Francisco rechaza en la exhortación que se vea a los indígenas de la Amazonía como “salvajes incivilizados”

El segundo eje que aborda el papa Francisco en la exhortación postsinodal ‘Querida Amazonía’, publicada este 12 de febrero, es su “sueño cultural”, al que dedica del punto 28 al 40. Así, reivindica que la intención de “promover” la Amazonía “no implica colonizarla culturalmente, sino ayudar a que ella misma saque lo mejor de sí. Ese es el sentido de la mejor tarea educativa: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir”.



Bergoglio parte de la base de que en esta región coexiste un “poliedro amazónico”, cohabitando “muchos pueblos y nacionalidades, y más de 110 pueblos indígenas en aislamiento voluntario”. “Su situación –señala– es muy frágil y muchos sienten que son los últimos depositarios de un tesoro encaminado a desaparecer, como si solo se les permitiera sobrevivir sin molestar, mientras la colonización posmoderna avanza. Hay que evitar entenderlos como salvajes ‘incivilizados’. Simplemente, ellos gestaron culturas diferentes y otras formas de civilización que antiguamente llegaron a ser muy desarrolladas”.

Progresiva expulsión

Para avanzar en el presente, el Pontífice acude a la Historia: “Antes de la colonización, la población se concentraba en los márgenes de los ríos y lagos, pero el avance colonizador expulsó a los antiguos habitantes hacia el interior de la selva. Hoy, la creciente desertificación vuelve a expulsar a muchos que terminan habitando las periferias o las aceras de las ciudades, a veces en una miseria extrema, pero también en una fragmentación interior a causa de la pérdida de los valores que los sostenían. Allí suelen faltarles los puntos de referencia y las raíces culturales que les daban una identidad y un sentido de dignidad, y engrosan el sector de los desechados”.

De este modo, “se corta la transmisión cultural de una sabiduría que fue traspasándose durante siglos de generación en generación. Las ciudades, que deberían ser lugares de encuentro, de enriquecimiento mutuo, de fecundación entre distintas culturas, se convierten en el escenario de un doloroso descarte”. “Quienes observamos desde afuera –profundiza– deberíamos evitar generalizaciones injustas, discursos simplistas o conclusiones hechas solo a partir de nuestras propias estructuras mentales y experiencias”.

Visión consumista

Acudiendo a su encíclica Laudato si’, Francisco recalca que “la visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad”. De ahí su llamada “a los jóvenes de la Amazonía, especialmente a los indígenas, a hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar”.

Consciente de que la cultura de estos pueblos se ha transmitido por los mayores desde la “oralidad”, aun destacando este tesoro, se felicita de que, “en los últimos años, algunos pueblos han comenzado a escribir para narrar sus historias y describir el sentido de sus costumbres. Así, ellos mismos pueden reconocer de manera explícita que hay algo más que una identidad étnica y que son depositarios de preciosas memorias personales, familiares y colectivas. Me hace feliz ver que, quienes han perdido el contacto con sus raíces, intentan recuperar la memoria dañada”.

Inspiración para los artistas

Sin olvidar que, incluso para jóvenes creadores ajenos a esta región, “la Amazonía se convirtió en fuente de inspiración artística, literaria, musical, cultural. Las diversas artes y, destacadamente, la poesía, se dejaron inspirar por el agua, la selva, la vida que bulle, así como por la diversidad cultural y por los desafíos ecológicos y sociales”.

“Desde nuestras raíces –concluye Bergoglio–, nos sentamos a la mesa común, lugar de conversación y de esperanzas compartidas. De ese modo, la diferencia, que puede ser una bandera o una frontera, se transforma en un puente. La identidad y el diálogo no son enemigos. La propia identidad cultural se arraiga y se enriquece en el diálogo con los diferentes y la auténtica preservación no es un aislamiento empobrecedor. De ahí que no sea mi intención proponer un indigenismo completamente cerrado, ahistórico, estático, que se niegue a toda forma de mestizaje”.

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