Raúl Molina
Profesor, padre de familia y miembro de CEMI

Servir es servir


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Profe, y esto ¿para qué sirve?”. Esta es una pregunta recurrente en el aula cuando a los alumnos se les atraviesa algún contenido. Sólo valoran el aprendizaje si lo aprendido les resulta útil.



La utilidad es un parámetro de referencia esencial en nuestra cultura. De una u otra manera, las cosas se valoran positivamente si son rentables, eficaces, exitosas o productivas. Un síntoma curioso de esto es que los chicos han cambiado la expresión “me gusta” o “no me gusta” por “me renta” o “no me renta”.

Yo suelo contestarles que lo que están aprendiendo no sirve para nada y, les añado, “¿y para qué sirve una persona?”.

Lavatorio de pies el jueves santo

La pregunta les desconcierta y, consecuentemente, les hace callar, que en el fondo es mi objetivo. Quizá se callan porque, inconscientemente, descubren que utilidad y persona son dos categorías irreconciliables.

Utilidad y persona

Sin embargo, sí que nos embarga la concepción de que, todos y cada uno, tenemos que ser útiles. Buscamos realizarnos, aportar, conseguir, llegar a ser. Buscamos que se nos valore, que se nos reconozcan méritos. Nos gusta ser cotizados, ser deseados. A lo sumo, necesitamos valorarnos nosotros mismos bajo determinados parámetros. Queremos servir.

Pero servir presenta dos acepciones que nos orientan a dos percepciones éticas claramente divergentes: servir en el sentido de ser útil, o servir en el sentido de estar al servicio de alguien.

A disposición del otro

¿Cómo podemos hacer una síntesis de estas dos acepciones?

El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45).

Consciente de este afán por ser alguien, por reconocernos ante los demás y ante nosotros mismos; en este afán de ser los primeros, o de llegar al tope de lo que podemos ser, Jesús vio la necesidad de puntualizar: servimos, es decir, somos útiles en la medida en la que servimos, es decir, estamos a disposición del otro.

Servir es servir.

Conviene sacudirse el polvo.