La constitución dogmática ‘Gaudium et spes’ (GS) establece que la Iglesia, para cumplir su misión de anunciar el Evangelio, debe escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio y de la experiencia humana, para responder a las preguntas que surgen de la realidad compleja (cf. GS 4, 11). Además, propone el método teológico-pastoral de ver, juzgar y actuar (cf. GS 44) como base para la reflexión creyente. Este método puede entenderse como una adaptación del método trascendental del conocimiento humano de Bernard Lonergan, jesuita físico y matemático. Este método parte de la experiencia y los datos de la realidad para generar nuevos pensamientos y acciones transformadoras.
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La acción transformadora se desarrolla en etapas: primero, ver los nuevos signos en la realidad; luego, juzgar esos signos a la luz de la fe; y finalmente, decidir actuar sobre la realidad para transformarla. Este conocimiento experiencial lleva a una comprensión más profunda que interroga, investiga y razona sobre los signos observados, culminando en una conciencia moral que guía la acción transformadora según la fe.
Esta acción transformadora se conoce como acción pastoral y forma parte de la acción evangelizadora de la Iglesia, orientada a la transformación de las estructuras sociales a la luz del Evangelio. Implica anunciar el Evangelio en el ámbito social, denunciar las injusticias y estructuras de pecado para liberar al ser humano y promoverlo integralmente. La denuncia busca defender los derechos fundamentales, especialmente de los menos afortunados, vulnerables y marginados. Esta necesidad se intensifica cuando las injusticias y la violencia afectan a poblaciones enteras y grandes áreas geográficas, causando problemas sociales y desequilibrios (cf. ‘Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia’ [CDSI], 81, 522-524).
Signos de los tiempos
El punto de partida de la pastoral social, por tanto, es el discernimiento de los signos de los tiempos en diálogo con las ciencias contemporáneas y los principios de la ética social cristiana. Habitualmente, hemos identificado los signos de los tiempos con los acontecimientos de la historia de índole social, cultural, política o económica que son significativos porque desencadenan conciencia y conmoción, esperanza y orientación de una sociedad. Sin embargo, es conocimiento científico probado que el tiempo y el espacio constituyen una única realidad física, íntimamente interrelacionados (cf. LS 138).
Así, escrutar los signos de los tiempos, hoy por hoy, se entiende también como un saber interpretar los signos del lugar, signos del espacio sobre el que se desenvuelven los acontecimientos históricos significativos, y que ponen en riesgo la misma historicidad de tales acontecimientos. Así, la crisis ecológica a diversas escalas, desde la local a la planetaria, presenta retos que trastocan los convencionales signos de los tiempos. El ambiente natural, que antes era un marco estándar de referencia para interpretar las estructuras de pecado presentes en los acontecimientos históricos, hoy está dañado. Las ciencias de la Tierra enseñan que el planeta está experimentando un deterioro medioambiental de magnitud sin precedentes en la historia de la humanidad.
Límites planetarios
Estas disciplinas han establecido nueve límites planetarios para la sostenibilidad de la vida, tal como la hemos conocido en los últimos doce mil años. Son límites en cuanto que, dentro de ellos, la humanidad puede operar con cierta seguridad. De estos nueve límites, la actividad humana sobre el planeta ha transgredido seis, a saber: el clima, los ciclos de nitrógeno y fósforo, del agua, el uso del suelo, la contaminación química y la integridad de la biosfera.
Trasgredir estos límites ha aumentado el riesgo de alcanzar umbrales peligrosos que podrían llevar al planeta a un nuevo estado irreconciliable con la vida en pocas décadas. Esto constituye la denominada crisis ecológica: la humanidad está operando fuera de los márgenes seguros para la vida en la Tierra. Además, el clima y la integridad de la biosfera se consideran fundamentales porque de ellos dependen los otros límites. Estos están interconectados entre sí. Por ejemplo, el cambio del clima planetario acentúa la pérdida de diversidad biológica, la acidificación de los océanos y el cambio del uso del suelo.
La crisis ecológica impacta sobre la vida y la historia de los pueblos de manera desigual, dependiendo de su ubicación geográfica, allí donde se discierne la acción pastoral. Los efectos del cambio climático antropogénico, por ejemplo, varían significativamente sobre un habitante del norte de Europa y uno del Cuerno de África. Por lo tanto, es crucial no solo captar los mensajes controvertidos presentes en los acontecimientos históricos recientes, sino también examinar los signos del lugar que estos imprimen.
Una sola crisis socioambiental
En última instancia, “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental” (LS 139). Se trata de las dos caras de la misma moneda, ya que “el modo en que la humanidad trata el medio ambiente influye en el modo en que se trata a sí misma, y viceversa” (‘Caritas in veritate’ [CV], 51). La pobreza y el deterioro ambiental están intrínsecamente ligados y reflejan la violencia e injusticia inherentes a un modelo de desarrollo meramente económico y materialista, convencional y dominante. Este modelo persigue el crecimiento infinito de la riqueza concentrada en manos de unos pocos y la maximización del lucro sin considerar la finitud de los bienes de la Tierra que están destinados a todos (cf. CV 21-23; LS 6, 106, 109, 190, 195).
En consecuencia, el espacio natural se reconoce ahora como otro lugar donde Dios habla hoy clamando por una acción a favor de los más desfavorecidos. Esto implica percibir y descifrar los síntomas de pecado, de ruptura de la armonía, de violencia e injusticia, presentes en la geografía local, en el entorno natural que sustenta una comunidad, ya sea indígena, un barrio, un pueblo, una ciudad, un país o la Tierra misma.
Esta nueva forma de ver que realiza la reflexión creyente se logra adecuadamente utilizando las gafas de la ciencia, es decir, el aporte del conocimiento científico. Así lo hizo el papa Francisco al escribir el primer capítulo de Laudato si’, abriéndose a un diálogo cordial con otras disciplinas. Esto es relevante cuando se trata de la globalidad de las consecuencias del pecado humano, a menudo remotas y mediatas. Sin los datos científicos, es difícil concebir el impacto de estas consecuencias que se diluyen en la multiplicidad de escalas. (…)
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Índice del Pliego
1. NUEVOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS
Signos del lugar
Justicia socioambiental
La casa común
2. CUIDAR LA CREACIÓN
El misterio de la creación
Del antropocentrismo desviado a la tecnocracia
Desafíos del paradigma tecnocrático, homogéneo y unidimensional
3. NUEVAS EXIGENCIAS DEL BIEN COMÚN
Agua, clima y biodiversidad son bien común
4. ECOLOGÍA INTEGRAL, PARADIGMA DE JUSTICIA SOCIOAMBIENTAL
5. ESPIRITUALIDAD DE LA ECOLOGÍA INTEGRAL
Conversión ecológica
6. VALORES Y CONVICCIONES CLAVES PARA LA CONVERSIÓN ECOLÓGICA
- El principio de la gratitud y la lógica del don
- El cultivo de la empatía
- El contacto íntimo y directo con la realidad
- La sobriedad
Retos sociales de la conversión ecológica