamente, el veto a participar en este proceso, no habría más margen de maniobra para Becciu. Sin embargo, desde el punto de vista canónico, no resulta tan sencillo.

Los cardenales peruanos Carlos Castillo y Pedro Barreto en las congregaciones generales previas al cónclave
Se podría impugnar la elección del nuevo papa
Según ha podido confirmar Vida Nueva, los cardenales no han podido encontrar decreto alguno firmado por el papa Francisco que avale esta medida que buscaba ser ejemplarizante para el resto de purpurados y, en general, para todos los católicos. “Si no hay documento escrito, es como si no se hubiera tomado la decisión”, detalla un canonista a esta revista.
La única prueba que podría probar la expulsión de Becciu del cónclave es un comunicado de la Sala de Prensa de la Santa Sede en el que se informa de la decisión de Jorge Mario Bergoglio de defenestrar al cardenal. Sin embargo, no tendría validez jurídica alguna.
No se trata de un detalle menor, puesto que, si Becciu quisiera, podría impugnar la elección del próximo Pontífice, con la extrema gravedad que esto supone puesto que pondría en duda la legitimidad del proceso.
Sentencia condenatoria aún abierta
Tampoco se puede tomar como válido que el Papa se lo dijera de viva voz. “Cuando no está la autoridad que ha tomado esa sanción, porque ha fallecido, como es el caso, la vigencia del castigo se da por extinguida”, explica un especialista que está asesorando a los cardenales en cómo afrontar esta particular crisis.
A esto se suma que el propio Becciu tiene recurrida su dictamen judicial, por lo que, de alguna manera, el hecho de que el suyo continúe siendo un caso abierto y su sentencia no sea firme, jugaría también a su favor a la hora de poner en duda el hecho de que no pueda ni votar ni ser votado en el cónclave.
¿Hay solución a la vista? De momento, no. La incertidumbre sobrevolaba ayer sobre las congregaciones generales. A priori, según comentan a Vida Nueva, los cardenales presentes no quieren adoptar decisión alguna hasta que no participen en estas reuniones todos los cardenales electores.
Y es que, aunque ayer eran 113 los que estaban presentes en este encuentro a puerta cerrada, una gran parte de ellos son mayores de 80 años. “Quieren seguir estudiando a fondo todavía más el caso. Pero, a priori, se decantan por someter a votación si Becciu debe o no participar en el cónclave”, cuenta otra fuente vaticana.