Tribuna

Rendir cuentas

Compartir

Uno de los aspectos que asusta del camino sinodal es que sea difícil de controlar. Esta situación es consecuencia directa de la revolución copernicana en la que Francisco ha puesto la escucha en el centro. Escuchar significa presuponer que el otro tiene algo que decir. El espacio que se abre en el seno de la gobernanza comunitaria es bien valorado cuando quien habla tiene el valor de la parresía, que es el derecho-deber de la franqueza. Una vez iniciado el proceso, empieza a desarrollarse una sensibilidad. Cualquier intento de volver atrás, cerrando los oídos o la boca del prójimo, resultará injusto. Y es posible que alguien se levante y lo denuncie.



La pasada primavera, el Papa decidió confiar los temas candentes del Sínodo a diez grupos de estudio, compuestos por obispos, teólogos y teólogas de los cinco continentes, cuyos nombres fueron publicados en la web oficial del Vaticano. Todos excepto los del Grupo 5, dedicado al tema del acceso de la mujer al diaconado. La razón de este silencio es que el Grupo 5 no existe, ya que su tema de estudio ha sido reservado directamente al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, en la persona del secretario, Armando Matteo.

Pero cuando, durante la asamblea sinodal del pasado octubre los representantes de los grupos de estudio fueron llamados a rendir cuentas de su trabajo y nadie del Grupo 5 se presentó, un tercio de los participantes alzó la voz pidiendo al cardenal Fernández que explicara este modo de proceder no acorde con el estilo sinodal.

Sínodo de la Sinodalidad. Mujeres

El extraordinario epílogo del relato es el encuentro para aclarar la cuestión entre Fernández y los participantes del Sínodo, un intercambio de una hora caracterizado por la franqueza y la informalidad, fue grabado y publicado íntegramente en Vatican News. Que las personas con autoridad aprendan a rendir cuentas a la comunidad por sus acciones es un punto fundamental de la reforma sinodal del gobierno de la Iglesia.

Esta reforma, como la historia del Grupo 5, no depende solo de la buena voluntad de los superiores, sino también de la capacidad de todos los creyentes de no desistir ante los abusos, perseverando en el laborioso ejercicio de pedir explicaciones. Lo que afecta a todos debe decidirse con el consenso de todos. Para hacerlo posible, cada uno es responsable de hacer su parte de acuerdo con su propio rol.


*Artículo original publicado en el número de enero de 2025 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

Lea más: