La doble tarea del Papa a los católicos en Grecia: confiar en Dios y cultivar la actitud de la acogida

El papa Francisco en su encuentro con obispos, sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y catequistas en la catedral maronita de San Dionisio en Atenas Grecia

El papa Francisco ha centrado su discurso a los católicos griegos en san Pablo. “Dejémonos orientar, en nuestro camino como Iglesia, por dos actitudes del apóstol que son útiles a nuestra actual ‘elaboración de la fe’: la confianza y la acogida”, ha destacado el Pontífice durante su alocución en la catedral maronita de San Dionisio en Atenas ante los obispos, sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y catequistas del país. Antes, ha escuchado con atención las palabras de Sevastianos Rossolatos, arzobispo emérito de Atenas y presidente de la Conferencia Episcopal de Grecia, y los testimonios de una hermana del Verbo Encarnado y un laico.



“Grecia es un don, un patrimonio de la humanidad sobre el que se han construido los fundamentos de Occidente. Todos somos un poco hijos y deudores de su país: sin la poesía, la literatura, la filosofía y el arte que se desarrollaron aquí no podríamos conocer tantas facetas de la existencia humana, ni satisfacer tantas preguntas interiores sobre la vida, el amor, el dolor y la muerte”, ha comenzado detallando Jorge Mario Bergoglio.

En el mismo sentido, ha continuado: “En el seno de este rico patrimonio, en los inicios del cristianismo se inauguró aquí un ‘taller’ para la inculturación de la fe, dirigido por la sabiduría de muchos Padres de la Iglesia, que con su santa conducta de vida y sus escritos representan un faro luminoso para los creyentes de todas las épocas. Pero si nos preguntamos quién ha inaugurado el encuentro entre el cristianismo de los orígenes y la cultura griega, el pensamiento no puede ir más que al apóstol Pablo”.

Y es que “es él quien abrió el ‘taller de la fe’ que sintetizó esos dos mundos; y lo hizo precisamente aquí. Llegó a Atenas, comenzó a predicar en la plaza y los eruditos de ese tiempo lo llevaron al Areópago, que era el consejo de los ancianos, de los sabios que juzgaban cuestiones de interés público”.

La primera actitud es la confianza

“Mientras Pablo predicaba, algunos filósofos comenzaron a preguntarse qué quería enseñar ese ‘charlatán’. Lo llamaron así, charlatán, uno que inventa cosas aprovechándose de la buena fe de quien lo escucha, por eso lo condujeron al Areópago. Por tanto, no tenemos que imaginar que le abrieron el telón de un escenario. Al contrario, lo llevaron allí para interrogarlo. Pablo, en definitiva, fue acorralado”, ha señalado en primer lugar.

“Estas circunstancias de su misión en Grecia también son importantes para nosotros –ha continuado–: el apóstol fue arrinconado. Un poco antes, en Tesalónica, había sido obstaculizado en su predicación y, a causa de los tumultos suscitados en el pueblo, que lo acusaba de procurar desórdenes, tuvo que escapar durante la noche. Ahora, en Atenas, fue tomado por un charlatán y, como un huésped no deseado, lo condujeron al Areópago”.

Por lo tanto, “no estaba viviendo un momento triunfante, sino que estaba llevando adelante la misión en condiciones difíciles. Quizá en muchos momentos de nuestro camino, también nosotros percibimos el cansancio y a veces la frustración de ser una comunidad pequeña o una Iglesia con poca fuerza que se mueve en un contexto no siempre favorable”, ha indicado.

Asimismo, ha agregado: “Mediten la historia de Pablo en Atenas: estaba solo, superado en número y tenía escasas posibilidades de éxito, pero no se dejó vencer por el desánimo, no renunció a la misión ni se dejó atrapar por la tentación de lamentarse. Esta es la actitud del verdadero apóstol: seguir adelante con confianza, prefiriendo la inquietud de las situaciones inesperadas a la costumbre y a la repetición. Pablo tuvo esa valentía, ¿de dónde le nacía? De la confianza en Dios. Su valentía era la de la confianza en la grandeza de Dios, que ama obrar en nuestra debilidad”.

