Ni viri probati ni diaconisas: el Papa insta en su exhortación a rezar por las vocaciones sacerdotales para la Amazonía

papa Francisco viaje Perú Puerto Maldonado con pueblos Amazonía 19 enero 2018

Ni ‘viri probati’ ni diaconado femenino. El papa Francisco, apoyándose en Juan Pablo II, deja claro en su exhortación postinodal ‘Querida Amazonía’ que “el carácter exclusivo recibido en el Orden, lo capacita solo a él –el sacerdote– para presidir la Eucaristía”. Del mismo modo, considera que dar acceso al Orden sagrado a las mujeres “nos orientaría a clericalizarlas, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable”.



Así se recoge en el cuarto capítulo del texto papal –el último y más extenso–, en el que Francisco da cuenta de su “sueño eclesial” para la Amazonía. En concreto, en el epígrafe dedicado a ‘la inculturación de la ministerialidad’, el Papa sostiene que “la pastoral de la Iglesia tiene en la Amazonia una presencia precaria, debida en parte a la inmensa extensión territorial con muchos lugares de difícil acceso, gran diversidad cultural, serios problemas sociales, y la propia opción de algunos pueblos de recluirse. Esto no puede dejarnos indiferentes y exige de la Iglesia una respuesta específica y valiente”.

En este sentido, “se requiere lograr que la ministerialidad se configure de tal manera que esté al servicio de una mayor frecuencia de la celebración de la Eucaristía, aun en las comunidades más remotas y escondidas”. Y añade: “Al mismo tiempo se necesitan ministros que puedan comprender desde dentro la sensibilidad y las culturas amazónicas”.

Para Jorge Mario Bergoglio, “el modo de configurar la vida y el ejercicio del ministerio de los sacerdotes no es monolítico, y adquiere diversos matices en distintos lugares de la tierra. Por eso es importante determinar qué es lo más específico del sacerdote, aquello que no puede ser delegado. La respuesta está en el sacramento del Orden sagrado, que lo configura con Cristo sacerdote”. 

Eucaristía y confesión

En esta línea, apunta que el sacerdote es el único que “puede decir: ‘Esto es mi cuerpo’. Hay otras palabras que solo él puede pronunciar: ‘Yo te absuelvo de tus pecados’. Porque el perdón sacramental está al servicio de una celebración eucarística digna. En estos dos sacramentos está el corazón de su identidad exclusiva”. Por ello, “en las circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal”, explica.

Además, el Papa deja claro la misión de los laicos: “Podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella ‘hace la Iglesia'”. Y continúa: “Si de verdad creemos que esto es así, es urgente evitar que los pueblos amazónicos estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del perdón”.

A este respecto y ante esta “acuciante necesidad”, el Pontífice exhorta a todos los obispos, en especial a los de América Latina, “no solo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonía”, indica, con la consiguiente nota al pie en la que resalta que hay más misioneros de países de la cuenca amazónica en Europa o Estados Unidos que en los vicariatos de la Amazonía.

Las mujeres ‘desordenadas’

Al mismo tiempo, “conviene revisar a fondo la estructura y el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas. Esta formación debe ser eminentemente pastoral y favorecer el desarrollo de la misericordia sacerdotal”, mantiene, a la vez que indica en una nota al pie de nuevo que en el Sínodo se habló sobre la posibilidad de crear seminarios para indígenas.

Por otro lado, Bergoglio explica que “no se trata solo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados que puedan celebrar la Eucaristía. Este sería un objetivo muy limitado si no intentamos también provocar una nueva vida en las comunidades. Necesitamos promover el encuentro con la Palabra y la maduración en la santidad a través de variados servicios laicales, que suponen un proceso de preparación —bíblica, doctrinal, espiritual y práctica— y diversos caminos de formación permanente”.

En relación a “la fuerza y el don de las mujeres’, el Papa reconoce la labor callada de “mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo” que han sostenido la fe de las comunidades. “Esto nos invita a expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia solo si se les diera acceso al Orden sagrado”.

Sobre ellas, el Papa también indica que “la situación actual nos exige estimular el surgimiento de otros servicios y carismas femeninos, que respondan a las necesidades específicas de los pueblos amazónicos en este momento histórico”. Y prosigue: “En una Iglesia sinodal, las mujeres, que de hecho desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas, deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio. Cabe recordar que estos servicios implican una estabilidad, un reconocimiento público y el envío por parte del obispo”.

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