Tribuna

Breve ‘lectio divina’ del padre misericordioso: el rostro del encuentro con el amor

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El domingo de la IV semana del tiempo litúrgico nos ofrece el Padre misericordioso o más conocido como el hijo pródigo, durante muchos años he meditado esta hermosa parábola, no sólo como sacerdote, sino desde que era candidato en Valmaría, reconozco que nunca es tarde para regresar a la casa del padre, porque su corazón es tan grande que siempre nos recibe y nos abraza porque su amor es misericordioso.



En los retiros he profundizado muchas veces sobre el texto y siempre uno queda corto con cada detalle que uno encuentra en el mismo. Primero agradezco a ese texto que me trae recuerdos de infancia en la casa de mi familia, recuerdos siempre de perdón y reconciliación, en el dicho de mi padre biológico, que nos decía: “Hijo esta es siempre su casa”.

Cuando uno se aventura por la vida y recorre caminos desconocidos, conoce muchas personas y sale de su zona de confort, siempre aprende nuevas cosas.

Por eso, quiero compartir algunas líneas personales y del libro del sacerdote holandés H. J. Nouwen, que hacen eco en mi mente y mi corazón una y otra vez, he escrito muchos artículos sobre esta parábola y cada vez estoy convencido que algo nuevo nos trasmite al corazón dispuesto a recibir su mensaje.

Lectura del texto bíblico

“ También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna». El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc. 15, 11-19).

Personajes del texto desde la meditación del cuadro de Rembrandt

El sacerdote holandés H.J. Nouwen dijo: “este era mi estado la primera vez que me encontré con El Regreso del Hijo Pródigo de Rembrandt colgado de la puerta del despacho de Simone. Mi corazón dio un brinco cuando lo vi. Tras mi largo viaje, aquel tierno abrazo de padre e hijo expresaba todo lo que yo deseaba en aquel momento. De hecho, yo era el hijo agotado por los largos viajes; quería que me abrazaran; buscaba un hogar donde sentirme a salvo” (H. J. Nouwen, El regreso del Hijo Pródigo).

Cuantas veces hemos querido “rendirnos”. “tirar la toalla” … mi corazón palpita de amor por el Padre que me recibe en sus brazos, me acoge y me devuelve sano. “Pero el abrazo de Rembrandt seguía grabado en mi corazón más profundamente que cualquier otra expresión de apoyo emocional.

Me había puesto en contacto con algo dentro de mí que reposa más allá de los altibajos de una vida atareada, algo que representa el anhelo progresivo del espíritu humano, el anhelo por el regreso final, por un sólido sentimiento de seguridad, por un hogar duradero” (Ibid, H. J. Nouwen).

1. El hijo menor: Puesto delante del Señor, recuerdo aquellos momentos en que me aparté de Él para marchar «a un país lejano». Algunos quizá nos identificamos con el hermano menor. Tal vez en un momento de nuestra vida nos alejamos de la matriz familiar, o de la parroquia, colegio o movimiento apostólico en el que recibimos una primera formación y apertura a la vida.

El Hijo Prodigo Rembrant

¿Cuándo se da el punto de quiebre o el punto de su conversión?

Porque él empezó a pasar hambre, entro una hambruna en aquel lugar, al hijo le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos. Hoy le doy gracias al Padre por haber descubierto mi hambre de necesidad, de reconciliación, de justicia, de esclavitudes y de sentido de vida. ¿Cuál es mi hambre que debo confesar o reconciliar?

¿Por qué debo agradecer al Padre hoy?

Porque en aquellos momentos que he experimentado la misericordia de Dios, cuando Él me ha regalado un anillo y un traje nuevo y ha matado el mejor ternero cebado por mí. ¿Pongo nombre a esos regalos de Dios que me hacen sentir su hijo digno?

2. El hijo mayor: En más de una ocasión, me he sentido superior a los demás: por mi formación, por mi trayectoria, por mis capacidades, porque no he cometido los mismos errores que ellos… Es el momento de pedir perdón. – Como el hijo mayor, a veces he juzgado (y condenado) a quienes no pensaban como yo. Especialmente, a quienes no compartían mi fe o estaban alejados de la Iglesia. Quizá mi testimonio ha contribuido a que se distancien aún más… – De vez en cuando, experimento los límites de mi propia misericordia. Me cuesta perdonar a quienes me hacen daño. Me cuesta entender cómo Dios perdona a quienes (en mi opinión) no merecen ser perdonados.

3. El padre: El sacerdote holandés H.J. Nouwen escribió estas palabras: “mi vocación última es la de ser como el Padre y vivir su divina compasión en mi vida cotidiana. Aunque sea el hijo menor y el hijo mayor, no estoy llamado a continuar siéndolo, sino a convertirme en el padre […] Es un paso muy duro y solitario de dar […] pero a la vez es un paso esencial para el cumplimiento del viaje espiritual”(Ibid, H. J. Nouwen).

Taller personal

Algunas preguntas que pueden ayudarnos para sanar nuestra imagen del Padre y nuestra vida alejada por el punto de quiebre o la herida por la cual sufrimos:

1. ¿Cuál es el punto de quiebre del Hijo pródigo o en qué momento toco fondo? ¿Cuál es el punto de quiebre en mi vida y como me he levantado?
2. ¿Cuáles son los «países lejanos» o «periferias existenciales» donde se refugia la gente de mi entorno, huyendo de Dios?
3. ¿Qué imagen de Dios tienen aquellos que rechazan la compañía de la fe? Un dios justiciero, un dios silencioso, un dios injusto…
4. ¿Cómo se imaginan la Iglesia aquellos que la rechazan? ¿Cómo un hogar acogedor, – como una madrastra exigente…?
5. ¿Me siento llamado a practicar con otros la misericordia que he recibido de Dios?
6. ¿Cómo actualizo la espiritualidad de la misericordia en la vida?

Un encuentro personal con el Señor

“Cristo ha escogido a los que permanecen en pie. Por tanto, levántate, acude presuroso a la Iglesia; en ella está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Aquél, que se da perfecta cuenta de cómo tratas de convertirte en lo más íntimo de tu alma, corre a tu encuentro. Y, cuando estás todavía lejos, te ve y se dirige rápido hacia ti.

Él ve dentro de tu corazón y sale a tu encuentro para que nadie se le ponga de obstáculo y, tan pronto ha llegado a ti, te abraza. En ese salir a tu encuentro se muestra su presciencia; en el abrazo, su clemencia y la demostración de su amor paternal.

Se te arroja al cuello para levantarte porque estás caído, y para hacerte volver hacia el cielo, con el fin de que allí tú, que estás cargado de pecados e inclinado hacia todo lo terreno, busques a tu Creador. Cristo se lanza a tu cuello para quitar de él el yugo de la esclavitud y poner sobre él su yugo suave” (San Ambrosio de Milán)


Por Wilson Javier Sossa López. Sacerdote eudista del Minuto de Dios