Tribuna

Hambre y sed de justicia

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Vengo escuchando la radio. Analizan la propuesta de una comisión parlamentaria que investigue los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia. El discurso del panelista es un encendido alegato de defensa: “Que nadie lo dude: esto de la comisión de investigación de los abusos es un ataque frontal y orquestado contra la Iglesia y los católicos”. Según escuchaba, sentía tristeza, me enardecía por dentro.



“Esto ya lo he escuchado y visto antes”, me decía. En efecto, el discurso se me hizo tristemente familiar. Lo escuché tantas y tantas veces cuando estaba destinado en Chile la pasada década y salieron a la luz las primeras denuncias contra Karadima… ¿Será que no aprendemos de la historia y tropezamos con la misma piedra?

Siempre he dicho que en esto de los abusos hay que agradecer la labor de los medios porque, si no hubiera sido por ellos, seguramente muchas víctimas continuarían ninguneadas y seguiríamos mirando para otro lado. Sin embargo, no soy tan ingenuo como para no darme cuenta de la agenda cristiano-fóbica que manejan algunas líneas editoriales. No niego que haya gente frotándose las manos, queriendo hacer leña del árbol caído, viendo una oportunidad para descargar su rancio resentimiento contra la Iglesia.

Cabría preguntar a muchos de estos medios si lo que de verdad les importa es el dolor de las víctimas y detener el drama de los abusos, vengan de donde vengan, o solo el morbo y el descrédito. Un superviviente me contó cómo tuvo que expulsar de su casa a un periodista de un importante periódico español porque, mientras estaban grabando su crudo testimonio, este estaba jugando al ‘Candy Crush’.

Re-victimizado

Otro, fue invitado a un canal de televisión y, cuando le tocaba el turno, le dijeron que mejor iban a dar paso a debatir sobre ese gran y crucial asunto de Estado que ha sido el Benidorm Fest. Mi amigo estaba dolido, decepcionado por el trato tan banal y superficial que se dio: “¿Es más importante la polémica por la canción de Chanel que nuestro testimonio? Me siento re-victimizado y me quedo con la sensación de que somos usados para otros fines”. Así pues, también aquí hay una llamada de conversión para quienes ejercen la noble e imprescindible misión del periodismo.

Volviendo al programa de la radio, entre otras cosas, se hacían las típicas afirmaciones como que “los abusos en el Iglesia solo representan el 0,2%” (citando el último informe de ANAR), que “la mayoría se dan en las familias”, que “no por unos pocos vamos a juzgar a la mayoría”, que “tal vez algún obispo pudo no haber actuado correctamente, pero que eso no significa que en general no se estén haciendo bien las cosas”, etc. Quienes hacen estas afirmaciones, ¿se han preguntado cómo les llega este mensaje a las víctimas?

Tarragona

Soy testigo de cómo esto las bloquea, enfurece y humilla. Seguramente, quien trata de defenderse con estos argumentos con buena voluntad no ha mirado jamás a los ojos a una víctima ni la ha escuchado en profundidad. Este discurso no nos permite ir a las raíces del problema ni desenmascarar la cultura del abuso que está mucho más incrustada de lo que creemos, como diría Francisco, “en nuestra manera de relacionarnos, de rezar, de vivir la autoridad; en nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el dinero y el poder”.

Ir por delante con en el ejemplo

La petición de una comisión independiente de investigación es un clamor que vienen haciendo las víctimas hace años y que tiene que ver con su “hambre y sed de justicia” (Mt.5,6). El proceso de esta investigación puede ser la oportunidad inmejorable para vivir “un tiempo de escucha y discernimiento” que, además, está en plena sintonía con el proceso sinodal que estamos viviendo, para “llegar a las raíces que permitieron que tales atrocidades se produjeran y perpetuasen, y así encontrar soluciones al escándalo de los abusos, no con estrategias meramente de contención –imprescindibles pero insuficientes–, sino con todas las medidas necesarias para poder asumir el problema en su complejidad”.

Además, solo tendremos autoridad para denunciar los abusos en la sociedad, como los sucedidos en centros de menores tutelados en Baleares, Valencia o Madrid, cuando vayamos por delante en el ejemplo, en la tolerancia cero, en el poner humilde y determinadamente todos los medios para que “cada persona pueda gozar del derecho a respirar un aire libre de abusos de cualquier tipo dentro de la Iglesia”.

(…)

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