Tribuna

Cómo echar las redes para ‘sinodalear’

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Sinodalidad, “caminar juntos”, también en el ambiente digital. Tendiendo puentes, como dice el Papa, no solo con los alejados de la Iglesia que vamos encontrando por las redes sociales. Ni tampoco solo con los hermanos cristianos separados (ecumenismo), o con los de otras religiones (diálogo interreligioso). También, y quizás más especialmente en estos momentos, con todos los demás creadores de contenido católicos. Es uno de los objetivos del Sínodo digital. Que la participación y la comunión sean primero una realidad entre nosotros mismos para poder extenderlas con autoridad moral hacia los alejados, los separados o los de otras religiones.



Pero, ¿qué significa esto? La sinodalidad parte de una realidad: todos somos iguales, pero diferentes. Iguales por el bautismo, diferentes por los carismas y dones que el Espíritu regala a cada uno. Y, por eso mismo, llamados a compartirlos con humildad y escucha activa con los demás. Para crear la comunión a la que estamos llamados (que todos sean uno).

Pero los algoritmos de las redes sociales fomentan la polarización de varios modos:

  • El filtrado de burbuja: tiende a mostrar a los usuarios información que coincide o es similar a sus intereses y comportamientos previos.
  • El efecto de eco: cuando los usuarios se rodean principalmente de opiniones que reflejan y amplifican sus propias creencias.
  • La priorización del contenido provocativo: dan más visibilidad al contenido que es más probable que genere reacciones fuertes, como el enojo o la indignación, ya que están diseñados para maximizar con frecuencia el compromiso y la retención de usuarios.
  • Los ‘feedback loops’: crean bucles de retroalimentación en los que los datos generados por el comportamiento del usuario influyen en lo que el algoritmo muestra a continuación.
  • Y la manipulación de información y desinformación: no discriminar entre contenido de calidad y desinformación puede, inadvertidamente, promover información falsa o engañosa, especialmente si esa información está diseñada para ser viral.

Y esto mismo, unido a nuestra falta de humildad o de oración, hace que los creadores de contenido podamos caer fácilmente en la tentación de creernos dueños de la verdad, escuchar solo a los que piensan como nosotros, endulzar nuestros oídos solo con los fans, y acabar perdiendo la clave sinodal con que la Iglesia nos llama a vivir también en las redes sociales.

Discernir juntos

Debatir es sano, pero es mejor discernir juntos. Discutir no hace daño a nadie, pero sí resulta destructivo cuando se saltan ciertas líneas rojas, como el insulto (hereje, ignorante, etc.), la ironía hiriente (“quítenle el móvil”), el desprecio (“cállate”, “dedícate a lo tuyo”) o las descalificaciones personales, que en la mayor parte de las ocasiones denotan desconocimiento de la persona. Y es en estos casos, cuando se cruzan líneas rojas, en los que cualquier experto en redes sociales recomienda bloquear, no como un modo de odio, sino de protección ante el daño que pueden ocasionar. No es una decisión fácil, no queremos la división, pero el bloqueo levanta muros (muros de protección).

¿Qué hacer entonces? Se trata de una decisión personal e intransferible, que cada uno debemos tomar desde la humildad, a veces en silencio, y siempre desde la oración y el discernimiento. Quizás ha llegado el momento de pedirnos perdón y de tomar conciencia de que ninguno somos dueño de la Verdad (más bien, la Verdad nos posee) y de que caminar juntos supone creer en el ‘sensus fidei’, ese instinto espiritual de cada creyente que pertenece a la experiencia y convicción personal de cada uno. Y que juntos, únicamente juntos, se completa en el ‘sensus fidelium’, ese sentido de la fe que posee en común el cuerpo entero de los fieles (la Iglesia laica junto con la jerarquía). El Espíritu de Dios es el único sabio y, quizás por eso, ha sabido conducir a su Pueblo para que solamente avance cuando camina en comunidad, juntos. Un ejemplo claro es el de Moisés conduciendo al pueblo de Israel hacia la tierra prometida.

Unir creatividad

Por tanto, necesitamos escucharnos todos, todos, todos. También en las redes sociales. Lo que dice otro hermano contiene algo de verdad siempre, aunque no me guste. Y no somos jueces para condenar, somos hermanos para caminar juntos. Para unir creatividad, para mostrar al mundo el tremendo amor de Dios. Pero, ¿cómo vamos a decirles a otros que Dios nos ama si entre nosotros mismos solo pueden ver el ‘hate’? ¿Cómo invitar a los alejados de la Iglesia a formar parte de la familia de Dios, si luego no encuentran más que competición, protagonismo y chisme? ¿Y cómo celebrar la fe en comunidad si estamos divididos en realidad?

(…)

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