“Tenemos confianza –ha proseguido–, porque el ser Iglesia pequeña nos hace signo elocuente del Evangelio, del Dios anunciado por Jesús que elige a los pequeños y a los pobres, que cambia la historia con las proezas sencillas de los humildes. A nosotros, como Iglesia, no se nos pide el espíritu de la conquista y de la victoria, la magnificencia de los grandes números, el esplendor mundano. Todo eso es peligroso, es la tentación del triunfalismo”.

De hecho, “a nosotros se nos pide que sigamos el ejemplo del granito de mostaza, que es ínfimo, pero crece humilde y lentamente. A nosotros se nos pide que seamos levadura que fermenta en lo escondido, paciente y silenciosamente, dentro de la masa del mundo”, porque “el secreto del Reino de Dios está contenido en las pequeñas cosas, en lo que a menudo no se ve ni hace ruido”, ha aseverado.

Por todo ello, el Papa ha pedido a la comunidad católica bendecir y acoger la pequeñez, porque eso “los dispone a confiar en Dios y solo en Él”. “Ser minoría no quiere decir ser insignificantes, sino recorrer el camino que abrió el Señor, que es el de la pequeñez, el de la ‘kénosis’, el abajamiento y la condescendencia. Él descendió hasta llegar a esconderse en los pliegues de la humanidad y en las llagas de nuestra carne. Ayudémonos a renovar esta confianza en la obra de Dios, a no perder el entusiasmo del servicio”, ha recalcado.

La segunda actitud es la acogida

“La acogida es la disposición interior necesaria para la evangelización, se trata de no querer ocupar el espacio y la vida de los demás, sino de sembrar la buena noticia en el terreno de su existencia, aprendiendo sobre todo a acoger y reconocer las semillas que Dios ya ha puesto en sus corazones, antes de nuestra llegada. Recordemos que Dios siempre precede nuestra siembra. Evangelizar no es llenar un recipiente vacío, es ante todo dar a luz aquello que Dios ya ha empezado a realizar”, ha remarcado en segundo lugar Bergoglio.

Y “esta extraordinaria pedagogía es la que el Apóstol demostró ante los atenienses. El Apóstol reconoció la dignidad de sus interlocutores y acogió su sensibilidad religiosa. Su estilo no fue impositivo, sino propositivo; no estaba fundado en el proselitismo, sino en la mansedumbre de Jesús. Y eso fue posible porque Pablo tenía una mirada espiritual sobre la realidad, creía que el Espíritu Santo trabaja en el corazón del hombre, más allá de las etiquetas religiosas. El Espíritu trabaja siempre, más allá de lo que se ve exteriormente, ¡acordémonos de esto!”, ha destacado.

También hoy “a nosotros se nos pide la actitud de la acogida, el estilo de la hospitalidad, un corazón animado por el deseo de crear comunión en medio de las diferencias humanas, culturales y religiosas. El desafío es elaborar la pasión por el conjunto, que nos conduzca —católicos, ortodoxos, hermanos y hermanas de otros credos— a escucharnos recíprocamente, a soñar y trabajar juntos. La historia pasada permanece todavía como una herida abierta en el camino de este diálogo afable, pero abrazamos con valentía el desafío que hoy se nos presenta”, ha completado.

Según ha expresado, “aquí en tierra griega, san Pablo manifestó su serena confianza en Dios y eso hizo que acogiera a los areopagitas que sospechaban de él. Con estas dos actitudes anunció a ese Dios que era desconocido para sus interlocutores, y llegó a presentarles el rostro de un Dios que en Cristo Jesús sembró el germen de la resurrección, el derecho universal a la esperanza. Cuando Pablo anunció esta buena noticia, la mayor parte lo ridiculizó y se fue”.

Sin embargo, “un pequeño resto se unió a Pablo, entre ellos Dionisio, titular de esta Catedral. Era una pequeña porción, pero es así como Dios teje los hilos de la historia, desde entonces hasta hoy”. “Les deseo de corazón que prosigan la obra en su histórico taller de la fe, y que lo hagan con estos dos ingredientes: la confianza y la acogida, para saborear el Evangelio como experiencia de alegría y fraternidad. Los llevo conmigo en el afecto y en la oración. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí. ‘O Theós na sas evloghi!’ [¡Que Dios los bendiga!]”, ha concluido.

A continuación, han rezado juntos del Padre Nuestro antes de que el Papa regrese en coche a la Nunciatura Apostólica, donde se reúne en privado con los miembros de la Compañía de Jesús en Grecia.

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