Las acciones de la Iglesia colombiana en favor de la niñez a 30 años de la convención

Las cifras de maltrato, homicidios y reclutamiento de niños no son nada alentadoras, pero laicos y vida consagrada, de la mano con sus pastores, le apuestan 100 por ciento a la ternura de una Iglesia que busca curar las heridas en la cultura de los cuidados

Cuando hoy, 20 de noviembre, se cumplen 30 años de la aprobación de la Convención de los Derechos del Niño, en Colombia las cifras de maltrato, homicidios y reclutamiento de niños no son nada alentadoras. La organización Aldeas Infantiles SOS ha señalado que 68 niños y niñas son maltratados a diario con un promedio de tres cada hora, unos 24.000 casos por año, convirtiéndose en el  país latinoamericano con las cifras más altas de este flagelo.

Asimismo un estudio de la organización Save The Children entre 2015 y 2017 reveló que Colombia ocupa el tercer puesto –de 175 países– con la tasa más alta de homicidio infantil en el mundo, mientras que esta misma organización también ha indicado que desde 1985 hasta la actualidad van 7.398 niños, niñas y adolescentes reclutados por grupos armados ilegales.

Frente a estas cifras alarmantes, la Iglesia colombiana desde hace años viene desarrollando labores en favor de la niñez en distintos ámbitos. Por supuesto, una de las piedras en el zapato son los escándalos de abusos a menores, de la que tampoco está exenta. De hecho en febrero de este año durante el encuentro de presidentes de conferencias episcopales y el papa Francisco para abordar el tema de protocolos de protección  en el Vaticano, el cardenal Rubén Salazar, arzobispo de Bogotá, denunciaba, en una ponencia, que en el clericalismo “hay una raíz más honda que es la tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles”.

La oficina para el buen trato

La oficina para el buen trato es la instancia que la arquidiócesis de Bogotá ha puesto a disposición de toda la ciudadanía para atender casos de abusos. Días previos al encuentro de Roma hicieron la presentación de su ruta de protección a cargo del obispo auxiliar, Luis Manuel Alí, quien también es miembro de la Comisión Pontificia de Protección de Menores.

Esta ruta consta de tres situaciones de violencia sexual contra niña, niño, adolescente o adulto en estado de vulnerabilidad, la primera ocurrida fuera del ambiente eclesial, la segunda en colegios de la arquidiócesis o en la Fundación Universitaria Unimonserrate –regentada por la misma arquidiócesis–, y la tercera dentro del ambiente eclesial.

Una de las acciones emblemáticas desde esta oficina fue el curso virtual ‘Entornos protectores en la iglesia’, junto con la Universidad de Monserrate, bajo el auspicio de Kindermissionwerk, cuyo objetivo es “brindar herramientas básicas para crear entornos seguros en la Iglesia y para activar la Ruta de acompañamiento” en la que tienen estimado para mitad de 2020 formar unas 1.200 personas.

Un proceso transfronterizo

Al ser consultada por Vida Nueva, Andrea Milena Arévalo, responsable de la oficina del buen trato, ha señalado que el castigo físico se ha naturalizado. “Muchos adultos de los que participan en el curso todavía agradecen la paliza que su mamá le dio porque según ellos gracias a eso hoy en día son personas de bien, entonces frente a todas las creencias y estereotipos que se tienen alrededor de la violencia ya hay mucho que trabajar”.

En cuanto a la acogida de este proceso formativo implementado por la arquidiócesis, la especialista ha mencionado que muchas personas vinculadas al trabajo eclesial respondieron positivamente al llamado, incluso gracias a la virtualidad que “no tiene fronteras, en esta primera cohorte del curso, se inscribieron personas de Argentina, Paraguay, Costa Rica y África”.

“Esto nos creó una mirada distinta de todo este trabajo, por lo cual tenemos que hacer propuestas de Iglesia con un lenguaje universal”, ha afirmado Arévalo, mientras asegura que esta experiencia puede ser perfectamente replicada en otra jurisdicción eclesial de Colombia o el mundo, estarían dispuestos a brindar asesoría en esta materia.

