Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.251
Nº 3.251

Navidad 2021: el verso se hizo carne

Sin duda vivimos un momento extraordinario. La pandemia, quizás, ha sido una gota que ha colmado el vaso de la confrontación, con esa humanidad que se debate entre lo más prosaico y un germen de ternura luminoso y creativo. Muchos auguran que no es propiamente un tiempo de cambios, sino un cambio de tiempo, que nos enfrentamos a un nuevo ciclo.



Es importante el análisis que, desde las diferentes disciplinas, nos aporta una mirada más incisiva y clarividente de lo que está aconteciendo. Pero también esos acontecimientos, como un río bravo, nos arrastran hacia el terreno de la humildad. No todo está en nuestras manos, hay muchas cosas que se escapan de nuestro control, gran cantidad de sucesos nos llevan al ámbito de lo emocional, de lo empático, de la fraternidad, de los cuidados, de lo que es difícil explicar solo desde la lógica racional, de la poesía y otros lenguajes alternativos.

El Espíritu sigue haciendo de las suyas, constantemente, tozudamente, enredándose en el pelo de los niños, en las manos de la anciana. Dios sigue abrazando nuestra condición de seres maravillosos y, a la vez, tan pobres. La Encarnación es pura poesía, es dar a luz, es crear. Los hay empeñados en tirarse los trastos a la cabeza, en competir y pisar, en insultar, en degradar la condición humana, en no reconocer que todos tenemos ese ADN divino que nos hace únicos.

Un Dios loco

Somos versos pronunciados por la boca de un Dios loco: loco de amor, loco de misericordia, loco de ternura, loco de perdón. Todo lo que encierra el Emmanuel (Dios con nosotros) es un mosaico de imágenes. Corazones traspasados y enmudecidos por el asombro. No siempre hay que explicarlo todo, no siempre todo tiene explicación. Cuando llegamos a ese precipicio, trascendemos y brota la poesía. Quizás es otra forma de explicarnos, envueltos por el misterio, contemplativos y en dinamismo.

Cada persona somos un sencillo verso. Hay versos de colores: versos amarillos, versos azules, versos grises, versos verdes y versos colorados. Versos de sabor amargo y versos dulces como la miel. Versos libres y versos liberadores. Versos estropeados, versos que sanan y restituyen. Versos pródigos, versos creyentes y también conversos.

El aliento de nuestra vida es un soneto que se escribe cada amanecer. Tu pluma: un alma cargada de tinta, de sangre por la que corren pensamientos, desencantos, sueños y proyectos. El papel: calles, rostros, parques para jugar, plazas atiborradas, olor a especies o a cemento, música.

Poetas de barrio

Rafa es uno de los poetas del barrio. Le conocen en los cafés y en las iglesias. Por su piel saltan las letras y, en las noches de insomnio, garabatea entre sus gatos hasta que asoma el sol. Sus años en Estados Unidos le hicieron pasar por sendas tortuosas: inmigrante, adicto, salvaje. Por eso, le es más fácil entender a los inmigrantes, adictos y salvajes. La gente de la calle le conoce. Se cuela entre los cartones y se sienta a fumar un cigarrillo con el abuelo iraní, al lado de la casa de baños.

Su alma desnuda es capaz de desnudar su cuerpo, como Francisco de Asís, para mostrar que no hay más que lo que veis y que somos templos del Espíritu. ¡Claro que está loco! Orgulloso de ser loco. Reivindicando la locura como un espacio de encuentro y de convivencia. Al final, vivir y convivir es estar un poco loco. Se define como “espiritual”.

Fiel a las oraciones de Taizé, también se sirve de los mantras que le ayudan a conectarse con Dios y, por qué no, busca adentrarse más a fondo en la palabra de la Biblia con sus amigos pastores de la Iglesia anglicana. Sincretismo, dirían algunos; sed de autenticidad y de Dios, diría yo. Sus versos son crudos, descarnados, luchando entre la brutalidad y la belleza, radiografías de unos signos de los tiempos que hablan con un lenguaje propio.

Corintios 13

Se hace el silencio. Una sala grande del Centro Social La Tabacalera de Madrid. Muchos jóvenes sentados en el suelo. Rafa comienza su recitado: es una paráfrasis de la primera carta a los Corintios en su capítulo 13. Los chicos y chicas miran la escena con una mezcla de asombro y de entusiasmo.

Seguramente es la primera vez que escuchan este texto o, al menos, que lo escuchan con atención. “El amor es paciente, es bondad, no es envidioso…”. Rafa grita, interpreta, representa. “Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites…”. Habla de los amores fracasados, de las trampas de negociar con los afectos, de odios fratricidas; descalza sus pies, rompe los papeles. Al final, otro silencio. Este silencio es diferente. Un silencio capaz de captar el misterio. Tras el silencio, aplausos, poco a poco, hasta llegar a un ‘crescendo’ liberador y catártico.

El verso se hace carne. La gracia se desdobla y viene a nacer entre los muros de un centro social, bajo la mirada atenta de unos jóvenes que, como los pastores, contemplan admirados sucesos que no acaban de entender. Hay una poesía personal que nos llama a ser palabra. No hace falta ser poeta, como Rafael, hace falta ser. También escuchar, contemplar, admirarse, dejarse sorprender. Lo que decimos lo decimos con nuestras vidas.

Habitados por Cristo

Cada persona es una oportunidad y nosotros también somos oportunidad para cada persona. Cristo mismo nos habita y eso forma parte de la Encarnación y de nuestra fe. No solo en el que piensa como yo o reza como yo, habita en el diferente, en el que se sale de nuestros esquemas o de nuestros estereotipos, en el que camina por la cuerda floja o se atreve con lo que yo no me atrevo.

Hay mil Rafas que, a su manera, recitan los versos de amor con sus vidas frágiles, desgarradas, sonreídas. El verso se hace carne en zapatillas de casa y con la bata puesta, en la taberna de al lado, entre los cartones que protegen del frío y en el puesto del mercado. Vamos a pisar el charco para que nuestros ojos se salpiquen de luz y nuestra mirada siga percibiendo este derroche de amor. (…)

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Índice del Pliego

POESÍA PERSONAL

POESÍA SOCIAL

POESÍA DE LA NATURALEZA

POESÍA DE LAS HORAS

POESÍA DE LA MÍSTICA

POESÍA DEL ENCUENTRO

EPÍLOGO: LLAMADOS A SER VERSOS ENCARNADOS