“La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción, en el ring luchaban los cuatro rudos, ídolos de la afición”. Así reza una popular canción mexicana que se refiere a la lucha libre.
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Este deporte-show -se dice que un buen luchador tiene que ser un excelente actor- goza de gran popularidad no sólo en el país azteca, y hasta intelectuales como Carlos Monsiváis se refirieron a ella de esta manera: “en México, lo único verdadero que existe es la lucha libre”.
Pues en Inglaterra, y ante la necesidad de ser creativa para poder sobrevivir, la Iglesia Anglicana de San Pedro, en Shipley, presta sus instalaciones para la así llamada ‘Iglesia de la Lucha Libre’.
La idea, como lo reconoce la reverenda Natasha Thomas, es atraer fieles a su congregación, cada vez más disminuida en número. Sabe que se corren riesgos, como equiparar una práctica religiosa que se basa en la fe, con una actividad que a todas luces engaña, pues sus protagonistas, histriónicos, son expertos en aparentar golpes, apretones, caídas, saltos, candados y llaves que no provocan en realidad el doloroso impacto supuesto y alardeado por quien lo recibe.
No cabe duda de que es innovadora la sacerdotisa inglesa, pero tal iniciativa refleja una necesidad que todavía mantienen las diferentes confesiones religiosas, y que se niegan a abandonar: atraer feligreses a sus templos.
De mantener esta tesis, quizá veamos a otros pastores imaginar diversos espectáculos con el mismo fin. No nos sorprenda, entonces, que una misa católica sea precedida por la actuación de un mago que divierta a los niños, o que se abra espacio entre las bancas del recinto para improvisar una cancha de futbol -siete, tampoco de once contra once- y así allegarse jóvenes a la parroquia, o se invite a las damas, que siempre serán la mayoría en los eventos religiosos, a un desfile de modas al concluir la Eucaristía.
¿Y si en vez de insistir en llenar los templos nos preocupamos mejor por salir a las plazas y las calles? La pandemia nos dejó buenas lecciones en este tema, y muchos hogares se convirtieron en iglesias, en las que se reflexionaba la Palabra de Dios, se compartía la Eucaristía y se proyectaban ayudas para los más necesitados. ¿Cómo mantener esa inercia?
No creo que los templos deban convertirse en rings. La verdadera lucha, más que libre, está afuera de ellos, y nos espera para participar en ella.
Pro-vocación
Comienza hoy la Semana Santa con el mismo reto de cada año: que el espectáculo no opaque al contenido. Y es que la abundancia de ritos y símbolos, como los ramos, las lecturas más largas de lo habitual, los óleos, el lavatorio de los pies, la institución del sacerdocio y la eucaristía, el Vía Crucis, las siete palabras, la procesión del silencio, el pésame a la Virgen, la bendición del fuego y del agua, etc., nos pueden ocultar la celebración de la Pascua, que es lo verdaderamente importante.