Carmen Ros: “La pandemia es una invitación a trabajar lo emocional y la fe con los religiosos jóvenes”

  • La subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica habla con Vida Nueva en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada
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subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

“Lo importante no es tanto el hacer sino el ser, el cuidado de las personas y las relaciones en las comunidades”. Es el consejo que da a la Vida Consagrada (VC) la religiosa española Carmen Ros Nortes, subsecretaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, cargo que la convierte en una de las mujeres más influyentes del Vaticano.



PREGUNTA.- ¿Cómo ha cambiado en este último cuarto de siglo la Vida Consagrada en España?

RESPUESTA.- Ha ido haciendo lectura de su realidad, a la luz también del cambio experimentado por la sociedad española en un cuarto de siglo. Se puede decir que la vida religiosa en España ha estado y sigue estando llamada a afrontar decididamente retos que afectan a su forma de entenderse y de relacionarse con la Iglesia y con la sociedad. Todo lo que ha supuesto la reorganización y la renovación ha dado nuevo vigor a la vida y misión de las consagradas y los consagrados, a su pasión por Jesucristo, a su presencia en la sociedad por el testimonio de vida y audacia ante los desafíos y posibilidades.

El hecho de compartir una nueva percepción de la VC donde lo importante no es tanto el hacer sino el ser, el cuidado de las personas y las relaciones en las comunidades, el valor de la comunión, de valorar la diversidad y de caminar juntos, compartiendo espiritualidad y misión, la hace estar en estado permanente de renovación.

P.- ¿Y para las religiosas? ¿Cómo les ha influido la eclosión de las luchas feministas en la sociedad?

R.- La vida religiosa femenina tiene y tendrá un influjo positivo en la Iglesia y en el seguimiento de Cristo desde la complementariedad y no desde la lucha o contraposición. Hemos ido poco a poco recuperando espacio y reconocimiento de nuestra condición de mujeres consagradas, dando fuerza a  una identidad que tiene mucho que aportar precisamente por nuestro ser femenino.

Es un reto la reciprocidad femenino-masculina, propia de la eclesiología de comunión, que nos lleva a sentirnos interdependientes. Hemos de discernir con conciencia clara quiénes somos y cuál es nuestro lugar en la Iglesia y sociedad para, acogiendo lo positivo de los movimiento de la mujer y discerniendo a la luz del Evangelio, continuar con nuestro servicio profético en favor de nuestros hermanos/as que sufren y que buscan en nosotras una palabra de vida y esperanza.

Más viva y profética

P.- ¿Cómo se imagina la vida religiosa en España dentro de 25 años?

R.- La vida religiosa, como toda vida, está en las manos de Dios. De Él venimos y a Él vamos, y los avatares de la vida solo Él los conoce y nos podrá ayudar a superarlos. La VC dentro de 25 años continuará fiel a lo esencial, a lo que la ha mantenido durante todos estos siglos y que constituye la herencia preciosa que hemos de dejar enriquecida a las generaciones futuras: seguimiento de Cristo en pobreza, castidad y obediencia, en vida comunitaria y en oración, abierta a un servicio eclesial en favor de la persona humana.

Estos son los pilares fundamentales de la VC: consagración, comunión y misión. Será una vida religiosa en constante búsqueda, libre de equipaje, más simbólica, fraterna, tejedora de redes y puentes, sembradora de esperanza. Una vida religiosa que tendrá fijos los ojos en el corazón del Señor que dirige nuestra historia y señala los caminos que pasan por nuestros prójimos y sus necesidades. Quizás será minoritaria, pero ciertamente será más viva y profética.

P.- ¿Qué consejos daría a las congregaciones para afrontar el envejecimiento?

R.- El religioso debe ser siempre signo de consagración en el mundo y en la Iglesia, incluso en la vejez. No obstante, debe mirar con serenidad las posibilidades reales de las congregaciones e ir abandonando de la mejor manera aquellas obras o misiones apostólicas que ya no se puedan llevar con calidad de vida y según la Iglesia necesita. En segundo lugar, no hay que estirar la jubilación hasta que la persona da signos de debilidad. Es mejor adaptarse a las normas sociales respecto de la edad establecida.

En ese momento, si acompaña la salud, se tiene una edad propicia para acompañar a los laicos que dirijan las actividades pastorales o de gestión de las obras apostólicas. Nunca se debe dejar para el último momento. También se deben prevenir las necesidades para generar confianza y tranquilidad. Es decir, tener pautado y conocido por las comunidades dónde estarán atendidos los hermanos/as cuando sea necesario.

En cuarto lugar, hay que dotar a las casas de residencia de religiosos/as ancianos/as de recursos necesarios y dinámicas que favorezcan la vida hasta el último momento. Y, finalmente, debemos atender y cuidar la espiritualidad, que dará sentido y permitirá ser reflejo del amor de Dios hasta el último momento de la vida.

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