Tribuna

Educación como viaje interior

Compartir

Escribe Michel de Montaigne sobre lo vital que es para la educación del hombre que éste, más allá de saber e ignorar, la meta del estudio debería contemplar el coraje, la templanza y la justicia; que el hombre tenga las herramientas para distinguir entre ambición y avaricia, servidumbre y vasallaje, libertinaje y libertad; “por qué signos se conoce la verdadera y sólida satisfacción; hasta dónde se ha de temer la muerte, el dolor y la vergüenza; qué resortes nos mueven y el origen de tantas agitaciones en nosotros”.



El maestro, para el ensayista francés, debe orientar su trabajo de enseñanza en mostrar el ordenamiento de las costumbres y sus sentidos, a enseñar a conocerse y a saber morir bien y a vivir bien.

La pandemia ha agregado algo más en la lista de los deberes que ahora tiene la Educación: orientar en un proceso que se abra al cuidado de sí y del otro. Para ello, se requiere un ejercicio hermenéutico que permita reencontrarnos con el ánimo de responder a preguntas fundamentales como ¿Qué es lo que somos? ¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos? Preguntas que resultan un reto luego de la pandemia y del horror de los que hemos sido testigos en Ucrania.

Cuidado de sí…

Michel Foucault en su libro ‘Hermenéutica del Sujeto’ (2002) intenta dar respuesta a estas preguntas inquiriendo en la antigüedad para llegar a la práctica del ‘cuidado de sí’. Cuidado que abre sus brazos a tres aspectos muy precisos: mi relación con respecto a mí mismo, al otro y el mundo; manera en que se plantea la atención que implica conducir la mirada del exterior al interior; y, las acciones a ejecutar por las cuales nos hacemos cargo de sí mismo. Claro está, estamos ante una práctica de la subjetividad, lo que implicaría una reconciliación con el universo simbólico del hombre debilitado por el erróneo ejercicio de la racionalidad moderna.

Lógicamente, estas cuestiones denotan una revisión de las prácticas pedagógicas en cuanto a que el objetivo no es exactamente la formación para aprender algo exterior, sino una educación que impulse el ejercicio reflexivo con respecto a sí mismo, en especial con la experiencia que tiene de sí mismo. Foucault tiene claro que un hombre capaz de cuidar de sí mismo es un hombre capaz de gobernarse y de regular con sabiduría su relación con los otros.

El maestro debe aprender a contemplar al estudiante, no como estudiante, sino como un artista de sí mismo basado, no en el cuidado de riquezas, sino de sí mismos y de sus almas. Este cuidado de sí que podríamos ver como una formación de sí, es el resultado de una hermenéutica del sujeto por medio de la cual éste aprende a escucharse, mirarse e interpelarse como persona.

Un viaje interior

Entre 1795 y 1796, Goethe publica lo que será su segunda novela, Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister. La novela cuenta la historia de una autorrealización a partir del desencanto que por la vida sentía el protagonista. A este tipo de novelas, muy popular en Alemania, se le llaman Bildungsroman o novelas de formación. Gadamer, filósofo alemán, señala que bildung significa la cultura que posee el individuo como resultado de su formación en los contenidos de la tradición de su entorno. En esta formación, el hombre va a apropiarse por entero de aquello en lo cual y a través de lo cual se forma. Una formación que se va tejiendo a partir de un profundo viaje interior a través del cual saldrá a la luz el oro que brilla en cada ser humano.

En tal sentido, y bajo el esquema trazado, la formación va a adquirir un sentido mucho más trascendental. Esta formación no busca sólo el mero conocimiento profesional, sino un sentido ético y estético que le permita alimentar su subjetividad que le sirva de insumo para problematizar la vida teniendo como materia prima a sí mismo. Aquí, entonces, se desnuda el papel del maestro: hacer que cada alumno llegue a hacerse a sí mismo, como nos recuerda el Ecce Homo de Nietzsche. Hacerse a sí mismo no para quedarse replegado en él, sino para trascenderse, para volver a ser un espíritu libre que ha vuelto a tomar posesión de sí. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Director del Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela