Los días 9 y 10 de diciembre tuvo lugar en la Pontificia Universidad Lateranense un Congreso Internacional sobre el futuro de la Teología, organizado por el Dicasterio de Cultura y Educación, con el título Patrimonio e Imaginación.
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Comenzó con una audiencia con el papa Francisco. Nos dijo que, cuando piensa en la teología, le viene siempre la imagen de la luz. Esa luz que –en línea con Agustín de Hipona– nos hace ver las cosas, sin ser ella una más de las cosas vistas. Así debe ser la teología: trabajo sosegado y humilde que, en silencio y oración, haga visible la luz del Evangelio de Jesucristo que ilumina a las mujeres, a los hombres y al todo de la realidad. Nos dijo también que una teología exclusivamente masculina es una teología incompleta y que, por tanto, la Iglesia necesita teólogas valientes, creativas y con imaginación. Y añadió un deseo y una invitación.
El deseo: que la teología nos ayude a repensar cómo pensar. Apunta a la urgentísima tarea de ensanchar nuestra comprensión teológica de la tradición, para afrontar con holgura y audacia los retos de la compleja realidad de hoy. Un corazón grande necesita pensar, comprender e imaginar a lo grande, para evitar estrecheces mentales, cerrazones prácticas y mediocridades paralizantes. La historia de la teología es la historia de un pensamiento vivo, creativo y en vanguardia. Si la teología se convierte en mera repetición de doctrina, corre el riesgo de convertirse en ideología. Y la ideología polariza, enfrenta y escinde. A la ideología no le preocupa la significación viva de lo que formula, sino el control y el poder sobre quienes formulan.
Es la muerte del pensamiento, porque con miedo e inseguridad no se pueden plantar las semillas del ‘kerygma’ en la tierra de la cultura. Y a esto es, precisamente, a lo que nos llama el Papa cuando habla de repensar nuestra forma de pensar: a dialogar con la filosofía, la literatura, las artes, las matemáticas, la física, la historia, el derecho, la política y la economía. Nos dijo –levantando la vista de los papeles, mientras improvisaba– que una teología cerrada en sí misma solo genera manuales. Todos entendimos, pues, que necesitamos otros géneros teológicos en los que el ensayo y la creatividad corran el sano riesgo del error y eviten la estéril repetición.
Patrimonio accesible
La invitación: el Papa quiere que la teología sea accesible a todo aquel que quiera cursarla. Los estudios universitarios de teología no pueden ser un gueto académico. Son patrimonio de toda la Iglesia. No son propiedad de nadie ni pueden estar únicamente abiertos a los candidatos al sacerdocio. El Papa quiere que todas las facultades del mundo abran las puertas a mujeres y hombres que quieran profundizar en su fe de forma reglada, rigurosa y científica. Nos dijo que nos preparásemos para esa acogida y que cambiásemos lo que tuviésemos que cambiar.
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