Tribuna

Hacer ‘egosurfing’ de tu interior

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El primer buscador de Internet apareció en 1993. Eran los años en los que la Word Wide Web (www) comenzaba a hacerse presente en nuestras vidas. Se llamaba Wandex e inauguró una nueva forma de navegar por la Red, facilitando mucho la consulta de información. Poco a poco surgirían otros buscadores, hoy más conocidos, como Altavista, Yahoo, Bing, DuckDuckGo o el omnipotente y omnisciente Google. Cada día hacemos uso de ellos para localizar contenidos de interés sobre noticias, personas, lugares y un sinfín de información que tenemos disponible en el universo de Internet. Pero, ¿alguna vez has utilizado uno de estos buscadores para localizar información sobre ti mismo? ¿Te has entretenido viendo fotos que otras personas han publicado en las que tú apareces? Si has tenido alguna de estas experiencias, has hecho ‘egosurfing’.



Según la jerga de Internet, el ‘egosurfing’ se define como la práctica de buscar el propio nombre en la Red​ para comprobar la cantidad de información acumulada sobre uno mismo. Aunque algunos vinculan esta práctica con cierto grado de vanidad, cotilleo o entretenimiento por averiguar si hay más personas que se llaman igual que nosotros,  lo cierto es que hacer ‘egosurfing’ nos puede hacer un poco más conscientes de cuál es el rastro, la huella digital, que vamos dejando en Internet. Es algo que, en ciertos casos, puede llegar a asustar porque muchas veces publicamos o publican cosas sobre nosotros que, con el paso del tiempo, olvidamos que siguen ahí. Si además de la información que podemos encontrar sobre nosotros en los buscadores nos centramos en localizar lo publicado en redes sociales, el susto, seguramente, será mayor.

Buscar la presencia de Dios

¿Y si aprovecháramos esta práctica para un fin diferente? El tiempo Pascual que estamos viviendo puede ser una buena oportunidad para plantearnos un ‘egosurfing’ no de lo publicado sobre nosotros hacia fuera, sino hacia dentro: una búsqueda en clave espiritual, mirando a nuestro interior, dejándonos encontrar por Aquel que está siempre dispuesto a salirnos al paso. Hacer ‘egosurfing’ de tu interior implicaría buscar con detalle la presencia de Dios en tu vida, la huella que deja en ti, los momentos, personas y cambios que han transformado y transforman tu proceso vital. Además, no es sólo tarea tuya, sino que debes dejar que Dios lo realice en ti, dejarte descubrir por Él.

Para hacer este tipo ‘egosurfing’ de tu interior el buscador más eficaz es la oración, la lectura discernida de la Palabra de Dios, la vida sacramental y las experiencias de fe compartidas con otros. Una verdadera y sincera búsqueda de ti mismo te llevará al encuentro con Dios, con quien compartes mucho más de lo que crees, porque eres imagen y semejanza suya.

De una u otra forma, como ocurre en las consultas de Internet, en nuestras búsquedas diarias de sentido, de luz en medio de la oscuridad, de ánimo, de orientación, todos queremos encontrar buenos resultados. Probablemente el problema es que estamos desenfocados en el lugar donde buscamos. Quizás no sea fuera donde debamos buscar, sino dentro, practicando este ‘egosurfing’ de nuestro interior.

Un tesoro interior

Uno de los grandes buscadores del interior es san Agustín, que nos comparte en las ‘Confesiones’ el testimonio de sus hallazgos: «Tú respondes a todos los que te consultan, aunque sean cosas diversas. Claramente tú respondes, pero no todos oyen claramente. Todos te consultan sobre lo que quieren, mas no todos oyen siempre lo que quieren. Óptimo ministro tuyo es el que no atiende tanto a oír de ti lo que él quisiera cuanto a querer aquello que de ti oyere» (Conf. VIII,37). ¿No será eso, precisamente, lo que nos falta? Y, por otro lado, ¿estamos buscando donde debemos? «Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando […] Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. […] Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera» (Conf. VIII,38). Quizás nos falta hacer un poco más ‘egosurfing’ de nuestro interior para descubrir el gran tesoro que nos está esperando, no fuera, sino dentro.