Carmen Ros: “La intercongregacionalidad es una profecía para la sociedad”

  • La subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) considera que el camino sinodal ayudará a encontrar un liderazgo más evangélico
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subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA)

Carmen Ros, religiosa de Nuestra Señora de la Consolación, es, desde febrero de 2018, subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), donde comenzó a trabajar en 1992. Carmen, originaria de Murcia, considera que el camino sinodal ayudará a “encontrar un liderazgo más evangélico”, puesto que “el ejercicio de la autoridad debe convertirse en instrumento sinodal”.



Asimismo, en el marco de la XXVI Jornada para la Vida Consagrada, Ros invita a todos los consagrados a abrirse a “la sorpresa de lo que ofrece” el Sínodo de la sinodalidad.

PREGUNTA.- Estamos a escasos días de que cumpla cuatro años como subsecretaria de la CIVCSVA. ¿Cómo lleva eso de que digan de usted que es una de las mujeres más influyentes del Vaticano?

RESPUESTA.- Ante todo, ¡con una sonrisa! Lo llevo como un don y como una responsabilidad. Como un don, porque realmente me ha sorprendido y agradezco la confianza que han depositado en mí. No es que experimente “algo especial” porque digan que soy una de las mujeres más influyentes del Vaticano. En la vida diaria del Dicasterio lo que prevalece en mí, lo digo con el corazón, es el deseo de servir a la Vida Consagrada con amor y alegría, con la competencia que me ha regalado la experiencia adquirida en estos años de trabajo en el Dicasterio. Además, el trabajo es en colaboración, y me gusta poder ser una mediación para que el trabajo vaya adelante, para facilitarnos las cosas entre nosotros, y también para dar mi mirada de mujer consagrada frente a los avatares diarios de la Vida Consagrada.

Lo vivo también, desde luego, con sentido de responsabilidad. Las lecturas que hay que hacer de las diversas situaciones que llegan a nuestro Dicasterio, los discernimientos, las decisiones, el trabajo ininterrumpido, implican una gran responsabilidad. Me consuela saber que el Espíritu del Señor siempre está entre nosotros y que en comunión con los demás miembros del Dicasterio, vamos afrontando el trabajo cotidiano. Más allá de la importancia de este cargo está mi amor por la Vida Consagrada, que es el que me mueve a tratar de dar lo mejor de mí en este servicio que se me ha confiado.

P.- La realidad es que las religiosas, primero usted, luego Nathalie Becquart y ahora Alessandra Smerilli ganan espacio en la Curia del Papa. ¿Tiene Francisco una sensibilidad especial hacia las mujeres?

R.- Sin duda que Francisco tiene una sensibilidad especial hacia nosotras, las mujeres, y en medio de las estructuras que a veces dan la impresión de inamovibles, va haciendo nombramientos que nos sorprenden y al mismo tiempo no nos sorprenden. En efecto, en repetidas ocasiones, retomando el sentir de sus predecesores, ha expresado su valoración por el genio femenino, por la mirada de mujer que aportan grandes luces sobre el caminar de la Iglesia y del mundo. La característica del Papa es llevar a cabo lo que dice.

No es de extrañar ese último nombramiento, muy relevante, de la hermana Raffaela Petrini como secretaria general del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano y otras decisiones que podrán venir en futuro. Característica de Francisco es ayudar a los fieles a comprender el significado de la expresión ‘la Iglesia es madre, la Iglesia es mujer’ como ha repetido recientemente en su homilía del 1 de enero, solemnidad de Santa María, Madre de Dios.

Dimensión comunional

P.- ¿Cómo se insta desde la CIVCSVA a los institutos a ayudar en la reflexión del proceso sinodal? ¿Qué aporta la vida consagrada, cada uno desde su carisma, a este ‘caminar juntos’? ¿La intercongregacionalidad es un paso más en la sinodalidad llevado al terreno de la Vida Consagrada?

R.- “Sentíos interpelados por las tres palabras que caracterizan el tema del Sínodo sobre la Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. Rezad, reflexionad, confrontaos y compartid vuestras experiencias, vuestras intuiciones y vuestros deseos. Hacedlo con la libertad de quien sabe que su confianza está en Dios y por ello logra superar toda timidez, sentido de inferioridad o, peor aún, de recriminación y queja. Hacedlo con humildad, movidos por el Espíritu”. Inicio con este pasaje de la carta que nuestro Dicasterio ha escrito en junio a todos los consagrados y consagradas invitándoles a participar en la preparación del Sínodo.

Comunión, participación y misión son palabras familiares y esenciales en la vida consagrada, pero el gran desafío es siempre traducir las palabras en vida. Nos encontramos por lo general en comunidades formadas por personas de diversas culturas: hemos de aprender a detenernos con la inteligencia y con el corazón en las riquezas que nos vienen de la presencia simultánea de personas y realidades diferentes, que constituyen uno de los dones espléndidos que Dios hace a nuestros Institutos.

Las muchas y cada vez más numerosas experiencias de intercongregacionalidad, tanto en la misión como en la formación, son una profecía para las sociedades de hoy que con tanta frecuencia encuentran  dificultad para construir relaciones entre personas y entre naciones.

Pensemos en tantas formas de participación presentes en los institutos, desde la comunidad, los consejos, los capítulos, las asambleas… pero hemos de estar convencidos de que sin unas actitudes de fondo, recordadas en la carta mencionada, estos instrumentos pueden carecer de eficacia. Por tanto, una contribución de parte los consagrados consiste en profundizar las motivaciones espirituales y eclesiales y revitalizar esos organismos de nuestra particular sinodalidad. El camino sinodal es pues una oportunidad que no debe perderse.

