José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

¿Y si de una vez…


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… le damos una revisadita a la estructura de la Santa Misa? A ver. Resulta que Francisco de Roma acaba de publicar el Motu Proprio -un documento emanado directamente del Papa que promulga una ley particular- Traditionis Custodes, que fija algunos límites a un texto parecido, el Summorum Pontificum de Benedicto XVI.



El escrito del Papa alemán, del 2007, buscó tender un puente de comunicación hacia sectores conservadores, que amenazaban con rupturas al punto de llegar a un posible cisma. El texto permitía, siempre como algo excepcional, celebrar la Santa Misa de acuerdo al rito tridentino, anterior al Concilio Ecuménico Vaticano II. Misas en latín, pues, y de espaldas al pueblo, entre otras peculiaridades.

Después de estos años, Francisco ha notado que tal particularidad se ha venido convirtiendo en norma. Textualmente dice que, en vez de servir para su propósito original, la puerta abierta por su predecesor “… ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división”.

La verdadera celebración

Y sí. Es frecuente que quienes buscan regresar a esos protocolos litúrgicos pre-vaticanos no solo lo hacen impulsados por el legítimo deseo de participar en una liturgia que les puede ayudar más en su devoción e, inclusive, santidad. No. En muchos casos se afirma que esa es la verdadera celebración, que el Concilio fue influido por el demonio, que el latín es el idioma oficial no de la Iglesia, sino de Dios, y que los Papas posteriores la han puesto en manos de Lutero.

Huelga decir que principios teológicos conciliares como la participación de los fieles, la comprensión cabal del rito, la comunicación interpersonal, no aparecen en esa expresión cultual. Por ello el Papa ha querido recordar la importancia de la renovación litúrgica que arrojó el Concilio, y que todavía… ¿disfrutamos?

Y es que, aprovechando la vuelta -como decimos en México-: ¿No podríamos plantearnos la posibilidad de intentar una nueva reforma de la estructura de la misa? El actual Misal Romano data de 1969, con algunas modificaciones posteriores, lo mismo que el Leccionario. ¿No habrá llegado el momento de intentar una adaptación de textos y ritos que tienen más de 50 años de haber sido decretados?

Y es que para muchos párrocos con celo evangelizador, la misa dominical es la ocasión propicia para catequizar, por lo que utilizan la homilía para ese fin. De manera que en ella no sólo tratan de explicar el contenido de las lecturas, el evangelio de preferencia, sino de aprovechar el momento para explicar otras disciplinas teológicas, con énfasis en la teología moral, sin mencionar que en muchos casos se comentan anécdotas personales, chascarrillos, regaños, etc.

También la celebración sirve para dar los famosos avisos parroquiales, que van desde convocatorias para cursos bíblicos, pasando por invitaciones a participar en actividades diocesanas, hasta llegar a la realización de rifas en las que lo mismo se juega un pastel cada domingo que un automóvil en el sorteo anual. No faltan predicadores que, quizá por alguna necesidad de ser escuchados, se extienden en la homilía haciendo caso omiso de lo recomendado por Francisco de Roma.

Ojalá y, zanjado el tema conservador, los liturgos presionen para hacer de la celebración de la Santa Misa algo más conectado con la vida de los fieles.

Pro-vocación. Y sigue creciendo la ola. Ojalá se convierta en un tsunami. El obispo de Essen, Alemania, Franz-Josef Oberbeck, ha pedido a la agente de pastoral y madre de cuatro hijos, Sandra Schnell, que dirija la parroquia de San Mateo, en la ciudad de Altena. Ella coordina el equipo de pastoral, realiza tareas de representación, oficia funerales y servicios de la Palabra. Pero todavía un sacerdote celebra los sacramentos. Bueno. Es un primer y gran paso.