Obispos de Colombia recrean “las siete palabras” desde los territorios crucificados por la violencia

Los rostros de Cristo están presentes en todo el país que sufre el flagelo de la guerra, la corrupción y abandono gubernamental

El Señor de los Milagros de Buga

Este Viernes Santo la Iglesia de Colombia recuerda el Sermón de las siete palabras, por lo que siete obispos en las zonas de conflicto han compartido sus reflexiones a ese Cristo crucificado todos los días por la violencia.



Desde el pacífico hasta el oriente, los prelados en medio del dolor de las poblaciones que claman justicia, atención, paz y reconciliación, anuncian que la esperanza no defrauda, invitando a los colombianos a ser como el Cirineo.

1) El poder del perdón

Wiston Mosquera, obispo de Quibdó y primer obispo afrocolombiano de la historia, clama “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lo dice quien tiene que lidiar a diario con paros armados y denunciar masacres.

Sin embargo, insiste que el camino es el perdón, parafraseando al papa Francisco, señaló que se debe recuperar la fraternidad para lanzar la pregunta: “Si creemos en Él, ¿cómo le hacemos daño a otros?”.

El obispo recuerda la estela de dolor del conflicto en “el Chocó, el Catatumbo y el Cauca”, que “siguen regados de sangre”, porque ¿de qué sirve rezar el Viernes Santo si no cambiamos los hábitos que matan?”.

Así como Cristo perdonó a sus verdugos, guerrilleros, políticos y ciudadanos están invitados a “deponer el odio”, porque “nadie gana con la violencia; todos perdemos hasta el último pedazo de humanidad”.

2) Esperanza concreta

“Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Con la promesa de la vida eterna, Jesús materializa la esperanza. Con la que Rodrigo Gallego Trujillo, obispo de Palmira, sufragánea a la arquidiócesis de Cali, pone en perspectiva la “cultura del descarte”.

Lamenta que en Colombia persiste la obsesión del poder y el dinero, “raíz de nuestra corrupción”, por eso, “Cristo nos recuerda que la vida plena no cabe en una cuenta bancaria”.

Hizo un llamado a “no encerrarnos en nosotros mismos” y encontrar en la Eucaristía “el paraíso en la tierra”, por supuesto, en la entrega generosa al otro a través del servicio.

3) A ejemplo de María

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Por su parte Juan Manuel Toro, obispo de Girardota, acude a María – entregada al mundo como madre de todos al pie de la cruz – para que sea modelo de mujeres en Colombia.

Las madres son creadoras de esperanza, señala el prelado, porque al acoger a María es “aprender a decir hágase frente a la desesperanza”. Por lo que inquiere: ¿Cómo vivir hoy como hijos de María? Sencillo, “haciendo lo que Él nos diga”.

4) Clamores de la guerra

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Es el clamor de muchos colombianos víctimas de la violencia, quien mejor que Orlando Olave, obispo de Ocaña, para hacer un eco en nombre del pueblo del Catatumbo al que acompaña.

“Miles en el Catatumbo claman como Jesús: ante el abandono estatal, los cultivos ilícitos y la violencia que no cesa…Es un grito que confía en Dios, no de desespero”, dijo.

El grito de Jesús – afirma el obispo – es el mismo de hombres y mujeres de hoy, recordando, claro está, que “Dios no abandona: la Iglesia en Ocaña es ‘peregrina de esperanza’, llevando alimentos y acompañamiento espiritual”. Allí la Iglesia es maestra y artesana.

5) Desde la Colombia profunda

“Tengo sed”. Se trata de la sed de aquellos que claman “esperanza y la justicia” desde la “Colombia profunda”. Asegura Dimas Acuña, obispo de El Banco, jurisdicción sufragánea de Barranquilla.

Al aseverar esta expresión piensa en la sed de Cristo manifestada en “la de los niños wayúu sin agua, los campesinos sin tierra y los jóvenes sin oportunidades”. Por eso, esta sed de Cristo simboliza “su amor por la salvación de la humanidad”.

Para saciar a estas periferias invitó a todos a “responder a esta sed implica compromiso con los más vulnerables”, porque con el evangelista Mateo en las bienaventuranza sabe que son “dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”.

6) Portadores de esperanza

“Todo está cumplido”. La cruz no es la derrota, sino el triunfo de la luz sobre la oscuridad, por ende, Edgar Mejía, obispo auxiliar de Barranquilla, ha invitado a todos los colombianos a “ser fermento en una sociedad corroída”.

Así como Cristo “no murió en vano”, todos en la Iglesia tienen esa tarea de ser signos de esperanza incluso en medio de realidades tan crueles como el narcotráfico y la corrupción.

Acciones concretas engrandecen y, sobre todo, indicó el obispo preguntarnos al final de cada día: “¿hice el bien?”.

7) Fraternos y solidarios

“En tus manos encomiendo mi espíritu”. Un acto de entrega total, el último y definitivo sí de Cristo, que se somete a la voluntad de su Padre, con ello abre la puerta de la resurrección. Así vence a la muerte.

Bogotá, la llamada Atenas de América, también es espejo de muchas realidades del país, por lo que urge también “la reconciliación ante la polarización que hiere y de la solidaridad con los más necesitados”.

“Ser fraternos y solidarios es una señal de esperanza que podemos ofrecer a nuestro mundo, por medio de la acogida del migrante que ha dejado su tierra y busca un mejor futuro”, apuntó.

Ser fraternos y solidarios “es una señal de esperanza” con todas las periferias existenciales: pobres, habitantes de calle, privados de libertad, ancianos, niños, por tanto, todos están invitados a superar prejuicios y abrirse a la fuerza del Espíritu.

 

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