Una de las figuras más altas de la poesía española es Antonio Machado. No solo hablamos de una figura importante de las letras españolas, sino que, además, de una de las más queridas y populares de España.
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Su poesía se caracterizó, entre otras cosas, por su sencillez, musicalidad y por una constante reflexión sobre la existencia humana. De su repertorio poético, me gustaría compartir uno en particular, ya que, me parece, lo que allí plantea resulta fundamental meditarlo en la actualidad. El poema se llama Dice la razón, aparece en Campos de Castilla de 1912.
El poema dice: “Dice la razón: Busquemos / la verdad. / Y el corazón: Vanidad. / La verdad ya la tenemos. / La razón: ¡Ay, quién alcanza / la verdad! / El corazón: Vanidad. / La verdad es la esperanza. / Dice la razón: Tú mientes. / Y contesta el corazón: / Quien miente eres tú, razón, / que dices lo que no sientes. / La razón: Jamás podremos / entendernos, corazón. / El corazón: Lo veremos”.
Este diálogo entre la razón y el corazón refleja una tensión que ha existido en el interior del hombre, especialmente, a partir de la explosión de la racionalidad moderna. Implícitamente, Machado nos desnuda al diálogo como afirmación del otro constituyéndose así en el elemento radical que hace posible el pensar.
Razón y corazón: una crítica a la razón instrumental
Machado nos propone en su poema meditar sobre la relación entre la racionalidad y el símbolo o modo de pensar simbólico, expresado en el concepto corazón.
Esta relación ha despertado en los últimos tiempos un gran interés, incentivando una revaloración crítica en torno a los discursos extra científicos y racionales —como el mítico o el simbólico—, la cual, sintomáticamente ha coincidido con la bien conocida y padecida crisis de la racionalidad instrumental moderna.
Podemos señalar que la racionalidad instrumental es un enfoque que privilegia la eficiencia y el cálculo en la toma de decisiones, reduciendo la complejidad de la realidad a un sistema de medios y fines.
Un enfoque que ha devaluado al corazón, que lo ha reducido hasta el punto de erosionar la relación del hombre con el universo simbólico. Sin considerar que el hombre es, precisamente, un ser simbólico. De nada sirven la ciencia, la técnica, la energía, de nada sirve nada, si la persona no posee las virtudes que se estimulan a partir de un universo simbólico bien consolidado.
Ese universo abre las puertas, no solo a la realidad real, sino a nuevas y más profundas dimensiones de ella. Horkheimer, uno de sus grandes críticos, señala que la razón instrumental reduce el accionar intelectual a la producción de resultados calculables sobre el mundo empírico. «Cuando no se aprecia lo específico del corazón perdemos las respuestas que la sola inteligencia no puede dar, perdemos el encuentro con los demás, perdemos la poesía», señaló Francisco al respecto.
Un saber poético
Machado apuesta en su poema por una victoria del corazón, es decir, por el retorno a una racionalidad sensible, pensar con los sentimientos que, a su vez, fundamente la posibilidad de ver florecer un saber poético. Un saber que nos permita reconocer nuestra propia vida y la de los demás como una obra de arte.
Volvernos un poco artistas, es decir, como resaltó Rilke, no calcular ni contar: madurar como el árbol, que no apremia su savia, y se yergue confiado en las tormentas de primavera, sin miedo a que detrás pudiera no venir el verano. Que los días del hombre, los días por venir, se transformen en versos que no se sometan ni respondan a ninguna lógica, mucho menos, ya lo apuntó Ordine, a una lógica de la precipitación y lo útil.
Un saber poético es la conquista del corazón de toda la realidad, pues es instrumento que se atreve a dar el paso que la racionalidad instrumental no se atreve, es decir, ir más allá, arriesgarse a la conquista de lo hermoso, es decir, batirse por nada como Cyrano de Bergerac. «Allí donde el filósofo detiene su pensamiento, el corazón creyente ama, adora, pide perdón y se ofrece a servir en el lugar que el Señor le da a elegir para que lo siga», apuntó nuevamente Francisco. Que nos vuelva a arder el corazón. Paz y Bien, a mayor gloria de Dios.
Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor del Colegio Mater Salvatoris. Maracaibo – Venezuela