Tras su muerte, Antoni Gaudí cayó en una relativa oscuridad y su obra fue tachada de barroca y excesivamente imaginativa por la crítica internacional. Incluso en España fue despreciado por la nueva corriente que sustituyó al Modernismo, el Novecentismo, un estilo que volvía a los cánones clásicos. En 1936, durante la Guerra Civil, el taller de Gaudí en la Sagrada Familia fue saqueado y se destruyeron gran parte de sus documentos, planos y maquetas.
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En cambio, su figura empezó a ser reivindicada en la década de 1950: primero, por Salvador Dalí y, más tarde, por el arquitecto Josep Lluís Sert. En 1956, se organiza una retrospectiva de Gaudí en el Saló del Tinell de Barcelona y, en 1957, tiene lugar su primera gran exposición internacional en el MoMA de Nueva York.
La asociación Amigos de Gaudí –constituida en Barcelona en febrero de 1952, como una sección del Círculo Artístico de San Lluc, con motivo del centenario del nacimiento del arquitecto– y la creación de la Cátedra Gaudí en la Universidad Politécnica de Cataluña (1956) también contribuyeron a su redescubrimiento. El resultado de muchos de sus estudios y la documentación recogida en sus archivos han permitido un conocimiento más completo de la personalidad de Gaudí.
Camino a los altares
En cuanto a su camino hacia los altares, hay que remontarse a 1992, cuando el intento de iniciar el proceso canónico cristalizó en la fundación de la Associació pro Beatificació d’Antoni Gaudí, un grupo de arquitectos e ingenieros, encabezados por el sacerdote Ignasi Segarra i Bañeres (1929-2003), que constituyeron una asociación civil para promover la causa de canonización del célebre arquitecto.
Tras una primera petición por su parte al cardenal de Barcelona en 1994, presentaron una nueva solicitud el 6 de febrero de 1998, y el 15 de abril del mismo año, la asociación se constituyó en parte actora en la causa; nombraron postulador diocesano al sacerdote Lluís Bonet i Armengol, párroco del templo de la Sagrada Familia, que recibió la confirmación del arzobispo el 18 del mismo mes. El 25 de abril de 1998, el postulador presentó la petición de introducción de la causa.
‘Nihil obstat’ de la Santa Sede
El 22 de febrero de 2000, la Santa Sede concedió el ‘Nihil obstat’ y, el 30 de marzo siguiente, el cardenal arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, firmó el decreto de introducción de la causa y nombró el Tribunal Eclesiástico. La sesión de apertura tuvo lugar el 12 de abril de 2000 y, durante la investigación diocesana, se celebraron 26 sesiones y declararon 27 testigos hasta el 5 de diciembre de 2002. También fueron citados dos testigos de oficio.
El 26 de julio de 2021, el hoy cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, de acuerdo con el relator general del Dicasterio de las Causas de los Santos, con el fin de completar y actualizar la documentación histórica relativa a la causa de Gaudí y revisar la preparación de la ‘Positio’, nombró una comisión con las facultades necesarias para llevar a cabo esta tarea. La búsqueda de los escritos y documentos sobre su vida, actividades y fama se completó considerablemente en los archivos de los lugares donde Gaudí vivió y actuó.
Reacciones a la causa
Aunque la reacción a la apertura de la causa fue en general muy positiva, no faltaron otras voces menos entusiastas: alguno de los llamados a declarar en la investigación diocesana expresó una clara oposición, ridiculizando o cuestionando no solo su pretendida santidad, sino incluso su honestidad humana. Los testigos contrarios –que no eran muchos– fueron escuchados y sus testimonios fueron valorados como los de los demás.
Tras la muerte de Gaudí, se obtuvieron rápidamente todos los permisos civiles y eclesiásticos, y su cuerpo fue trasladado por una impresionante multitud –las fotografías de la época así nos lo muestran– de admiradores y curiosos que lo querían acompañar a su descanso definitivo.
Fue enterrado en la cripta del templo expiatorio de la Sagrada Familia, después de que se entonaran algunos cantos fúnebres en el propio hospital y otros en la catedral de Barcelona y en la explanada de la misma iglesia. A lo largo de la procesión, gran parte de la ciudad de Barcelona se echó a la calle, unos para acompañarle y otros para ver la comitiva, participar en el canto de los salmos y despedir al famoso arquitecto.
Un “funeral grandioso”
La prensa lo describió como un “funeral grandioso”. Y, sobre todo, el Consejo del Templo, el capellán Gil Parés y el arquitecto Domènec Sugranyes recibieron numerosos telegramas y cartas de condolencia, que demostraban tanto la ejemplaridad cristiana de la vida y obra de Gaudí como la estima y admiración de que gozaba. Ciertamente, entre estas muestras de condolencia ante una figura tan célebre, también hubo no pocas de aprecio por la vida y virtudes cristianas de Gaudí.
Pero ya anteriormente tenemos constancia de una auténtica fama de santidad a lo largo de su vida, que podemos distinguir de su indudable fama como genial arquitecto, dos aspectos diferentes que a veces se entremezclan y que, en su caso, podemos separar claramente en muchas ocasiones.
También en la ‘Positio’ se encuentra cierto forzamiento, queriendo ver fama de santidad incluso en su juventud, lo que no aparece nada claro. Pero, en los últimos años de su vida, los datos se hacen ciertamente más evidentes.
Testimonios
Por ejemplo, el párroco de Sant Joan de Gràcia escribe de él: “No he encontrado jamás un hombre tan piadoso, tan fiel a su parroquia y tan humilde. Nos edificaba, él a nosotros, con su actitud. Siempre salíamos ganando con su presencia. Era un alma enamorada de Dios. Me sentí pequeño ante su grandeza y su modestia. Durante veinte años le administré cada día la Sagrada Comunión”.
Otro ejemplo, en una de sus series de conferencias en febrero de 1927, Joan Martí i Matlleu concluyó: “Tengo la convicción de que tan hondamente sentía y practicaba nuestra sacrosanta religión, que si de nuevo hubiesen aparecido entre nosotros las atroces persecuciones de los primeros tiempos del cristianismo, él no habría vacilado en aceptar el martirio con el mayor entusiasmo por defender su fe”. (…)
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Índice del Pliego
LA FAMA DE SANTIDAD
EL CAMINO HACIA LA PLENITUD
GAUDÍ, ¿UN HÉROE?