Quizás lo intuía, pero en las últimas semanas envié dos mensajes de Whatsapp a Roberto, ahora papa León XIV. Tras la muerte de Francisco y antes del inicio del cónclave, le escribí: “Ahora tengo que rezar aún más por ti”. Así deseo recordar hoy la cercanía con mi amigo y hermano agustino.
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Han pasado casi 30 años desde que le conocí, en octubre de 1996. Parece que fue ayer, y hoy lo recuerdo más vivamente. Fueron tiempos nuevos, para mi vida y para la de una comunidad agustina que se hacía en la ciudad de Trujillo. Los agustinos tenían una casa de formación religiosa y era invitado a ser parte de ellos por vocación. Fueron años maravillosos, los mejores de mi vida por la fraternidad, amistad y entrega de servicio a los demás que vivíamos en esa casa de formación, donde Roberto, junto con otros formadores, era uno de los responsables de ello.
Nos reencontramos
Los años y los compromisos nos distanciaron por lo menos 15 años. Después, por lo medios virtuales, nos reencontramos y seguimos comunicándonos. Fue a la muerte de mi esposa cuando nos volvimos a comunicar y recibí de su parte una invitación, en 2016, para servir juntos, pastoralmente, en la Diócesis de Chiclayo, donde él había sido nombrado obispo.
Durante este tiempo me compartió su proyecto y deseo pastoral: unidad y corresponsabilidad. El camino de la Iglesia es posible si vamos unidos, en comunión. Esta máxima pastoral era fruto del Concilio Vaticano II, que tiene su fundamento en la afirmación conciliar de “Iglesia misterio de comunión”.
Corresponsabilidad
Pero esta se expresa teológicamente en la corresponsabilidad, y he aquí el reto mayor. Ante lo que ahora llamamos sinodalidad, Roberto fue animando la corresponsabilidad como camino pastoral para una Iglesia “servidora y misionera en comunión corresponsable”.
Esta preocupación pastoral manifiesta lo que es: cercano, amigo, sensible al otro y al sufrimiento. No le son ajenos la realidad migrante, los desastres naturales por la crisis climática, el dolor del hombre y la mujer de a pie. Su sensibilidad pastoral estaba tan presente en lo cotidiano como su responsabilidad administrativa como obispo, siempre cercano y preocupado por su clero y por la animación de su ministerio.
Desafiado por los cambios estructurales de este tiempo, a León XIV no le amilanan. Al contrario, lo asume responsablemente. Además, sabe que toca hacerlo en comunión, junto a otros. Su temple y fortaleza, así como su disciplina personal para la oración, el estudio y sus compromisos, serán ‘herramientas’ personales que le ayuden a ser el Papa para nuestra Iglesia de hoy.