Tribuna

León XIV, retazos de una honda humanidad

Compartir

Soy un agustino hispano-argentino de 54 años que está actualmente en España, donde soy profesor en el Centro Teológico San Agustín, afiliado a la UPSA. Antes, entre otras cosas, fui misionero en Cuba (en un regreso a la isla auspiciado por Robert Prevost, que logró el regreso de los hijos de san Agustín después de muchos años de exilio forzoso tras el triunfo de la revolución castrista). También, entre 2016 y 2017, fui delegado del prior general agustino. A mi regreso a España, antes de mis actuales funciones, trabajé como coordinador de pastoral y del voluntariado en el Colegio Mayor Universitario San Agustín de Madrid.



Fruto de esa amplia experiencia agustiniana, comparto mi alegría después de que León XIV sea el nuevo papa. Recuerdo cuando, en 2002, residiendo en la comunidad agustiniana de Los Negrales (Madrid), en la que era formador y ecónomo, Prevost vino a visitarnos. Tenía 47 años y hacía uno de su elección como prior general de nuestra Orden. Ahí me encontré con este hermano que te escuchaba mirándote a los ojos, prudente y sencillo, con una profunda espiritualidad; inteligente y bien preparado, como ya había pasado por la experiencia de ser formador de profesos en Trujillo (Perú), desde la cercanía y con serenidad, nos animó a seguir cuidando la formación en todas sus dimensiones.

Vocación misionera

Esa intuición la comparto con un amigo que fue agustino, Carlos Hurtado de Mendoza, y que estos días me ha dicho lo siguiente de cuando le conoció en 2001: “Era un hombre afable, inteligente y algo circunspecto. No era un líder espiritual estridente, ni carismático en exceso, pero, en las distancias cortas, mostraba una hondura espiritual arrebatadora. Y tenía una debilidad: la vocación misionera”.

En 2004, cuando yo era párroco en Santa Rita de Casia, en Montevideo, Prevost tuvo el detalle de visitar a mis padres (Sara y Alberto, hoy difuntos) en el pueblo en el que me crie, Santa María de Catamarca. Estos días, mi hermana, Patricia Edith, me ha dicho lo siguiente sobre ese encuentro familiar: “Estoy muy contenta y emocionada porque eligieron papa a un agustino y al que tuve el honor de recibir en casa. Recuerdo que habló poco; parecía tímido, escuchaba y sonreía. Pero nos preguntó cómo nos iba y, al final, hasta le hicimos reír un poco”.

Deseo de conocernos

Finalmente, me viene a la memoria el 9 de marzo de 2008, cuando nos vimos en la consagración episcopal de nuestro hermano agustino Mariano Moreno García como obispo de la Prelatura de Cafayate. Al terminar la misa, me pidió que le acompañara, caminando hasta el lugar donde iba a ser el banquete; fuimos a paso lento, charlando. De este breve momento me quedo con su deseo de saber, de boca de un hijo de la Prelatura de Cafayate, la realidad y problemas de la zona.

LeonXIV_061

Como prior general, supo escuchar, ser conciliador y generar diálogo; pero también tomó decisiones con firmeza ante problemáticas que había que solucionar o que había que darles un giro, y demostró ser creativo para con la pastoral juvenil agustiniana.

Pastoral social

Una vez que terminó su mandato, tal y como le pedía su corazón misionero, regresó a Chiclayo. Ahí fue obispo hasta que tuvo que instalarse en Roma. No se cansó de levantar su voz profética ante los terribles atentados contra la dignidad humana, la problemática de la violencia, la pobreza extrema, la defensa de la vida y de los derechos humanos. Proyectó una pastoral social hacia los más necesitados, extendiéndola hacia los migrantes y refugiados.

Marcará su impronta por una Iglesia unida y puente, para iluminar, a la luz de la fe y desde el diálogo con la razón, el camino para lograr la paz en los lugares donde hay guerras; potenciar la justicia y dignidad de los migrantes y los que no tienen trabajo decente; estará con los que sufren la violencia; fomentará el diálogo interreligioso y clamará contra las persecuciones a las minorías religiosas; fortalecerá una cultura de la vida y contra la cultura del descarte, sobre todo ante la realidad del aborto, la eutanasia y la pena de muerte.

Veremos un perfil doctrinal moderado, equilibrado, profético, que sabe leer los nuevos signos de los tiempos para que la Iglesia en medio del mundo siga siendo experta en humanidad.