Tribuna

La revolución cofrade de la Esperanza en el jubileo 2025

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El Jubileo que estamos viviendo en este año 2025, proclamado por el Papa Francisco bajo el lema “Peregrinos de la Esperanza”, no es una simple celebración. Es una convocatoria revolucionaria, una llamada urgente para que las Cofradías y Hermandades sean testigos vivos de la esperanza transformadora en medio de un mundo roto. En esta hora crucial, estamos llamados a convertir nuestras tradiciones en herramientas de justicia, amor y fe que iluminen cada rincón de la sociedad.



La esperanza cristiana, como recuerda el Papa Francisco, “no defrauda” porque está arraigada en la fidelidad de Dios. Esta esperanza no es pasiva; es una fuerza activa que exige compromiso y acción. Las Cofradías y Hermandades, con su profundo enraizamiento en la religiosidad popular, tienen el potencial único de ser faros de esta esperanza, pero para ello deben romper con la autocomplacencia y abrazar una misión profundamente transformadora. Este Jubileo es la hora de la verdad: ¿estamos llevando a Cristo Resucitado al mundo o nos quedamos encerrados en nuestros templos y tradiciones?

A las periferias

En el corazón de la vida cristiana está la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, que es “fuente y cumbre de toda la vida cristiana”. Para las Cofradías y Hermandades, la Eucaristía no puede ser simplemente un acto ritual o una tradición vacía. Es el encuentro real con Cristo resucitado, quien nos envía al mundo como testigos de su amor. Cada cofrade, fortalecido por el Pan de Vida, está llamado a llevar el Evangelio a las periferias, a ser fermento de esperanza y luz en los lugares más oscuros.

Desde el altar, donde se renueva el sacrificio de Cristo, surge la fuerza para anunciar con valentía la Buena Noticia. Este Jubileo debe ser una oportunidad para renovar nuestra centralidad en la Eucaristía, para que cada procesión, cada acto de culto y cada gesto caritativo esté profundamente arraigado en el misterio de la fe. ¿Cómo podemos anunciar la esperanza si no bebemos primero de su fuente? Cofrades, es hora de volver al altar con el corazón encendido, listos para ser enviados como misioneros en medio del mundo, para poner en el corazón de la misión de cada cofradía y hermandad la caridad cofrade.

Misión caritativa

El Papa Francisco define Cáritas como el amor tangible de la Iglesia hacia los pobres. Las Cofradías tienen en Cáritas su ámbito natural para desarrollar su misión caritativa. Pero esto no puede reducirse a acciones puntuales o gestos aislados. Es el momento de una colaboración estratégica y audaz con Cáritas Diocesana, integrando nuestras iniciativas cofrades en proyectos que transformen vidas y comunidades. Las Cofradías deben ser el brazo extendido de la caridad eclesial, generando esperanza concreta en los más necesitados.

Imaginemos Cofradías que lideren y acompañan programas de inserción laboral, proyectos de apoyo integral a familias en riesgo y centros de acogida para migrantes. No basta con dar pan al hambriento; debemos ofrecer herramientas para construir una vida digna. Centros cofrades que sean espacios de escucha, formación y acompañamiento espiritual para quienes más sufren serían una respuesta contundente al clamor del Evangelio.

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Romper el aislamiento

Cristo nos llama a encontrarlo en los presos, aquellos que cargan con el peso de la exclusión y la desesperanza. Las Cofradías están llamadas a abrazar con valentía la Pastoral Penitenciaria, llevando no solo palabras de consuelo, sino oportunidades reales de transformación. Talleres de formación, programas de reinserción social y visitas regulares que rompan el aislamiento pueden convertirse en signos concretos de esperanza.

Cada cofradía puede adoptar una cárcel, ofrecer acompañamiento espiritual y humano a los internos y sus familias, y ser un puente hacia la reintegración. Porque allí donde el mundo ve fracaso, los cofrades debemos proclamar la posibilidad de redención y vida nueva.

