El papa Francisco asegura en la audiencia general que la Iglesia “no es un mercado ni un grupo de empresarios”

El papa Francisco, en la audiencia general en la biblioteca del Palacio Apostólico

“La Iglesia no es un mercado ni un grupo de empresarios que sacan adelante una nueva empresa. Es obra del Espíritu Santo”. Durante la audiencia general que presidió este miércoles sin fieles en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, el papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis obre la oración subrayando las cuatro características esenciales de la vida eclesial: la escucha de la enseñanza de los apóstoles, la custodia de la comunión recíproca, la Eucaristía y la oración. “La existencia de la Iglesia tiene sentido si permanece firmemente unida a Cristo”, destacó el Papa tras comentar que esas cuatro “coordenadas” estaban presentes en la comunidad cristiana primitiva de Jerusalén.



Para valorar si una situación pertenece a la Iglesia debe ser valorada a la luz de los citados cuatro elementos. “Todo lo que crece fuera es como una casa construida sobre la arena”, advirtió. “A veces siento una gran tristeza cuando veo alguna comunidad que, con buena voluntad, se equivoca de camino porque piensa hacer Iglesia con encuentros, como si fuera un partido político” en el que hay que tener en cuenta a “la mayoría y a la minoría”.

 Un partido político

“¿Dónde están el Espíritu Santo, la oración, el amor comunitario y la Eucaristía?”, se pregunto Francisco, advirtiendo que sin estas características la Iglesia se convierte en una “sociedad humana” o en un “partido político”. Es por ello que la comunidad cristiana crece por “atracción”, no por “proselitismo”, dijo citando a Benedicto XVI. “Es el Espíritu Santo el que te mueve a la atracción a Jesús”. Sin Él la comunidad cristiana no sería más que “un buen club”.

Más adelante en su catequesis, Jorge Mario Bergoglio presentó a las reuniones de oración como un “poderoso motor de la evangelización” e invitó a recordar a Jesucristo no como un “ejercicio mnemónico”, sino “haciéndolo presente nuevamente”. Finalmente comentó que la Iglesia primitiva estaba marcada por una sucesión continua de celebraciones, convocatorias, tiempos de oración comunitaria y personal. “Es el Espíritu que concede fuerza a los predicadores que se ponen en viaje, y que por amor de Jesús surcan los mares, enfrentan peligros, se someten a humillaciones. Dios dona amor y pide amor”, concluyó.

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