Francisco reclama que “se arroje luz” sobre los restos de los niños indígenas aparecidos en Canadá

El Papa destaca en el día del Corpus que la eucaristía “nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás”

El ángelus ha sido el primer acto público del papa Francisco en el domingo del Corpus Christi, en el que celebrará la eucaristía por la tarde en la basílica de san Pedro. El pontífice ha presidido la oración mariana este mediodía desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico ante una Plaza de San Pedro que ha alcanzado niveles de ocupación muy superiores a los habituales en los últimos meses. El Papa ha lamentado las noticias sobre el descubrimiento de los restos de al menos 215 niños indígenas en un internado de Canadá. Con los obispos del país, ha invitado a la reconciliación lejos de toda colonización ideológica. “Este triste descubrimiento alienta la conciencia de los dolores y sufrimientos del pasado. Espero que las autoridades políticas y religiosas de Canadá continúen colaborando con determinación para arrogar luz sobre este triste acontecimiento y se comprometan humildemente en un camino de reconciliación y sanación”.



También se ha mostrado cercano a las víctimas del último atentado en Burkina Faso. “África tiene necesidad de paz, y no de violencia”, reclamó. Recordó la beatificación de la italiana Maria Laura Mainetti, mártir a manos de tres jóvenes de una secta satánica, quien perdonó a sus asesinos siguiendo su lema de vivir con fe, amor y entusiasmo. También pidió por la paz en Tierra Sabra y Myanmar.

Fuerza y fragilidad

Comentando el relato de la Última Cena de Marcos (Mc 14, 12-16, 22-26), el Papa ha destacado como “con sencillez, Jesús nos da el mayor sacramento”. “El suyo es un humilde gesto de regalo, de compartir. En la culminación de su vida, no reparte pan en abundancia para alimentar a las multitudes, sino que se parte en la cena de la Pascua con los discípulos”, relata el pontífice. Para Francisco, “de este modo, Jesús nos muestra que el objetivo de la vida es entregarse, que lo más grande es servir”.

En esta actitud de entrega, para Bergoglio, “encontramos la grandeza de Dios en un trozo de pan, en una fragilidad que desborda de amor y de compartir”. “Jesús se vuelve frágil como el pan que se rompe y se desmorona. Pero ahí radica su fuerza”, subrayó. “En la Eucaristía la fragilidad es fuerza: fuerza del amor que se hace pequeño para ser acogido y no temido; fuerza del amor que se parte y se reparte para alimentar y dar vida; fuerza del amor que se fragmenta para reunirnos en la unidad”, reivindicó. Francisco acudió a La Liturgia de las Horas para destacar que un himno presenta a Jesús que naciendo se ha hecho compañero de viaje, en la Cena se ha dado como comida, en la Cruz se ha ofrecido por nosotros y ahora, reinando en el Cielo, nos ofrece el premio que esperamos. 

El Papa también destacó, a partir de la traición a Jesús, que de la eucaristía se sacan “la fuerza de amar a los que se equivocan”. Él “nos hace el mayor regalo mientras siente en su corazón el más profundo abismo”, señaló, añadiendo que “la traición es el mayor dolor para los que aman”. Jesús “responde al ‘no’ de Judas con el ‘sí’ de la misericordia”, afirmó. “No castiga al pecador, sino que da su vida por él. Cuando recibimos la eucaristía, Jesús hace lo mismo con nosotros: nos conoce, sabe que somos pecadores y que cometemos muchos errores, pero no renuncia a unir su vida a la nuestra”, añadió.

A medida que la situación sanitaria se estabiliza, los fieles han vuelto a la Plaza de San Pedro.

Medicina contra la cerrazón

En la misa, Jesús “nos dice que se complace si compartimos con Él nuestras fragilidades. Nos repite que su misericordia no teme nuestras miserias. Y, sobre todo, nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curar por nosotros mismos: la de sentir resentimiento hacia quienes nos han herido; la de distanciarnos de los demás y aislarnos en nuestro interior; la de llorar sobre nosotros mismos y quejarnos sin encontrar la paz”, prosiguió.

Para Francisco “la Eucaristía es una medicina eficaz contra estas cerrazones. El Pan de Vida, de hecho, cura la rigidez y la transforma en docilidad. La eucaristía cura porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de romper y entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien”. La misa, concluyó, “nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás. Como hace Dios con nosotros. Esta es la lógica de la eucaristía: recibimos a Jesús que nos ama y cura nuestras fragilidades para amar a los demás y ayudarles en sus fragilidades”.

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