El papa Francisco invita en la audiencia general a cumplir con las recomendaciones para “defendernos de la pandemia”

La segunda ola de la pandemia del coronavirus obligó a que el Papa volviera a celebrar hoy la habitual audiencia general de los miércoles en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano sin fieles y ya no en el Aula Pablo VI ni en el patio de San Dámaso, como hizo durante los últimos dos meses. Antes de comenzar su catequesis, Francisco explicó que esta decisión está motivada por la necesidad de “defendernos de los contagios” e invitó a estar “muy atentos” a la hora de cumplir con las recomendaciones de las autoridades políticas y sanitarias para “defendernos de la pandemia”. También tuvo palabras de aliento para los enfermos y los sanitarios, que “arriesgan la vida” en su trabajo “por amor” y “vocación” de ayudar al prójimo.



En sus saludos al finalizar la catequesis, Francisco recordó a las “víctimas inermes del terrorismo”, cuya “crueldad” se está agravando en Europa. Citó en particular a los fallecidos en los recientes atentados en Niza y Viena, que han provocado “conmoción y reprobación” en las poblaciones locales y en quienes tienen en su corazón “la paz y el diálogo”. También dijo el Papa que confiaba a la “misericordia de Dios” las personas muertas y mostró su “cercanía espiritual” con los familiares y todos aquellos que sufren por estos “execrables” eventos, que tratan de “poner en peligro con violencia y odio la colaboración fraterna entre las religiones”.

La “realidad misteriosa” de Jesús

La audiencia general estuvo dedicada a presentar como un maestro de oración a Jesús, que “no descuidaba nunca su diálogo íntimo con el Padre”. En su vida, aseguró Jorge Mario Bergoglio, hay “un secreto escondido a los ojos humanos, que representa el núcleo de todo”. Se trata de su oración, una “realidad misteriosa” de la que sólo se intuye una parte, pero que “permite leer en la justa perspectiva toda su misión”.

La oración es “el timón que guía la ruta de Jesús”, subrayó el Papa, invitando a sacar de aquella experiencia una enseñanza para todos los cristianos. “Ante todo posee una primacía: es el primer deseo del día, algo que se practica al alba, antes de que el mundo se despierte. Un día vivido sin oración corre el riesgo de transformarse en una experiencia molesta, o aburrida: todo lo que nos sucede podría convertirse para nosotros en un destino mal soportado y ciego”.

Rezar con insistencia

Gracias a la oración los problemas diarios dejan de ser “obstáculos” para convertirse en “llamamientos de Dios mismo a escuchar y encontrar a quien está de frente”. Esto se produce por su poder para “transformar en bien lo que en la vida de otro modo sería una condena”. Es, en definitiva, capaz de “de abrir un horizonte grande a la mente y de agrandar el corazón”.

Jesús también enseña a practicar “con insistencia” la oración y a hacerla en soledad, porque es “en silencio” cuando habla Dios. Finalmente el Papa advirtió de que “sin vida interior nos convertimos en superficiales, inquietos, ansiosos; huimos de la realidad, y también de nosotros mismos. Somos hombres y mujeres en fuga. La ansiedad nos hace mal y debemos ir a la oración”.

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