Editorial

Bienaventuradas las víctimas

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La presión en torno a la crisis de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia española no se rebaja. Tras la tormenta por el anuncio del Gobierno de crear una comisión coordinada por el Defensor del Pueblo y la propuesta formal en el Congreso de los Diputados, en estos días la Fiscalía General del Estado recopila los datos de los procedimientos abiertos.



Entretanto, no hay un pronunciamiento definitivo de la Conferencia Episcopal, pero pastores como el arzobispo de Santiago y el cardenal de Madrid ya han manifestado su respaldo a investigar el pasado, un salto más que significativo.

Tal y como expone la investigadora Gema Varona en Vida Nueva, ya en 2013 el Instituto Vasco de Criminología intentó radiografiar esta lacra. Entonces, se contó con un anodino respaldo eclesial, argumentando ausencia de casos o secreto de los archivos. Casi una década después, algo ha cambiado, gracias al empeño del papa Francisco y de quienes siguen trabajando para que se convierta en agenda prioritaria y no intermitente. Prueba de ello es la reciente reorganización de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Sin embargo, este empeño romano no se ha aterrizado en España con la celeridad de otros empeños pastorales. Lo constata el misionero del Verbum Dei especializado en acompañamiento de víctimas, Luis Alfonso Zamorano, que ha verificado para esta revista que solo doce diócesis publican en sus portales digitales los protocolos y manuales de conducta sobre protección de menores, además de ofrecer escasas pistas sobre sus oficinas de atención.

Conversión personal

Algo sigue fallando. Cuando el Papa llama a una conversión misionera, pone como premisa la inexcusable conversión personal. Esa que hace posible creer y apostar por una reforma de las estructuras y procedimientos, porque nace de un cambio en el corazón y la razón. Por ello, solo cuando se interiorice la opción preferencial por las víctimas, por añadidura vendrá la convicción y fluidez de cualquier plan antiabusos.

De poco sirve actualizar el Código de Derecho Canónico, si su aplicación carece de alma. Si la sospecha sobre los supuestos intereses monetarios o ideológicos obstaculiza el abrazo. Si la defensa reputacional puede más que un perdón sincero. Si el corporativismo encubre todavía al lobo y niega la diginidad en el redil de la oveja apaleada.

Más allá de comisiones y auditorías, la Iglesia transparentará la ‘tolerancia cero’ si camina de la mano de los vulnerables. Y no de cualquier manera. Solo si lo hace desde el perdón, la verdad y la justicia restaurativa. Si escucha, acoge, abraza y llora. Si limpia, repara y previene. Si hace vida las bienaventuranzas con las víctimas.

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