David Luque, Profesor en Universidad Complutense de Madrid
Profesor en Universidad Complutense de Madrid

Teología estética de barrio


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Señor,

en las últimas semanas ha coincidido que leo algunos libros de escatología para preparar la última clase de la asignatura y que no puedo dejar de escuchar a Robe, como otrora no pude dejar de escuchar a Rosendo, a Fito, a Iñaki o los Marea. Aparentemente, la escatología no guarda grandes relaciones con el rock, pero esta noche, mientras despacho un ‘bourbon’ y escucho la ‘mayéutica’, después de varios días estudiando las escatologías de Ratzinger, Tornos y Langlois, no puedo dejar de preguntarme qué escucharemos en la vida eterna.



Porque podemos intuir muchos de los elementos sensoriales que serán entonces. Pablo predicaba que tendremos un cuerpo de espíritu como los peces poseen un cuerpo de mar y las aves un cuerpo de cielo. No sabemos qué será ver, pero sí que podremos sostenerte la mirada sin padecer la vejez súbita de Moisés. De tener necesidad de alimentarnos, como Israel en el desierto, todo será maná al alcance de las manos y a manos llenas. Y todo olerá a rosas y jazmines porque los estigmas de los santos y el ambiente que dejó tu presencia en Fátima eran olor a rosas y jazmines.

¿Pero y el sonido, Señor, qué se oirá?

La tradición pictórica siempre ha representado sonidos de trompetas dulces y arpas salidas de las manos de tus ángeles, y si hay algo de cierto en la estética de Florensky, es casi seguro que habrá sonidos así en el cielo. Acaso la música de Cluny que no ardió se ha podido seguir escuchando como un rumor lejano en Bach, Haendel o Mozart, en Gorecki o Tavener. Y yo escuché a un sabio teólogo del noroeste italiano defender que solo se oirá en el cielo la palabra “amor”, pero en tantos tonos melódicos como voces tenemos tus criaturas.

Yo quiero imaginar, tal vez porque soy un cristiano ingenuo de extrarradio, que si la premisa básica de la vida eterna es el amor, porque existiremos en Ti, nos moveremos en Ti y seremos Tú, que eres Amor, entonces, cada quien podrá escuchar las canciones que hemos amado aquí, que nos han revelado matices sobre quiénes somos realmente y que nos han enseñado a amar a personas que significan mucho para nosotros. Pero esto te lo digo mientras guardo el disco de Robe entre los de Rosendo, Fito, Iñaki y los Marea, mientras le evito la mirada a George Steiner y a Roger Scruton, y apuro los últimos tragos del ‘bourbon’.

Sinceramente tuyo,