Contra las injusticias

En el ámbito laboral, las Cofradías tienen un papel profético. Muchos cofrades son testigos directos de las luchas diarias de quienes enfrentan precariedad, explotación y siniestralidad laboral. Se trata de asegurar que todas las voces de los más vulnerables y excluidos sean escuchadas, especialmente las de los migrantes y trabajadores más vulnerables. Es hora de que las Cofradías se posicionen claramente contra las injusticias laborales y a favor de una cultura del trabajo digno y seguro.

Proyectos que promuevan la formación profesional, el apoyo a víctimas de accidentes laborales y el acompañamiento a familias en situaciones críticas son formas concretas de responder al Evangelio. Imaginemos procesiones donde se recuerde y visibilice a quienes han perdido la vida en el trabajo, clamando juntos por justicia y dignidad.

Cada rostro migrante

Las Cofradías deben ser hogar para los migrantes, esos “peregrinos de la esperanza” que buscan un futuro mejor. Crear redes de apoyo que incluyan formación, asistencia legal y acompañamiento humano y espiritual es una tarea urgente. Cada migrante debe encontrar en las Cofradías una familia que lo acoja y lo ayude a integrarse, porque en cada rostro migrante encontramos el rostro de Cristo.

Sin duda, ser cofrade no es solo un título; es una vocación profunda que exige compromiso con la misión de la Iglesia en el mundo. El Papa Francisco ha insistido en la importancia del laicado comprometido, recordando que son los laicos los que están en medio del mundo. Las Cofradías y Hermandades, como expresión viva de la religiosidad popular, son una plataforma única para formar y enviar laicos misioneros que vivan su fe con coherencia y valentía.

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Construir comunidades

La auténtica vocación cofrade no se limita a cargar un paso u organizar procesiones. Implica estar al servicio de los demás, construir comunidades de fe y esperanza, y ser agentes de cambio en una sociedad necesitada de testigos auténticos. Este Jubileo debe ser un punto de inflexión, un momento para que cada cofrade asuma con valentía su papel como evangelizador en el mundo.

Las procesiones no pueden quedarse en la estética o la tradición. Deben ser proclamaciones vivas del Evangelio. Cada imagen debe ser un mensaje de esperanza para quienes nos observan, y cada cofrade, un testigo del amor de Dios. Imaginemos procesiones donde los testimonios de fe de quienes han encontrado esperanza en la Iglesia acompañen a las imágenes sagradas. Proclamemos con audacia que Cristo resucitado camina con nosotros.

Auténticos laboratorios

Por ello la formación es clave para que las Cofradías sean auténticos laboratorios de esperanza. Jornadas de reflexión, talleres sobre la Doctrina Social de la Iglesia y espacios de oración comunitaria deben convertirse en prioridad. Una fe formada es una fe activa y comprometida, capaz de responder con creatividad a los desafíos del mundo.

El Jubileo 2025 es una llamada a la acción audaz y comprometida. Las Cofradías y Hermandades tienen el potencial de ser faros de esperanza, pero solo si están dispuestas a dejar atrás la comodidad y abrazar una misión profundamente evangélica. Este es el momento de transformar nuestras tradiciones en testimonios vivos de la esperanza que nunca defrauda, por ello este Jubileo también es una llamada a la unidad. Las Cofradías deben dejar atrás divisiones y rivalidades para trabajar juntas en proyectos comunes que sean signos de fraternidad. Procesiones unificadas, iniciativas solidarias conjuntas y encuentros diocesanos pueden ser testimonios poderosos de unidad en un mundo dividido.

El Papa Francisco nos recuerda que “la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”. No tengamos miedo de soñar en grande, de actuar con valentía y de ser instrumentos de cambio. Como “Peregrinos de la Esperanza”, somos llamados a encender luces en la oscuridad, a proclamar la resurrección en medio del dolor y a construir un mundo donde nadie quede atrás. Este es el tiempo de las Cofradías; este es el tiempo de la revolución de la esperanza.