Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Sugerencias epifánicas para el nuevo año (I): con los Magos


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Posiblemente no es lo más recomendable para quien escribe semanalmente, enviar la primera aportación del año con más palabras de otro que de una misma. Vamos, que igual no paso esta vez un turnitin, pero he pensado que tampoco será tan inapropiado dar a conocer la luz de otros. Una epifanía minúscula o un anuncio de magos casero. Y eso voy a hacer. Por cierto, ¿os imagináis que nos tomáramos en serio la fiesta que acabamos de celebrar y parte de nuestra misión en la vida fuera reconocer la luz (de Dios) también en los demás y darla a conocer más allá de culturas, aprecios o inquinas particulares?



Aquí van algunas sugerencias epifánicas, de la mano del gran teólogo Adolphe Gesché (El hombre, Sígueme, 20102, 112-113):

Como los magos, hay que mirar a lo alto. Se requiere nada más y nada menos que un cometa venido de lo más alto de los cielos, in excelsis Deo, para señalarnos el camino de nuestra grandeza, igual que los ángeles”

  • Nos han dicho tantas veces que caminar con la vista alta es de ilusos o de altaneros que igual se nos ha atrofiado la capacidad de aspirar a lo más alto, de vivir apuntado más allá de nuestros personales techos de cristal. Igual nos vendría bien aprender de los magos en su capacidad para apreciar la grandeza propia y ajena (aunque la encontremos en un establo).

Pues no somos nosotros los que trepamos para llegar hasta Dios con ayuda de no sé qué torre, que se viene abajo precisamente porque se construye desde abajo (cf. Gn 11, 1-11). Es Dios quien desciende hasta nosotros gracias a una hábil escala que pende de arriba (cf. Gn 28, 10-15). Los reyes magos nos enseñan a leer el camino de las estrellas. Deberíamos vivir a la luz de las estrellas”.

  • Vivir a la luz de las estrellas tiene mucho de vida a la intemperie, como los pastores. Los magos, como todo sabio, no se encontraron con la estrella de repente. La buscaron, aprendieron a leer manuscritos y predicciones, números y distancias… Pero, sobre todo, supongo que vivieron mucho tiempo a la luz de las estrellas. ¿Acaso hay otro modo de reconocerlas, amarlas y aprender a seguir su estela?

Mirar nuestra grandeza

Y cuando los magos salen de aquel establo –lugar impropio para unos reyes y para un Dios–, su estrella se detuvo en el cielo sobre la tierra. Porque no iba más lejos. Porque no podía ir más lejos. Permanece allí inmóvil (pero centelleante), desafiando, como el sol de Josué, todas las leyes de Newton, todas las leyes monótonas y de simple razón. Cuando hayamos aprendido a mirar nuestra grandeza y nuestra prueba, tanto en una estrella como en un establo, emprenderemos o reemprenderemos la marcha por otro camino”.

  • La vida y nuestras decisiones nos llevan algunas veces a lugares aparentemente impropios de nosotros mismos. Tentación sería renegar de ellos. Renegar de lo que no termina de oler tan bien en nosotros, de lo que no suena a persona bondadosa, coherente, inteligente, religiosa (pon tu propia etiqueta), nos aleja de la Luz de la vida. Sería pena caminar siguiendo su Estrella, mirando alto, para que luego le negáramos al dar la espalda al establo, ¿no?

Ese otro camino es el que Dios nos propone y cuya magnificencia ya hemos adivinado, al escuchar la secreta voz de nuestro deseo de identidad, la confianza en nosotros mismos, el testimonio del ángel y del niño, la absolución del Absoluto, la verdad que no engaña, la gloria de la imagen de Dios que somos, el esplendor de la prueba que nos llama hacia él. Nada más y nada menos”.

  • Si hemos visto su Estrella, hemos ido a adorarle y hemos experimentado que nos llena de inmensa alegría, quizá sea el momento de elegir otro camino, ¿por qué no este año 2021?, ¿por qué no hoy mismo? El camino de Dios que sabe a deseo de poder ser uno mismo allí donde estemos, huele a confianza, a perdón, a reconciliación, a serenidad, a verdad… ¿Por qué iba a querer Dios que camináramos por otras sendas en Su Nombre?

Que los magos nos acompañen por otro camino –el de Dios–. Un camino nuevo colmado de establo y de estrella. Que nunca dejen de recordarnos que en lo más auténtico de cada uno, ¡somos gloria bendita! ¡Seamos!