Rafael Salomón
Comunicador católico

¿Sin nada para comer?


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Todos los días se tiran a la basura enormes cantidades de alimentos, comida en muy buen estado, se desperdician por diferentes motivos, los cuales van desde una pequeña imperfección, apariencia poco atractiva, caducidad, exceso de producto o simplemente, porque no se vendió. Se tiran al medio ambiente toneladas de comida en perfecto estado y van a parar a los contenedores una gran cantidad de alimentos que podrían mitigar el hambre en algunos países.



Lo que sigue imperando es la oferta y la demanda, el consumo es quien decide el precio y escasez, basta con ver la cantidad de alimentos que ofrecen las cadenas y el desperdicio de tantos alimentos que, por falta de venta, terminan en la basura o en el mejor de los casos donado para algún banco de alimentos. Este desperdicio sucede a gran escala; sin embargo, este derroche también sucede en menor escala en nuestros hogares.

Sucede que por diferentes causas tiramos alimentos en buen estado, porque están muy “maduros”, porque ya están un poco “duros”, ya no tiene buen sabor, hasta pensar que por un día de caducidad deja de estar en buenas condiciones. En otros tiempos, especialmente cuando se vivía con muchas carencias, nadie se ponía ni siquiera a pensar si lo que estaba en la mesa cumplía con los mínimos protocolos, se comía y agradecía.

El hambre y la desnutrición son problemas de salud pública que han sido abordados con muy poca atención y es que las grandes compañías que tienen el monopolio global de alimentos, siguen generando enormes ganancias con alimentos ultra procesados, los cuales generan un enorme daño a la población que busca satisfacer su hambre comiendo “cualquier cosa”, aunque las consecuencias sean fatales para nuestro organismo.

hambre y desnutrición - niño

Foto: EFE

En cualquier otro lugar, menos en manos de los que lo necesitan

Vivimos en un contraste de intereses frente a nuestros ojos, por un lado, grandes cantidades de alimentos que terminan en la basura y por otro, infinidad de alimentos “basura” que tienen una enorme aceptación en la mayoría de las personas. Hambre y desnutrición como si se tratara de un juego creado sólo por intereses y beneficios de unas cuantas personas. Hambre que debería dolernos a todos por el daño que causa a quienes no tienen nada para comer.

Desnutrición que cada vez va en aumento y que impacta a todos los sectores de la población sin importar su condición. Hoy vivimos el control alimentario en su máxima expresión, las grandes compañías ofrecen sus productos envueltos en promesas de enorme satisfacción para calmar el hambre y otros más deciden que si la cosecha no cumple con el precio pactado, debe terminar en la basura, en el mar o cualquier otro lugar, menos en las manos de los que más lo necesitan.

“Jesús les dijo: —Denles ustedes de comer. Pero ellos respondieron: —Solo tenemos cinco panes y dos pescados. Si fuéramos a dar de comer a toda esta gente, tendríamos que ir a comprar comida, pues hay más de cinco mil personas…”. (Lucas 9,13-17)

¿Qué hacemos nosotros para darles de comer a quienes tienen hambre? ¿Somos capaces de sentir esa misericordia por niños, mujeres y hombres que quieren comer? Es muy triste reconocer qué lejos estamos de poderles dar un poco de pan a quien lo necesita y se sigue beneficiando de esa hambre por intereses económicos.