“Dios no se ajusta a los prejuicios”, recuerda el Papa en el ángelus

  • “Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: los gestos y signos de fe se repiten, pero no corresponden a una verdadera adhesión al Evangelio”, ha dicho
  • Francisco ha recordado su encuentro de “unidad” ayer en Bari y ha saludado a la gente del mar en el día de su apostolado

Tras su viaje ayer, 7 de julio, a Bari para encontrarse con los líderes de las Iglesias de Oriente Medio para rezar por la paz, el papa Francisco ha salido hoy puntual, a las 12:00 horas, a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para recitar el ángelus. Miles de fieles y peregrinos llegados de medio mundo se agolpaban en la plaza de San Pedro para escuchar la oración mariana.

“El Evangelio de hoy (cf. Mc 6,1-6) presenta a Jesús que regresa a Nazaret y el sábado comienza a enseñar en la sinagoga. Desde que se fue y comenzó a predicar en las aldeas vecinas no había puesto un pie en su tierra natal. Todos fueron a escucharle, pues su fama de sabio maestro y poderoso sanador se estaba extendiendo a través de Galilea y más allá”, ha recordado el Papa. Sin embargo, “lo que podría ser un éxito, se convirtió en un rotundo rechazo, de modo que Jesús no pudo realizar allí ningún milagro, solo unas pocas curaciones (Cf. v. 5)”.

Francisco ha continuado explicando que “la dinámica de ese día es reconstruida en detalle por el evangelista Marcos: la gente de Nazaret primero escucha y se queda asombrada; luego se pregunta perpleja: ‘¿De dónde viene esta sabiduría?’, y al final se escandaliza, reconociendo en él al carpintero, el hijo de María, a quien vieron crecer (v. 2-3). Por lo tanto, Jesús concluye con la expresión que se ha convertido en proverbial: ‘El profeta no es menospreciado sino en su tierra’ (v. 4)”.

“No nos escandalicemos y abrámonos a la realidad”

Entonces, el Papa ha lanzado una pregunta: “¿Cómo es que los conciudadanos de Jesús pasan de la maravilla a la incredulidad?”. Y ha añadido: “Hacen una comparación entre el origen humilde de Jesús y sus capacidades actuales: es carpintero, no ha estudiado, sin embargo, predica mejor que los escribas y hace milagros. Y en lugar de abrirse a la realidad, se escandalizan”. 

Según los habitantes de Nazaret, “¡Dios es demasiado grande para rebajarse a hablar a través de un hombre tan simple! Es el escándalo de la encarnación: el evento desconcertante de un Dios hecho carne, que piensa con una mente humana, trabaja y actúa con manos humanas, ama con un corazón humano, un Dios que lucha, come y duerme como uno de nosotros”, ha recalcado. Y es que “el Hijo de Dios vuelca todos los esquemas humanos: no son los discípulos quienes lavaron los pies del Señor, es el Señor quien lavó los pies de sus discípulos (cf. Jn. 13,1-20). Esta es una causa de escándalo e incredulidad, en todas las épocas, incluso hoy en día”, ha afirmado.

Continuando el rezo de la oración mariana, el Santo Padre ha aseverado que “el cambio hecho por Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una verificación personal y comunitaria. En nuestros días, de hecho, puede pasar que se alimenten prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor hoy nos invita a adoptar una actitud de escucha humilde y de espera dócil, porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de maneras sorprendentes, que no se corresponden con nuestras expectativas”, porque “Dios no se ajusta a los prejuicios”. 

¿Una verdadera adhesión al Evangelio?

Asimismo, Jorge Mario Bergoglio ha instado a “esforzarnos por abrir el corazón y la mente, para dar la bienvenida a la realidad divina que viene a nuestro encuentro. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios”. De hecho, “muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: los gestos y signos de fe se repiten, pero no corresponden a una verdadera adhesión a la persona de Jesús y a su Evangelio”, ha reconocido.

Y antes de terminar ha pedido “al Señor, por intercesión de la Virgen María, disolver la dureza del corazón y la estrechez de mente, para que estemos abiertos a su gracia y su verdad, a su bondad, misericordia y misión, que se dirige a todos, sin exclusión”.

Tras el ángelus, Francisco ha recordado su visita ayer a Bari, cuya jornada a calificado de “un signo elocuente de la unidad de los cristianos”. Tampoco se ha olvidado de saludar a la gente del mar y los pescadores en este Día del Apostolado del Mar. Así, antes de marcharse y pedir que recen por él, ha tenido un recuerdo especial para quienes viven en situaciones de trabajo indigno en el mar; así como para aquellos que están comprometidos en liberar los mares de la contaminación.

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