Con humildad y libertad estamos invitados a una conversión comunional donde el ejercicio del discernimiento y también el ejercicio de la autoridad se convierte en instrumento sinodal. Sea por las tradiciones carismáticas de las que venimos, sea también por la experiencia de vida y el propio camino espiritual, se pueden ofrecer instrumentos en las iglesias locales.

Podemos contribuir especialmente con esta dimensión comunional, convertida y renovada que nos hace comprender que la sinodalidad no es solo ser comunidad entre nosotros, sino que hemos de estar abiertos a caminar juntos con los demás, con oído atento, es decir con el desafío de escuchar, de abrirnos a la sorpresa de lo que se nos va a ofrecer, y ya se nos está ofreciendo, en el camino sinodal.

P.- Francisco acaba de cumplir 85 años y en pocos meses cumplirá nueve como Sucesor de Pedro. ¿Cómo ve al Papa jesuita?

R.- Como un evangelio viviente, y por eso interpela a creyentes y no creyentes. Y por eso también incomoda. En Francisco se hace realidad la vocación última de la Vida Consagrada: ser memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús (VC).

Veo el Evangelio encarnado en una persona concreta, Jorge Bergoglio, con sus luces y sombras, con una historia que le ha configurado, también –y mucho– el hecho de ser jesuita. Y es esa riqueza, singular, la que –consciente de sus límites– aporta generosamente a la Iglesia, sin reservarse nada.

Veo a un hombre fuertemente comprometido, apasionado –diría yo– con el sueño de una fraternidad universal, que, en definitiva, es el proyecto del Reino. No deja que nada ni nadie –y son muchas las resistencias– le robe esa convicción. Cree firmemente que la verdadera historia se escribe desde abajo, a través de personas sencillas, y en esa dinámica de transformación desea implicar a muchos.

Un rostro intercultural

P.- Carballo, cada vez que tiene oportunidad, llama a los religiosos a no caer en el derrotismo y lamentarse por la falta de vocaciones. Dejando a un lado el pesimismo, ¿le preocupa este invierno vocacional?

R.- Se usa el término invierno vocacional, y es una estación del año a la que siguen otras más fecundas. Pero es necesaria para que el ciclo de la vida siga. Creo que este invierno nos está ayudando a ir a lo esencial de nuestra Vida Consagrada, y aún necesitamos vivirlo más profunda y auténticamente.

Algo fundamental es volver a las fuentes, a lo genuino de nuestra vida, carisma y misión, es decir, a lo esencial del Evangelio, viviendo la cultura del encuentro y del cuidado ad intra y ad extra.

La Vida Consagrada disminuye en número, pero es y seguirá siendo una presencia significativa en la Iglesia. Tendrá un rostro cada vez más intercultural, lo que es una gran riqueza, que ayuda a comprender y expresar mejor el Evangelio desde las diferentes culturas.

Dentro de los carismas de las órdenes religiosas e Institutos, los laicos tienen un papel más activo y hay un camino fecundo de misión compartida, como respuesta a los signos de los tiempos.

Pienso que la presencia de los consagrados será cada vez más ágil y flexible, abiertos a ir dónde se vea mayor necesidad. Siguiendo la llamada del papa Francisco de ser Iglesia en salida. Por aquí intuyo que puede estar el germen de otra primavera.

P.- En la última Asamblea de CONFER, Carballo dijo que vive con preocupación el aumento de autoritarismo en la Vida Consagrada. ¿Es esta forma de ejercer el liderazgo caldo de cultivo para los abusos de poder?

R.- Sin duda que así es. Lo vemos en tantas historias que llegan a nuestro Dicasterio, y quizá más en los institutos femeninos que en los masculinos. Creo que el foco de atención hemos de ponerlo en la formación que capacite a un liderazgo vivido como servicio. Una formación orientada a promover la madurez humana (afectivo, sexual, relacional) y cristiana, de todos los consagrados.

Todos necesitamos aprender a gestionar el poder con criterios evangélicos –una lógica ‘pascual’– y a todos se nos confía en nuestros ministerios algún tipo de autoridad. Como en otros aspectos de las relaciones humanas, este aprendizaje no lo heredamos automáticamente de las generaciones que nos han precedido; cada generación –cada uno de nosotros– ha de hacer su propio esfuerzo.

Muchos rasgos de autoritarismo tienen sus raíces en fragilidades psicológicas y afectivas no suficientemente trabajadas a nivel personal. El camino que la Iglesia está llamada a hacer para vivir la sinodalidad puede ayudar a encontrar una forma de liderazgo más evangélico.

P.- ¿Cómo percibe a la Vida Religiosa española? ¿Goza de buena salud?

R.- El cambio de la sociedad española ha estado marcado por grandes hitos… y sin entrar en ello, vemos que también la Vida Religiosa ha ido haciendo lectura de su realidad y dando pasos importantes. Percibo una gran entrega apostólica y misionera, unida a una gran calidad de vida interior y de santidad, no subestimando las actuales problemáticas que atraviesan la Vida Consagrada en España y en la Iglesia.

Quizá el mayor reto es la vida de comunidad, don del Reino, que habría que cuidar más con formación humana, espiritual y acompañamiento. Se están dando pasos importantes para dar respuestas valientes a las necesidades de la Iglesia y del mundo, hay mucha presencia entre los más desfavorecidos; al mismo tiempo que se continua con otras presencias que tienen pleno sentido.

La Vida Consagrada en España seguirá siendo una presencia significativa, de una forma sencilla, sin darse mucha importancia, pero coherente con el Evangelio y las llamadas de la Iglesia.

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