La temporada clown

La acción arquidiocesana en favor de la niñez no se ha quedado en lo formativo, sino que ha dado un paso cualitativo para llegar más eficazmente a los niños, niñas y adolescentes. Por ello de la mano de la fundación Doctora Clown, en el marco de entornos protectores de la iglesia, han iniciado la ‘Temporada Clown’ para socializar “la ruta de acompañamiento a víctimas y hacerla saber o darla a conocer de manera creativa a los niños”, ha dicho la responsable de la Oficina del Buen Trato.

“Esta primera etapa hemos iniciado con 300 niños” para “luego evaluar los alcances y resultados de tal modo ampliar este número”, acotó. Esta experiencia artística está al alcance de todos, para ello deben hacer una solicitud ante la Oficina del Buen Trato para que desde esta instancia gestionen toda la logística. Esta iniciativa también cuenta con el apoyo de la organización alemana Kindermissionwerk.

Desde Cáritas Colombia

Otro de los temas acuciantes de la Iglesia en toda Colombia es el de la paz, perdón y reconciliación. La pastoral social Cáritas, de la mano de Héctor Fabio Henao, director nacional,  desde hace más de 20 años, está abordando el tema a través de su programa Sembradores de Paz, que inspirados en la educación popular organizan a los niños y sus comunidades en la resolución de conflictos, especialmente por el reconocimiento de la vida digna y el respeto por los derechos de los niños.

En la actualidad hacen presencia en zonas asediadas por la violencia como Tibú, Tarrá, Cauca, Meta y Quibdó con actividades de prevención, formación y atención social a familias de escasos recursos en perspectiva de derechos. En estos territorios el trabajo continuo de la pastoral social y obispos ha sido clave.

Por otra parte, junto con las casas de Acogida, bajo el auspicio de Cáritas Luxemburgo y Puentes de solidaridad, Cáritas Colombia desarrolla espacios de atención psicosocial y en alimentación a niños migrantes en condición de vulnerabilidad, especialmente en las jurisdicciones fronterizas de Ipiales, Cúcuta, Arauca y La Guajira como también en los grandes centros urbanos del país: Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena y Barranquilla.

Caminata para rato

Uno de los hitos que logró unir a diversas organizaciones eclesiales con trabajo en infancia en territorio colombiano, fue la caminata Huellas de Ternura, la movilización social y ecuménica animada por Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) entre junio de 2018 y junio de 2019, en la que tuvieron importante participación la Confederación Nacional Católica de Educación, Cáritas Colombia, Conferencia Episcopal, Infancia Misionera, Fe y Alegría, World Vision, Conferencia de Religiosos, Arigatou, Ministerio del Interior, alcaldías, gobernaciones e Instituto Nacional de Bienestar Familiar.

Esta movilización, según cifras dadas por el equipo promotor, recorrió 14 ciudades colombianas, en la que participaron un total de 15.500 personas. Además de promover espacios de formación con los llamados multiplicadores de ternura (bajo la perspectiva del papa Francisco), con el que prepararon a 432 agentes, cuya misión será replicar en sus parroquias, escuelas y comunidades lo aprendido. Se tiene estimado para el año 2020 más iniciativas de esta índole desde el modelo propuesto por el CELAM con sus organizaciones socias.

Obispos firman el pacto de ternura

Cabe recordar  que durante su 107° Asamblea General, la Conferencia Episcopal de Colombia, en cabeza de su presidente Oscar Urbina, arzobispo de Villavicencio,  junto a Ricardo Tobón, vicepresidente y arzobispo de Medellín, y Elkin Álvarez, secretario general y obispo auxiliar de Medellín, firmaron el llamado Pacto de Ternura, un compromiso por la niñez propuesto por las instancias organizadoras de la caminata Huellas de Ternura. Con ello los prelados asumieron las banderas de fomentar incansablemente la protección por los preferidos de Dios como bien lo enuncia este pacto.

Aún falta mucho camino por recorrer, aunque los números digan lo contrario, en la Iglesia colombiana no faltan manos esperanzadoras para construir espacios de protección a los niños, niñas y adolescentes. Laicos y vida consagrada, de la mano con sus pastores, le apuestan 100 por ciento a la ternura de una Iglesia que busca curar las heridas en la cultura de los cuidados.

Foto: Fe y Alegría Colombia

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