Tribuna

Una nota sobre José Gregorio Hernández

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Cada mañana, José Gregorio, ofrécele a Dios tu día. Cuando trabajes o viajes, acostúmbrate a decir pequeñas oraciones. Cuando sufras dedícale a Dios tus sufrimientos. Nunca te entregues al sueño sin haber rezado el Padrenuestro y el Avemaría. Este fue el principal consejo que recibió el Dr. José Gregorio Hernández de su madre y él, como hijo devoto, tanto de sus madres como de su Padre, así lo hizo siempre.



Cuando los venezolanos atravesamos la peor crisis nacional en los últimos 100 años, recordarlo no sólo por el proceso de su beatificación sino porque, al hacerlo, entramos en comunión y sintonía con la Misericordia de Dios derramada en su ser-estar en el mundo.

En la cultura del venezolano

El rostro de José Gregorio Hernández está incrustado en la cultura del venezolano. Rostro sereno de quien posee alma blanda, mansa, humilde y paciente. Alma suavizada por el soplo delicado de un sosiego sabroso que nunca olvidó apacentarse en el Señor y en su Madre amantísima que le mostraron, desde muy niño, a mirar las cosas en razón y justicia para hacerlas.

El que ayuda al pobre presta a Dios, parece decir en su silencio bien acicalado, y Dios le recompensará. La vida de este venezolano insigne es una galería de virtudes cristianas que nos permite comprender que existe un puente entre la fe y la razón que debe extenderse hacia los más necesitados, ya que, como dice el Evangelio: “Cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.” (San Mateo 25:40).

Entre la ciencia y la fe

El paso del Dr. Hernández por el campo de las ciencias no estuvo exento de momentos complejos, pues, la universidad en la cual desarrolla su carrera científica se encuentra postrada a los pies del Positivismo que negaba de raíz toda posibilidad que fuese ajena a los valores de la fe, particularmente todo lo concerniente a las teorías que apoyaban al Creacionismo.

Hizo fuente de su vida intelectual aquella verdad potente que impulsaba San Agustín: “gaudium de veritate”, es decir, el gozo profundo de buscar la verdad, de descubrirla y comunicarla en todos y cada uno de los campos del conocimiento.

Hizo suyo el llamado que desde el Concilio Vaticano I invitaba a enseñar que la verdad alcanzada a través de la reflexión filosófica y la verdad proveniente de la Revelación no se enmarañan, ni una hace superflua a la otra, por el contrario, se coimplican, puesto que “la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad” (Fides et Ratio).

Bajo la impronta del matrimonio entre la  y razón, protagonizó, aferrado a la Cruz, junto a Juan de Dios Villegas Ruíz y Mons. Juan Bautista Castro una dura polémica contra Luis Razetti y su doctrina de la descendencia.

Misericordia la principal medicina

En 1918 Venezuela padeció la oscuridad de una pandemia, en aquella oportunidad se trató de la Gripe Española. Su participación en una comisión encargada de combatir el flagelo fue determinante.

No sólo estuvo poseído por la luz profunda de la verdad científica, sino que además estaba totalmente entregado a la Verdad suprema que desnuda la dignidad y plenitud de todos los hombres. Estas convicciones condujeron su notable actuación que, en este momento, orientan a tantos médicos que luchan en las condiciones más paupérrimas contra una nueva pandemia.

El Dr. José Gregorio Hernández transformó la misericordia en la principal medicina para el ser humano, concepto que se haría universal en la voz bondadosa de San Juan XXIII durante la instalación del Concilio Vaticano II.

Dr. José Gregorio Hernández, médico de los pobres, opción por los afligidos, venerable servidor de Jesús, hijo como yo de María Santísima, socorre –una vez más– a tu pueblo. Tú que conociste el odio de la intolerancia y la brutalidad totalitaria, muéstranos el camino de la misericordia. Cura el alma de tu pueblo sacudida por el desconcierto de la fragilidad humana. Cura a tus hermanos, a los más pobres, a aquellos que, bajo el manto de falsas promesas, les han erosionado hasta los huesos la dignidad y su valor como personas. Paz y Bien.


Valmore Muñoz Arteaga. Director del Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela