Tribuna

Darle una vuelta a la vida

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En el mundo educativo se habla, desde hace tiempo, de ‘flipped classroom’ (clase invertida), un tipo de aprendizaje que pretende combinar educación presencial y virtual tomando lo mejor de cada una. Cuando se inició la pandemia de Covid-19, más por imposición que por convicción, logramos avanzar mucho en el uso y aprovechamiento de herramientas digitales, tanto en el contexto educativo como en otros ámbitos. No obstante, también nos hemos dado cuenta de que el encuentro virtual, por sí solo, no es suficiente. Aunque resulte obvio decirlo, el ser humano necesita de trato humano, cara a cara, viendo, escuchando, interactuando con el otro directamente, sin pantallas de por medio. Es algo que, también, hemos constatado en otras dimensiones de nuestra vida: la familia, el trabajo, los amigos, el ocio, etc. Lo que ahora nos hace mucha falta es una seria reflexión sobre qué es lo que, de lo vivido y aprendido, debemos desechar y olvidar y qué debemos mantener y potenciar. Porque sería una verdadera oportunidad perdida que volviésemos a esa ansiada ‘normalidad’ como si nada hubiese pasado. Y hasta de lo malo se puede sacar mucha cosa buena.



¿Y si hacemos un ejercicio de memoria? Regresemos por un momento a esos primeros días de confinamiento, mañanas que, como en la película ‘El día de la marmota’ se repetían una tras otra; volvamos a esas sensaciones, sentimientos, miedo, extrañeza, dolor, incertidumbre; conversaciones con personas cercanas y lejanas, aplausos y actos diarios de reconocimiento a diversos colectivos sociales; lágrimas amargas y angustia por no tener ocasión de despedir a seres queridos que se iban en la soledad y el anonimato; noches pensando, días reflexionando, inolvidables recuerdos como el vivido en una desierta Plaza de san Pedro con el Papa rezando por el fin de la pandemia; misas online de los más diversos estilos; pantallas, muchas pantallas, bromas diarias sobre cosas que, quizás no tenían gracia, ¿o sí?; atisbos de esperanza cuando se veía un poco de luz, y vuelta a la oscuridad cuando se retrocedía a golpe de olas que vienen y van; sentido de pertenencia, responsabilidad ciudadana, compromiso de todos, deseos de salir adelante y, en mitad de todo, la esperanza que surge de lo más profundo del ser humano que busca vivir. ¿De verdad todo esto se va a pasar como la página de un álbum de fotos para volver a guardarlo en el armario y olvidarnos de él?

Volver a las relaciones humanas

Necesitamos darle una vuelta a la vida. Hay que volver a las relaciones humanas, enfriadas por la ausencia de abrazos, las miradas con mascarilla y el temor de los contagios. Pero, tras lo vivido, hay que volver con una nueva actitud, valorando lo importante que tenemos, cambiando algo de nuestra manera de estar en el mundo, agradeciendo, disfrutando y buscando cada oportunidad de encuentro con los cercanos y con los lejanos, cultivando todo aquello que nos hace humanos, cultivando el buen trato, cuidando a la persona como centro de la Creación que se nos ha regalado, y que también necesita de nuestra atención y respeto.

La experiencia vivida tiene que hacernos mejores personas, buscando el diálogo, el perdón, la tolerancia, el respeto, fomentando la responsabilidad y la dignidad de todos, desterrando la superficialidad, el deseo de aparentar y siendo auténticos y sinceros con nosotros, con los demás y con Dios. Y a ese Dios al que tanto hemos acudido en la dificultad, tenerlo más presente en toda situación, porque Él está deseando compartir vida, amor y esperanza. Tenemos la oportunidad de darle una vuelta a la vida, y es algo que sólo depende de ti y de mí.